Tramoyistas culturales
Para que la cultura brille, los autores tengan su minuto de gloria (o tres cuartos de hora) y los políticos saquen pecho hasta reventar los botones de la americana proclamando su compromiso con la cultura (el tiempo justo para hacerse la foto), hacen falta obreros del cemento cultural que trabajen en la sombra. Gente ideando proyectos, poniendo en contacto escritores despistados con centros culturales, redes de bibliotecas y administraciones, pero también y haciéndose cargo de la logística, desde la microfonía a las botellas de agua sobre la mesa para que nadie se quede mudo. Taleia, una de estas brigadas de jardinería del mundo del libro, cumple 25 años a pie de obra. Como unos llevan la fama u otros cardan la lana, me voy hasta la barcelonesa plaza de la Llana a visitar a su fundadora, Elisenda Figueras.
El local tiene un misterioso sótano que fue una antigua calle medieval cegada, bajamos y empezamos ahí un viaje a un pasado. “Los ochenta fueron los años del cooperativismo. Cuando se pusieron en marcha las primeras consejerías de juventud y de cultura nos citaban a reuniones y nos hablaban de firmar convenios… ¡Nos sonaba a chino! Nosotros veníamos de los grupos de escolta laicos vinculados a asociaciones de vecinos, estábamos acostumbrados a conseguir el dinero para eventos en las rifas”.
En 1985 funda con tres socios la cooperativa Àmbits para empujar proyectos culturales. La puesta en marcha del primer máster de gestión cultural de la Universitat de Barcelona es fundamental: “Allí nos juntamos una generación que después hemos ido tejiendo complicidades: Lluís Bonet, Xavier Marcet, Toni Puig…”.
Tras el furor olímpico de 1992, llega la caída. “Se cortan muchas iniciativas culturales y cambian el modelo de gestión cultural: en lugar de apoyar a las pequeñas asociaciones e iniciativas de barrio que existían, las administraciones las abandonan y montan grandes centros cívicos para dar ellos esos servicios”.
En esa crisis, muchas empresas que habían invertido, confiadas, quebraron. Entre ellas Àmbits. Elisenda Figueras montó entonces Taleia con la idea de especializarse en el mundo del libro y nunca crecer más allá de un tamaño en que las cosas pudieran hacerse de manera artesanal. “Con uno de nuestros primeros proyectos, L’aventura de llegir, descubro el mundo de las bibliotecas. En esa época no tenían programaciones estables y nosotros ofrecimos ese servicio. Uno de los proyectos de los que estoy más satisfecha es del 99.000 pessetes en lectura. Ofrecían a escoger, entre un menú de acciones de fomento de la lectura, tres platos por un módico precio. Iba a un Ayuntamiento y les decía: “¿Si en la fiesta mayor te gastas diez millones cómo no vas a gastar 99.000 pesetas (600 euros) en lectura? Hicimos más de 900 actividades”. Recuerda con un brillo en los ojos que “el último recital de Ovidi Montllor fue en una biblioteca”.
L’aventura de llegir continúa actualmente en las bibliotecas y le pregunto si sigue con eso, pero me dice que no con una leve melancolía: “En el año 1999 mi pareja, Ferran Mascarell, es nombrado regidor de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y después sería conseller. Yo ese 1999 dejo los proyectos de Barcelona”. Se aleja de la ciudad, pero no para: me habla del Festival de Pensament en Manresa, Litterarum en Tortosa, MOT en Olot, + Que Llibres en l’Hospitalet, Mon Heroic en el Bruc al hilo de la tradición del timbaler… “Defiendo mucho el trabajo en núcleos pequeños. La falta de recursos no es un impedimento para hacer cosas si no hay falta de ideas. Cada vez creo más en expandir los eventos, que no se lo lleve todo Barcelona, que giren como el teatro. Lleva tres décadas en esto, pero me habla con la ilusión del que empieza en muchos proyectos, como el de la cantante Névoa interpretando fados escritosporpoetascatalanes.¡Quesigagirando! |