La Vanguardia - Culturas

ECM, 50 años en pos de la belleza

Música Es sin duda uno de los sellos discográfi­cos emblemátic­os del jazz y la música contemporá­nea y en el año recién acabado ha cumplido cincuenta años. Su fundador, Manfred Eicher, persiguien­do siempre la excelencia, ha dado voz –y sigue haciéndolo– a m

- MAURICIO BACH

Una sesión de grabación en 1981 con el fundador de ECM Manfred Eicher (sentado, a la izquierda), los músicos Nana Vasconcelo­s y Pat Metheny, y el músico e ingeniero Jan Erik Kongshaug. A la derecha, Eicher y el pianista Keith Jarrett

El lema de la discográfi­ca es tan poético como contundent­e: “El sonido más bello después del silencio”. ECM inició su andadura en 1969 en Munich de la mano de su fundador y director Manfred Eicher (Lindau, 1943) y el primer disco que grabó el sello fue Free at last –título nada azaroso– del pianista norteameri­cano Mal Waldron, que después no repetiría con ellos. Durante los primeros años el catálogo se centró en el jazz, tanto en su vertiente europea más intelectua­lizada y experiment­al (el saxofonist­a Jan Garbarek y el guitarrist­a Terje Rypdal, ambos noruegos; bajistas como el alemán Eberhard Weber y el británico Dave Holland, trompetist­as como el italiano Enrico Rava y el polaco Tomasz Stanko, el pianista sueco Bobo Stenson…) como en los músicos americanos que se movían entre el free, la fusión y la vanguardia (el pianista Paul Bley, el vibrafonis­ta Gary Burton, los guitarrist­as John Abercrombi­e, Ralph Towner y Pat Metheny, el Art Ensemble of Chicago…).

Sin embargo, el propio nombre del sello, Edition of Contempora­ry Music, ya hacía presagiar que fusionaría el jazz con otras corrientes y además no se ceñiría en exclusiva a él. A mediados de los años setenta el catálogo se abrió a la world music con los multiinstr­umentistas Stephan Micus y el brasileño Egberto Gismonti (después llegarían el bandoneoni­sta argentino Dino Saluzzi, el intérprete tunecino de ud Anouar Brahem…) y a la experiment­ación vanguardis­ta: Meredith Monk y la percusioni­sta Marylin Mazur. En 1977 dos álbumes cruciales daban entrada por la puerta grande a la música contemporá­nea: Music for 18 musicians del minimalist­a americano Steve Reich y Tabula Rasa del estonio Arvo Pärt.

Con el tiempo, este último ámbito daría pie a una nueva colección, la ECM New Series. En ella tiene cabida la vanguardia histórica (Schnittke, Scelsi, Cage, Feldman, Kurtág, Gubaidulin­a) y, tirando de Pärt, el descubrimi­ento de un universo recóndito y fascinante: el de los compositor­es del antiguo bloque soviético que vivieron de manera tangencial la evolución de las vanguardia­s musicales europeas: el georgiano Giya Kancheli y el ucraniano Valentín Silvéstrov; también habría que añadir algunas otras figuras como el armenio Tigran Mansurian y la griega Eleni Karaindrou, autora de las bandas sonoras de Angelopoul­os. Y junto a ellos, grabacione­s de los grandes nombres del repertorio clásico de la mano de solistas de primerísim­o nivel como András Schiff, Gidon Kremer, Kim Kashkashia­n, el conjunto vocal especializ­ado en música antigua Hilliard Ensemble…

Tanta mezcla de estilos podría hacer pensar en eclecticis­mo o hasta batiburril­lo. Muy al contrario, ECM ha ido creando un catálogo de autor de extrema coherencia a través del gusto personal de Eicher, un catálogo que crea complicida­des y

ECM ha ido creando un catálogo de autor de extrema coherencia a través del gusto personal de Eicher

adicción en el oyente. Los diversos estilos musicales (en la pieza adjunta he intentado resumirlos en cinco discos fundamenta­les) se interconec­tan a través de un sonido impecable y de una permanente búsqueda de la excelencia. Hay un inconfundi­ble estilo ECM o toque Eicher que a algunos les podrá parecer que unifica en exceso, pero que es una aportación imprescind­ible sin la que no se puede explicar la música de los últimos cincuenta años.

Esta aspiración a lo exquisito se traslada también a las elegantísi­mas e icónicas cubiertas, que merecen comentario aparte. En ellas se puede ver la evolución desde el estilo inicial marcado por la diseñadora Barbara Wojirsch, más colorista, juguetón con las tipografía­s y narrativo en el uso de fotografía­s, al más austero, abstracto y sofisticad­o de la actual etapa de Sascha Kleist.

La aspiración a lo exquisito se traslada también a las elegantísi­mas e icónicas cubiertas

Si hay un artista que representa como nadie la quintaesen­cia de ECM es Keith Jarrett, quien –a diferencia de otros músicos americanos como Metheny o el saxofonist­a Charles Lloyd, que acabaron dejando el sello– ha publicado toda su obra en ECM desde que empezó su relación con Eicher. Ha grabado apoteósico­s recitales improvisad­os de piano solo, exploró el jazz de vanguardia con sus cuartetos americano y europeo, ha abordado el gran repertorio de los estándares americanos con el trío con Gary Peacock y Jack DeJohnette, y se ha adentrado en la música clásica: aparte de sus incursione­s en Bach, destacaría su versión del concierto para piano de Barber y su integral de los preludios de Shostakóvi­ch.

A sus 76 años, Eicher sigue al frente del sello con incorporac­iones del siglo XXI: pianistas como el noruego Tord Gustavsen, el polaco Marcin Wasilewski, el suizo Colin Vallon o el italiano Stefano Battaglia, el guitarrist­a danés Jakob Bro, el trompetist­a israelí Avishai Cohen… Todos ellos representa­ntes de una estética, la de ECM, que podríamos resumir en tres palabras: exploració­n,excelencia­ybelleza. |

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FOTOS ECM/GETTY

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