La Vanguardia - Culturas

El toque Gurt llega al pantano

Cuentos Carlota Gurt describe con delicadeza y detalles excelentes la distancia que separa el deseo de libertad de la realidad de las cosas

- La autora Carlota Gurt JULIÀ GUILLAMON Carlota Gurt Cavalcarem tota la nit

Hace poco releía aquel cuento inmenso de Pere Calders, La ratlla i el desig y las dos primeras historias de Cavalcarem tota la nit de Carlota Gurt (Barcelona, 1976) me lo han recordado. En uno, el protagonis­ta es un agrimensor que ve como las distancias se acortan. Es una metáfora del exilio: Calders piensa que no podrá regresar y que deberá acostumbra­rse a vivir en un ambiente extraño, en un lugar irreal. El protagonis­ta de Les comportes, el cuento de Carlota Gurt, es un profesor de catalán. Tiene como alumna a una alemana de cuarenta y seis años, que trabaja construyen­do una presa. Este embalse tiene un sentido simbólico: representa las barrerasqu­econstruim­osparanoco­mprometern­os. En el segundo cuento, La volta que ens cobria, aparecen unos túneles que cambian de sitio, aparecen aquí o allá, en la montaña, y los que entran en ellos experiment­an una nueva forma de desnudez.

Caramba, he pensado: igual es como aquel libro de Elisenda Solsona, Satèl·lits, uno de los buenos libros de cuentos del último año, en el que cada cuento gira en torno a un mismo tema: una construcci­ón de ingeniería que representa una construcci­ón mental. Pero la tercera historia, Cyrano, ya va por otro lado. El correlato de ingeniería desaparece, y queda la misma base: gente que quiere volar y que, la mayoría de las veces, choca con una barrera. Los personajes de Gurt no precisan vivir en el exilio: la realidad es suficiente­mente extraña. Por ejemplo: el tema de la mano cortada que en Les mans del taumaturg de Pere Calders representa la parte de él mismo que se marchó. En el cuento El dia de l’alliberame­nt , de Carlota Gurt, la madre ha decidido borrarse con un procedimie­nto desatomiza­dor. El hijo llega cuando ya no hay nada que hacer. Sólo queda la mano, que representa el recuerdo y la ternura. Vivimos en un mundo sin heroísmos, pero la vida sencilla puede ser también profunda.

Uno de los puntos fuertes de este libro es el juego con los elementos sobrenatur­ales: una mujer que se ha pasado la vida pesando frutas y verduras, y que se pesa obsesivame­nte ella misma todas las mañanas, piensa como sería un mundo sin básculas. La idea de la ingravidez o de una gravedad distinta, es uno de los temas del libro. Cuando afina bien, aparece el toque Gurt: “És el món a l’inrevés, és com voler comprar una lliura de vestit, una melodia de dos grams, un cotxe de dues tones i mitja, unes unces de felicitat, uns mil·ligrams de pau”.

Otras veces (Bèsties carnívores, A totes) sobre una violación en grupo y sobre una niña que ve un vídeo porno en el móvil del tío (y descubre a qué se dedica su padre cuando sale por ahí), tiene otra energía. Veo quizás el peligro (La terra no em gronxa sense tu versus Un forat ben fondo) de replicar la fórmula que ha funcionado. Gurt sabe ligar lo cotidiano con lo transcende­nte. Zapatos viejos y zapatos nuevos, algas, estatuas de sal que se funden en el agua, ramas cortadas y troncos bajo tierra: alta tensión poética. |

PROA. PREMI MERCÈ RODOREDA. 189 PÁGINAS. 18 EUROS

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