La Vanguardia - Culturas

La asombrosa fuente de Can Vallerià

- ANTONIO ITURBE

He oído contar que en Premià de Dalt, en una masía centenaria llamada Can Vallerià, se recitan poemas a cielo abierto presididos por la luna. He leído en alguna parte que en Can Vallerià se ocultaba la multicopis­ta clandestin­a de Comisiones Obreras que lanzaba consignas durante el franquismo. También me cuentan que brota aquí una fuente inesperada que mana libros: la pequeña editorial Quaderns de la Font del Cargol. Para saber qué hay de leyenda y qué de verdad me subo al coche en la congestion­ada Barcelona y enfilo la taquicárdi­ca nacional II, tan atascada que se me hace de noche por el camino. Ascendiend­o hacia Premià de Dalt, el tráfico se apacigua y al subir hacia donde me lleva el GPS me quedo solo. Hago caso a GoogleMaps y atravieso un pasaje tan estrecho que los retrovisor­es casi van rozando las paredes de piedra. Cuando pongo pie a tierra me asombra no sólo la quietud, sino el olor a tierra húmeda y campo como si hubiera viajado miles de kilómetros. –¡Bienvenido a Can Vallerià!

Rafael Vallbona, poeta reconverti­do con éxito en novelista, vive en la masía con su esposa, Adriana Pujol. Me reciben los dos sonrientes junto al periodista del Maresme y escritor Albert Calls. Me cuenta Vallbona que a final de los años setenta el escritor Valerià Pujol convirtió la casa familiar, Can Vallerià, en un lugar de peregrinaj­e de jóvenes escritores: “Encontramo­s en él a un maestro”. Valerià Pujol creó en 1979 la editorial Quaderns de la Font del Cargol, donde se darían a conocer escritores como Pep Bras, Martí Rosselló, Maria Antonia Grau o el propio Vallbona. Tanto frecuentó la casa, que acabó casándose con la hermana pequeña de Valerià, Adriana. Tras un parón de dos décadas, en el 2016 Adriana y él, con el apoyo de Albert Calls, hicieron que la fuente manara de nuevo. Publican una media de cuatro libros al año “sin ningún tipo de ansiedad”. Calls dice que “tiene muy poco de negocio y mucho de activismo cultural”. Me explican que “el acuerdo de distribuci­ón con la editorial Cossetània les permite poder ocuparse básicament­e de la parte de contenidos y dejar la logística en manos de la gente de Valls”. Acaban de publicar una edición bilingüe de Vicenç Llorca y está a punto de salir el nuevo poemario de Jordi Llavina, ganador del premio Marià

Manent de poesia, El magraner.

Atravesamo­s el huerto y nos detenemos en la esplanada de la antigua era, bajo un árbol tutelar donde los poetas recitan en verano. Siguiendo el espíritu de Valerià Pujol, han hecho que Can Vallerià siga siendo un centro de actividade­s culturales. Pregunto si consiguen que venga hasta aquí la gente, con lo comodones que somos. Adriana explica que lo consiguen, sobre todo en las sesiones de media mañana de los fines de semana. “La biblioteca se nos quedó pequeña con la exposición Joan-Pere Viladecans i els llibres, y él mismo nos trajo algún libro que nos faltaba”. Como Vallbona es directo, le pregunto por la directa cómo sobreviven económicam­ente: “Atraco ayuntamien­tos. Yo no les pido mucho dinero, sino que nos compren unos pocos libros para sus centros públicos o pequeñas aportacion­es. Por dos duros estamos haciendo la labor cultural que ellos no hacen”.

Le pregunto por la multicopis­ta de Comisiones Obreras y Vallbona ríe. “Hacía un ruido infernal que se oía por todo el pueblo. El alcalde, un franquista paternalis­ta, llamaba para pedir con resignació­n que las visitas de Barcelona se fueran marchando”. Vallbona, al que le ha quedado una velocidad de conversaci­ón de multicopis­ta sindical, cuenta que hace poco tuvieron aquí un acto rememorand­o aquellos tiempos con el histórico sindicalis­ta Josep Lluís López Bulla: “Se le saltaban las lágrimas”. En esta masía, aunque tienen un huertoquem­imaAdriana,loquesecul­tivaeslapo­esía. |

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T. ITURBE Adriana Pujol, Albert Calls y Rafael Vallbona
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