La Vanguardia - Culturas

Tramoyista­s culturales

- Elisenda Figueras ANTONIO ITURBE

Para que la cultura brille, los autores tengan su minuto de gloria (o tres cuartos de hora) y los políticos saquen pecho hasta reventar los botones de la americana proclamand­o su compromiso con la cultura (el tiempo justo para hacerse la foto), hacen falta obreros del cemento cultural que trabajen en la sombra. Gente ideando proyectos, poniendo en contacto escritores despistado­s con centros culturales, redes de biblioteca­s y administra­ciones, pero también y haciéndose cargo de la logística, desde la microfonía a las botellas de agua sobre la mesa para que nadie se quede mudo. Taleia, una de estas brigadas de jardinería del mundo del libro, cumple 25 años a pie de obra. Como unos llevan la fama u otros cardan la lana, me voy hasta la barcelones­a plaza de la Llana a visitar a su fundadora, Elisenda Figueras.

El local tiene un misterioso sótano que fue una antigua calle medieval cegada, bajamos y empezamos ahí un viaje a un pasado. “Los ochenta fueron los años del cooperativ­ismo. Cuando se pusieron en marcha las primeras consejería­s de juventud y de cultura nos citaban a reuniones y nos hablaban de firmar convenios… ¡Nos sonaba a chino! Nosotros veníamos de los grupos de escolta laicos vinculados a asociacion­es de vecinos, estábamos acostumbra­dos a conseguir el dinero para eventos en las rifas”.

En 1985 funda con tres socios la cooperativ­a Àmbits para empujar proyectos culturales. La puesta en marcha del primer máster de gestión cultural de la Universita­t de Barcelona es fundamenta­l: “Allí nos juntamos una generación que después hemos ido tejiendo complicida­des: Lluís Bonet, Xavier Marcet, Toni Puig…”.

Tras el furor olímpico de 1992, llega la caída. “Se cortan muchas iniciativa­s culturales y cambian el modelo de gestión cultural: en lugar de apoyar a las pequeñas asociacion­es e iniciativa­s de barrio que existían, las administra­ciones las abandonan y montan grandes centros cívicos para dar ellos esos servicios”.

En esa crisis, muchas empresas que habían invertido, confiadas, quebraron. Entre ellas Àmbits. Elisenda Figueras montó entonces Taleia con la idea de especializ­arse en el mundo del libro y nunca crecer más allá de un tamaño en que las cosas pudieran hacerse de manera artesanal. “Con uno de nuestros primeros proyectos, L’aventura de llegir, descubro el mundo de las biblioteca­s. En esa época no tenían programaci­ones estables y nosotros ofrecimos ese servicio. Uno de los proyectos de los que estoy más satisfecha es del 99.000 pessetes en lectura. Ofrecían a escoger, entre un menú de acciones de fomento de la lectura, tres platos por un módico precio. Iba a un Ayuntamien­to y les decía: “¿Si en la fiesta mayor te gastas diez millones cómo no vas a gastar 99.000 pesetas (600 euros) en lectura? Hicimos más de 900 actividade­s”. Recuerda con un brillo en los ojos que “el último recital de Ovidi Montllor fue en una biblioteca”.

L’aventura de llegir continúa actualment­e en las biblioteca­s y le pregunto si sigue con eso, pero me dice que no con una leve melancolía: “En el año 1999 mi pareja, Ferran Mascarell, es nombrado regidor de Cultura del Ayuntamien­to de Barcelona y después sería conseller. Yo ese 1999 dejo los proyectos de Barcelona”. Se aleja de la ciudad, pero no para: me habla del Festival de Pensament en Manresa, Litterarum en Tortosa, MOT en Olot, + Que Llibres en l’Hospitalet, Mon Heroic en el Bruc al hilo de la tradición del timbaler… “Defiendo mucho el trabajo en núcleos pequeños. La falta de recursos no es un impediment­o para hacer cosas si no hay falta de ideas. Cada vez creo más en expandir los eventos, que no se lo lleve todo Barcelona, que giren como el teatro. Lleva tres décadas en esto, pero me habla con la ilusión del que empieza en muchos proyectos, como el de la cantante Névoa interpreta­ndo fados escritospo­rpoetascat­alanes.¡Quesigagir­ando! |

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A. ITURBE
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