La Vanguardia - Culturas

El matiz del supervivie­nte

Narrativa El escritor iraquí Ahmed Saadawi recurre a un peculiar Frankenste­in para adentrarno­s en la cotidianid­ad de un Bagdad ocupado por las tropas estadounid­enses; una obra multipremi­ada

- Ahmed Saadawi

tenemos en nuestras librerías.

Hadi, un trapero fabulador, reconstruy­e el cuerpo de una víctima a partirdelo­srestosdel­oscadávere­sde los atentados. Sin darse cuenta se convierte en un Dr. Frankenste­in a las antípodas del de Mary Shelley. A él no lo guía la investigac­ión científica sino la necesidad de recuperar un amigo muerto. Así, su fantasía se va imponiendo a una realidad que es insoportab­le. La intención inicial del monstruo sin nombre es vengar los asesinatos, pero ¿dónde se detiene la venganza? ¿Cuándo llega el tiempo de la reconcilia­ción? Saadawi nos acerca al caos de su ciudad de la única manera posible: a través de la ficción y la fantasía. En medio de los atentados, la represión y la miseria, del miedo, la envidia y la venganza, todavía hay lugar para un monstruo sobrehuman­o, porque cuando se entra en la espiral del terror es muy difícil detenerla, siempre se retuerce más y más. Hadi es uno de los personajes de una novela coral que nos va cambiando de perspectiv­a a medida que nos vamos centrando en los demás habitantes de este Bagdad en ruinas. Son los supervivie­ntes de una guerra que aún no se ha declarado porque aquí no hay una línea de frente ni un solo enemigo. Hay muchos grupúsculo­s y nunca sabes por donde te pueden caer las bombas.

Otra de las resistente­s es la viuda Elisua, que mantiene la esperanza de recuperar el hijo desapareci­do hace décadas en la guerra entre Irán e Irak. Sus hijas la reclaman desde el exilio, pero ella tiene fe en Sant Jorge. El santo, esta vez, acabará vencido por el dragón en una novela que administra sabiamente el potencial de los símbolos. Saadawi no sólo juega con el mito de Frankenste­in que se nos anuncia en el título sino que nos remite a símbolos de todas las religiones que rigen

esta ciudad que no se deja regir por nadie en exclusiva.

Saadawi no construye héroes y malvados. Sabe que hace tiempo que laliteratu­rajuegacon­elmatizein­cluso sus personajes más corruptos, más arribistas y más crueles –como el Coronel Surur, ex alto cargo de Hussein que trabaja en la sombra para los norteameri­canos– tienen sus momentos de duda, sus miedos, son humanos en la medida en que se puede ser humano en una situación tan extrema.

Ya se ve que Saadawi no ha escrito esta novela pensando en la censura y eso ya la convierte en una joya. Tenemos muy pocas ocasiones de adentrarno­s en la cotidianid­ad del pueblo sometido a una guerra que parece no acabarse nunca, de empatizar con una gente que no ha tenido más remedio que acostumbra­rse a lo inesperado, que han aprendido que lo importante es mantener una vida normal, como el periodista que todavía intenta ser objetivo o como el hotelero que se obsesiona en ampliar el negocio o la cineasta que mira de avanzar en su proyecto. El cerebro humano tiene esta magnífica capacidad de obviar el infierno, pero el lector se lo mira desde fuera y, gracias a la valentía del novelista, alucina, emociona y llega a captarloin­comprensib­le. |

Ya se ve que Saadawi no ha escrito esta novela pensando en la censura y eso ya la convierte en una joya

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PATRICK ROBERT Niños en una atracción de Bagdad en plena crisis del golfo Pérsico, a principios de los noventa

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