El libro Si algún día te cruzas con una pantera
B. GÓMEZ URZAIZ
Para hablar de Lauren Groff (Cooperstown, Nueva York, 1978) todavía hace falta citar a Barack Obama, así que quitémonoslo rápido de encima. En el 2015, People preguntó al presidente por su libro preferido del año y él contestó que era En manos de las furias, de Groff. La novela, que cuenta la historia de un matrimonio en dos mitades, desde la perspectiva de él y de ella, ya había vendido muchos ejemplares y había sido finalista del premio Nacional de Literatura. Pero el comentario de Obama catapultó a la autora a otro nivel de atención y ventas. Obama, por cierto, es un lector fiel. Cuando el año pasado se publicó en Estados Unidos Florida, la colección de cuentos que publica Lumen en España, también la incluyó en su lista de favoritos.
Que en la cubierta del libro haya una pantera no es un capricho del diseñador. En uno de los relatos, una madre medio desmayada tiene que proteger a sus hijos –sus cachorros– de la presencia de ese felino en su cabaña. Cuando no es una pantera, es una serpiente o un caimán albino, que provoca que nazca muerto el bebé de una embarazada. O el musgo “que cuelga como los pelos de un sobaco”, o una humedad que llega a enajenar. La naturaleza siempre está ahí en estos cuentos, dispuesta a recordar a los humanos que son
Lauren Groff
un mero juguete en sus garras. Tampoco es que los elementos creados por el hombre sean mucho mejor. En la era de la ecoansiedad, es normal ir al supermercado y ver “basura, envoltorios inútiles y piezas de plástico que algún día quedarán atrapadas en la garganta de la última tortuga marina”.
Groff, nacida en el norte de Estados Unidos, se trasladó a Florida hace ahora unos trece años no necesariamente por voluntad propia –su marido se hizo cargo del negocio inmobiliario familiar– y asegura en sus entrevistas que nunca ha llegado a acostumbrarse. Los cuentos de esta potente colección, según la propia autora, pueden dividirse entre los que escribió antes de tener hijos y los que escribió después. En los primeros, como el que abre el libro, Fantasmas y vacíos, todavía hay una sensación de asombro ante su estado de acogida –¿cómo puede uno vivir así, encontrándose a diario a animales que pertenecen al terreno de los libros de cuentos? Cocodrilos, cobras, por Dios santo, en qué cabeza cabe–. En los segundos, en cambio, ese asombro se ha tornado terror. Primario pero también doméstico. En ese mismo relato, una madre de niños pequeños sale a caminar todas las noches por su vecindario para retener la cordura. Se dedica a espiar por las ventanas y a veces ve a otras madres “buscando por el suelo piezas de Lego perdidas o uvas medio masticadas o a las personas que eran antaño, acurrucadas en un rincón”.
La autora acaba de cumplir cuarenta y muchas de sus criaturas están “en ese viscoso grupo de años que componen el final de la treintena” pero siguen sin manejar del todo bien la cosa adulta –¿el adultamiento? En inglés hace rato que eso se convirtió en un verbo bastante irritante e internetero: adulting–. La protagonista de Cazadores de flores, por ejemplo, ha olvidado llevar magdalenas con ojos al desayuno de la guardería de su hijo, no como su vecina Meg, de la que desearía colgarse como un koala, para que la llevara por la vida. Como no puede, lee al naturalista William Bartram, otro habitante del norte que quedó “deslumbrado por la flora y fauna tan frenética” de Florida. Aunque ya no tiene miedo de los reptiles, ahora sólo lo tiene del cambio climático y por sus hijos, “porque ahora que han llegado al mundo ella tiene que permanecer aquí el máximo tiempo posible, pero no más tiempo que ellos”.
En los próximos años veremos sin duda a más narradores introducir la angustia medioambiental en sus ficciones y habrá que recordar que Lauren Groff lo hizo antes y como corresponde, integrando ese estupor en la fibra de lo cotidiano.
Lauren Groff Florida
LUMEN TRADUCCIÓN: ANA MATA BUIL 307 PÁGINAS. 19,90 EUROS
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