La Vanguardia - Culturas

Entrevista a Nuria Madrid “Companys le dijo: ‘Vete lo más lejos que puedas’”

- J. G.

Nuria Madrid, hija de Paco Madrid, nació en Barcelona en 1930 y vive en Buenos Aires desde 1936. El pasado mes de abril me concedió esta entrevista.

Su madre, Maria Lluïsa Rodríguez, era una famosa actriz del teatro catalán.

A mediados o finales de 1926 empezó el noviazgo con mi padre, que era siete años mayor que ella. Él era un joven periodista ya muy conocido en el medio, con antecedent­es importante­s en el periodismo, teatro y teatro de revistas. La conquista. Se enamoran. El noviazgo dura con altibajos: ruptura y reconcilia­ción hasta que se casan en mayo de 1929.

Era una pareja explosiva…

Un día mi madre le mete la mano en el bolsillo a mi padre y encuentra un sobre con un polvo blanco. Se horroriza. Se indigna. Mi padre intenta explicarle que no es cocaína y mi madre lo tira. Mi padre se enfurece. Se pelean. Pero vuelven. Una de las frases que yo recuerdo de mi padre y que no terminaba de entender, cuando le decían que dejara el cigarrillo, era: “Yo dejé vicios peores”. Y en cuanto al cigarrillo, apenas fumaba. Y de vez en cuando, un puro.

Era una época de grandes tertulias en Barcelona.

Las tertulias en el café son agradables. Mi madre recordaba a algunos contertuli­os: el millonario Pich i Pon, también a Santiago Rusiñol, Braulio Solsona, periodista y colaborado­r teatral de mi padre, Salvador

Dalí, que se sentaba al lado de mi madre y le decía: “Què diu la noia més bufona de tot Catalunya?”. Y mi madre le decía a mi padre: “Quítame a este hombre de al lado que está loco”. Mi padre respondía: “Es un gran pintor”. “Sí, Paco, pintará bien. Pero está loco y a mí me da miedo”. Otro de los contertuli­os era ocasionalm­ente Enric Borràs, la gloria del teatro catalán.

Luego fueron a vivir a Madrid.

Vivíamos en Hilarión Eslava número 6, la Casa de las Flores. En esos años,entre1930y­1936,vivíaallít­ambién Severo Ochoa. Papá quería ser diputado y Macià no quiso porque se llamaba Madrid. Fue el disgusto de su vida. Le dieron en Madrid un cargo, que duró muy poco, algo así como el representa­nte de la Generalita­t.

Yo cuando cuento algo, tómatelo con pinzas, porque es lo que he oído en casa. Ahí mamá volvió al teatro. Mi padre no quería que trabajara...

Su padre estaba en Francia, siguiendo el Tour, cuando estalló la guerra y la revolución.

Mi padre no podía llamar porque las comunicaci­ones no andaban. Mi madre, en Madrid, se fue a la peluquería. “No sé si decírselo, María Luisa”. Y le muestra un diario de la FAI que decía: “Un canalla en libertad: Francisco Madrid”. Companys le dijo: “Vete lo más lejos que puedas”. Se la jugó por él. Los anarquista­s lo agarraron cuando entraba por Puigcerdà, donde estaba la FAI. Cuando se enteran de que está ahí… Textual de mi padre: “¿Tú eres ese hijo de puta que nos ha combatido?”. Se lo llevan, lo juzgan somerament­e y a las cuatro de la tarde, pelotón de fusilamien­to. Al entrar en Puigcerdà,papásehabí­aencontrad­ocondos amigos, uno que estaba de luna de miel y otro que estaba con un problema de pulmón. Y a las cuatro menos diez, consiguier­on comunicar.

Companys llamó personalme­nte y les dijo: “Si matan a Paco Madrid, mando arrasar Puigcerdà”.

¿De Puigcerdà fue a Barcelona?

Creo que Companys les dijo: “Paco Madrid trae informació­n muy valiosa de Francia”. Mi padre contaba que iba sentando en el coche al lado del conductor y que detrás tenía a tres de la FAI. Y que uno le pasaba el revólver por la cabeza, a cada rato, varias veces, y le decía: “Amb quin gust dispararia!”. Companys lo recibe fríamente. Y le dice: “No sé por qué razón no les has dado la informació­n a los camaradas”. Todo en catalán. Lo hace entrar al despacho, lo abraza y ledice:“Paco,delaquetes­alvaste”.Y lo lleva al segundo piso de la Generalita­t. donde estuvo escondido hasta que salió un barco de guerra inglés.

Y mientras en Madrid...

Lo de mi padre debía ser algo muy serio porque su gran amigo, Braulio Solsona, en aquella época era gobernador civil de València, vino a Madrid a quemar papeles. Recuerdo a mi madre y a él con un cubo en el escritorio quemando cosas. Vino, durmió, quemó y se fue. Nos quedamos un tiempo en Madrid, porque pasamos dos bombardeos. Al cabo de un tiempo apareciero­n en casa tres muchachos jóvenes, preciosos: le dijeron a mi madre que se tenía que ir, con lo mínimo. Esto no se lo llegué a preguntar nunca a mi madre: “Te llevabas muy mal con tu marido, ¿por qué te fuiste? ¿Por qué no aprovechas­te y dijiste: yo me quedo?”. Podía ser que tuviera miedo porque vinieron los milicianos, hermanos de una de las criadas, a contar como mataronalc­ura,comomataro­nalmaestro... Otra. Pensaste: si yo me quedo, Paco viene y lo matan. Agarró a su hija, se puso el broche de brillantes y las pulseras y salimos: de Alicante a Orán, de Orán a Marsella, de Marsella a Burdeos, donde nos encontramo­s con mi padre.

¿Cómo fue la llegada a Argentina?

Llegamos el 17 de octubre de 1936 y nos encontramo­s con una sorpresa inesperada: no nos permitiero­n desembarca­r. No sé si hubo una denuncia o simplement­e nos tildaron de rojos. En el puerto, un periódico local, Noticias Gráficas, tenía asignado

Una de las frases que recuerdo de mi padre, cuando le decían que dejara el cigarrillo, era: ‘Yo dejé vicios peores’

Uno de la FAI le pasaba el revólver por la cabeza, a cada rato, varias veces y le decía: ‘Amb quin gust dispararía!’

a un periodista joven, Jaime Jacobson. Subió al barco y le dijo: “Usted no me conoce a mí, pero yo a usted sí, veré que puedo hacer para que ustedes desembarqu­en”. Sé que Díez Canedo intervino ante el Ministerio de Relaciones Exteriores para que nos permitiera­n pisar tierra, y por la tarde desembarca­mos en la tierra prometidac­on60pesose­nelbolsill­o. |

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JULIÀ GUILLAMON Nuria Madrid en su casa de Buenos Aires junto a un dibujo de Gori Muñoz

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