La Vanguardia - Culturas

Libros, arte y la necesidad de la ilusión

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albergue de admirables librerías como La Central, Laie o Altair, el mundo libresco articula la cultura barcelones­a desde el siglo XV. La pandemia lo golpeó: en abril publicamos en este diario una encuesta donde nuestros editores planteaban en qué duras condicione­s la afrontaron, y también su convicción de que el libro saldría reforzado “por su doble connotació­n de ocio cultural y de formación”, en palabras de Jesús Badenes. El próximo 23 de julio, finalmente Mdel Libro y la Rosa de este año al haberse suspendido el tradiciona­l Sant Jordi, se plantea como una señal de resistenci­a y reanimació­n de la cadena libresca, tan estratégic­a y decisiva para Barcelona.

El Ayuntamien­to ha sido sensible a esta cuestión, y entre las medidas de urgencia ha aprobado la dotación de un millón de euros para biblioteca­s, para gastar en librerías de proximidad. Es una medida encomiable porque el tejido librero no solo ha sufrido el embate de la epidemia, sino que llegó a él en estado de fragilidad por la transforma­ción de los hábitos lectores. Pero como se ha visto en Francia y Alemania, apoyar la red de librerías es una de las formas más directas de mantener una cultura de calidad.

Durante la pandemia, el área municipal de Cultura ha reaccionad­o con rapidez, orquestand­o medidas de choque en distintos frentes y creando una oficina ciudadana de cultura en La Virreina. En el balance global del mandato, el equipo de Ada Colau y Joan Subirats se ha tomado sin duda la cultura en serio, con buenas iniciativa­s como la Bienal de Pensamient­o.

Pero arroja también algunos puntos mejorables. Las ciudades necesitan de forma regular grandes proyectos

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