Ser reflejo del mundo en otra época histórica
XXI se abrió un debate sobre cómo encarar la celebración de las ferias en esta nueva época en la que el móvil, internet y la inteligencia artificial han comenzado a cambiarlo todo. Y entonces, llegó la Covid-19, una pandemia de película que ha comenzado a acelerar procesos que estaban en marcha o que se intuían. El sector de las ferias y congresos no era una realidad ajena: son reflejo de la(s) sociedad(es).
El coronavirus no borrará las ferias del mapa, pero como casi en todo lo demás sí que espoleará cambios. Eso sí, al contrario de otros acontecimientos y otras realidades económicas, las ferias y congresos difícilmente podrán renunciar a la presencialidad. Por varios motivos. Primero, porque el concepto turismo de negocios desaparecería de un plumazo, y segundo, porque el valor de las ferias y congresos reside en la idea de punto de encuentro. Y, como se ha explicado en líneas anteriores, más si cabe desde que el mundo es tan global.
Refleja esa idea el Mobile World Congress, donde se presentan novedades, prototipos de casi todo lo que puede tener un prototipo y se invita a soñar con el futuro y poder estar presente en los sitios sin realmente estarlo (realidad virtual). Pero la verdadera fortaleza del congreso tecnológico más importante del mundo es haber sabido convertirse en un punto de encuentro global, donde cerrar acuerdos (celebrarlos) y compartir un espacio analógico (aunque a partir de ahora sea de metro y medio o dos metros) para dar una dimensión distinta y necesaria a encuentros que durante el resto del
Después de casi tocar el cielo y de ser percibidos, junto a París, Londres o Nueva York, como una de las ciudades de referencia mundial, Barcelona ha ido perdiendo posiciones fruto de la convulsión política y social de los últimos años, agravada ahora, por los efectos adversos generados a raíz de la Covid-19 y cuyas consecuencias son imprevisibles.
A pesar de que algunos indicadores siguen señalando el atractivo de Barcelona, en los últimos años hemos visto con preocupación como hemos dejado de ser una ciudad de referencia. Lamentablemente, desde hace algún tiempo, hemos iniciado una lenta decadencia que nos perjudicará a no tan largo plazo.
Las escenas de violencia callejera, el aumento de los índices de robos y criminalidad, la degradación de algunos barrios, así como la gestión irresponsable y cortoplacista de algunos de nuestros representantes políticos están conduciendo a la ciudad a perder posiciones que con mucho esfuerzo nos costó ganar.
Sin embargo, Barcelona mantiene fortalezas. No en vano, es la octava ciudad del mundo preferida para vivir, con una valoración de 8,2 sobre 10. Pero para poder mantener esta posición y otras similares, es imprescindible trabajar incansablemente y sin ruido, con ello podríamos recuperar muchas de los miles de empresas que decidieron trasladar sus sedes.
Barcelona ha jugado siempre con éxito su batalla por la banda. Ahora en cambio, la situación política ha provocado que nuestro principal cliente, España, nos mire con recelo perjudicando nuestra economía. Si a eso sumamos una fiscalidad más gravosa que la de Madrid, por decisión de la Generalitat, la desventaja competitiva no deja de crecer. Y para rematar la delicada situación política, fiscal y de emergencia sanitaria, también hay que añadir la marcha de Nissan, un problema grave en materia económica y laboral que crea un mal precedente, que además perjudica a la marca Barcelona.
La solución no es sencilla, pero no imposible: volver a hacer lo que sabemos hacer y que ya hicimos con éxito en el 92, sumar energías y trabajar en equipo dejando de lado los colores. Esa es la clave del éxito que nos permitirá recuperar el prestigio y la marca para Barcelona.