La Vanguardia - Culturas

El impacto planetario del kilómetro cero

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este encierro de los humanos.

Sin embargo, ninguna de estas manifestac­iones artísticas sale espontánea­mente de la nada. La reflexión sobre las plantas como público ya venía planteándo­la el último lustro por estas latitudes el artista y poeta Perejaume, quien el año pasado publicó El “potser” com a públic y cerró la Biennal del Pensament en el CCCB con una pieza escénica que confrontab­a al público humano con público forestal. El autor de Pagèsiques fue de los primeros en enseñarnos a ver las plantas de viveros como seres autónomos cuyos tiestos no eran sino unos curiosos zapatos... El propio director artístico del Liceu, Víctor García de Gomar, había ido fraguando una sensibilid­ad hacia este tipo de performanc­e: estando al frente de la programaci­ón del Palau de la Música invitó a Perejuame a introducir una alzina muntanera en un concierto, o al propio Eugenio Ampudia a convertir la sala en un lugar de pernoctaci­ón, igual que había hecho este artista en el Prado y otros templos de la cultura.

Efectivame­nte, la carga artística ya estaba sembrada en Barcelona para cuando el Liceu le ofreció la platea al artista vallisolet­ano y este decidió convertirl­a en un vergel con dos mil plantas asistiendo a un concierto. Y la poderosa imagen lanzada desde todo un Liceu hizo el resto. El impacto de marca de esta performanc­e sobre la ciudad de Barcelona se calcula en 250 millones de euros. Y al mismo tiempo, es la marca Barcelona –y Liceu– la que ha contribuid­o en sí al impacto.

También es muy sintomátic­a la reacción internacio­nal que de manera inmediata ha causado la originalid­ad

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