El rey desbarató el golpe
Quienes se habían hartado de decir que al rey Juan Carlos se le conocería como “el breve” se fueron rindiendo a la evidencia: la monarquía constitucional, implantada en la Constitución de 1978, era el mejor modo de preservar los ideales republicanos de igualdad, libertad y solidaridad que todos anhelábamos. Don Juan Carlos reinó a lo largo de casi cuarenta años y en uno de los momentos más críticos de su reinado –el 23 de febrero de 1981–, con el Parlamento y el Gobierno secuestrados, con medio ejército sublevado y el otro medio esperando sus órdenes, se puso a la cabeza de su pueblo, en defensa de la libertad y del orden constitucional. El analítico relato del profesor Fuentes, catedrático de Historia Contemporánea
de la Universidad Complutense, es la demostración clara y sencilla de cómo el rey consolida con su proceder la monarquía instaurada por Franco en la ley de Sucesión de 1947 y en la persona de don Juan Carlos en 1969. Aquel día, el 23 de febrero de 1981, el proceder del rey, desbaratando el golpe, legitimó la institución.
Lo que ocurrió ese 23 de febrero ha sido ya muy explicado y, salvo pequeños detalles, está prácticamente todo dicho. Sin embargo, el relato de Fuentes aporta algunos testimonios desconocidos, como son los que ofrece de su trato directo con el general Alfonso Armada, con el exministro de Defensa Alberto Oliart, con el compañero de estudios del rey Jaime Carvajal y Urquijo y, también, con los exministros Rodolfo
Martín Villa y Rafael Arias Salgado. El intento de golpe de Estado consiguió el efecto contrario al deseado por los golpistas, que era enfrentar al ejército con la sociedad. La reflexión de Santiago Carrillo, que vivió el encierro en el Congreso junto al general Gutiérrez Mellado, recogida en el libro, es de lo más explícita: “Lo que es la vida. En 1936 estábamos los dos en Madrid; él dirigía la quinta columna franquista y yo luchando contra ella, y henos aquí hoy, juntos, esperando la misma suerte por defender la democracia”.
El 23 de febrero, como analiza brillantemente el autor del libro, tuvo efectos salvíficos para la democracia y supuso el fin de los intentos desestabilizadores que desde la extrema derecha o desde la extrema izquierda, con los ataques terroristas, pretendían: hundir la monarquía constitucional inaugurada con la Constitución de 1978.
El 23 de febrero de 1981, los representantes de una España minoritaria encabezada por el sinuoso general Armada pretendió interpretar eso del “golpe de timón” que reclamaba Tarradellas, para demoler la Constitución de 1978 y sustituirla por algo que nadie sabía lo que era ni a dónde nos podía conducir. La impecable actuación del rey –como demuestra el libro de Fuentes– desbarató esa peligrosa aventura que hubiese podido provocar un nuevo en
Fuentes pone al día lo que sabemos sobre el 23F. Un ensayo relevante que llega a librerías en estos días de debate sobre la figura de Juan Carlos I
¿Por cuántos motivos es capaz uno de llorar? ¿Las lágrimas son siempre motivo de tristeza? Las emociones han sido en los últimos tiempos una de las temáticas en las que más ha abundado la literatura infantil, donde muchos autores se han lanzado a hacer descubrir a los niños las emociones que los embargan ante determinadas situaciones y, de paso, ayudarles a gestionarlas. En su primera incursión en la literatura infantil, Sílvia Colomé –redactora jefe de Cultura en La Vanguardia– aborda la temática desde una óptica muy diferente y ciertamente curiosa: a través de una solitaria estalactita que se pasa el día llorando en una oscura cueva.
Colomé debutó en el mundo literario en el 2018 con la novela La llegenda del Carreró, una obra ambientada en el pasado medieval de Montgai y la zona del Sió del XII donde reivindicaba el poder ancestral de las mujeres; nada que ver con los niños y sus registros pe
El libro del profesor Juan Francisco Fuentes, enmarcado en una interesante colección sobre días importantes de nuestra historia que dirige el historiador Jordi Canal, es un análisis brillante sobre lo que ocurrió y supuso para España ese día 23 de febrero que tantos recordamos con una mezcla de estupor y vergüenza, ese día en el que en regiones como Valencia los tanques se pasearon por sus calles amedrentando a la población, ese día en el que el discurso del rey, retransmitido por televisión, acabó con las ensoñaciones de los golpistas. Es todo tan simple que resulta difícil de creer. Hay muchos tertulianos, pseudohistoriadores y conspiradores de salón que prefieren apuntarse a las teorías más rocambolescas que aceptar la realidad. Y la realidad es tozuda: fue el rey Juan Carlos, ayudado con lo que quedaba del Estado, el jefe de su Casa Sabino Fernández Campos, la Comisión de Subsecretarios presidida por Francisco Laína, la Guardia Civil dirigida por el general Aramburu y los militares leales los que dieron al traste con el golpe que acabó con esa nefasta tradición golpista de nuestra historia moderna. ro donde sí dejaba plasmada su devoción por inventar historias y descubrir paisajes nuevos. Así es como ahora a través de las ilustraciones de la francesa Delphine Labedan nos propone un escenario poco frecuentado: una cueva. Y una protagonista inusual: una estalactita.
Aunque en las ilustraciones predominan el blanco y el negro y es lo suficientemente oscuro para hacernos sentir en una cueva, no es un libro sombrío. La luminosidad llega a las páginas a través de las risas, del placer, de la alegría... que siente la estalactita con todos y cada uno de los amigos –las arañas, la serpiente, el murciélago, las luciérnagas– que desfilan ante ella. Hasta que al final descubre que sus lágrimas han servido para algo más que para ganarse el mote de llorona.