Cuando lo falso es también muy verdadero
Miguel Albero, diplomático, poeta y ensayista, indaga en ‘Fake’ sobre los impostores inverosímiles, los siniestros, los que actúan en serie o los integrales, los falsificadores de marcas, de la historia y del arte
Hay ensayos, como el que hoy nos ocupa, difíciles de entender si no se conocen otros textos del mismo autor publicados anteriormente. Dicho de otro modo, cada nuevo título publicado es un escalón más de la imagen de una escalera que el lector va ascendiendo para llegar a la comprensión del problema analizado o planteado por el autor. El de Miguel Albero (Madrid, 1967) que lleva por título Fake, la invasión de lo falso es el último peldaño que nos propone avanzar para comprender mejor los rasgos de lo contemporáneo.
Albero –diplomático, poeta y ensayista– sitúa su último trabajo en el camino recorrido en anteriores textos, como Godot sigue sin venir. Vademécum de la espera, Roba este libro y Esto se acaba.
En estos tres libros, el autor profundiza respectivamente en aspectos como la espera, la copia y lo efímero. Con Fake
debemos sumar a los anteriores un análisis sobre lo falso. Uno de los rasgos característicos de lo contemporáneo es haber borrado la frontera que separa lo falso y lo verdadero, lo permanente y lo efímero, la espera y la impaciencia. Si leemos su obra como una suma de ensayos vinculados entre sí alcanzaremos a comprender que todo vale en el tiempo que vivimos porque se ha perdido la noción del valor de las cosas en el mundo.
Albero advierte de que todo lo que nos rodea tiene su doble en lo falso: bolsos de Prada o Gucci copiados, réplicas exactas, obras de Picasso o Goya falsificadas, la historia tergiversada e incluso borrada, entidades suplantadas o noticias falsas. Sin embargo, su análisis no es un crítica contra lo falso, por el que el autor siente una gran fascinación, sino sobre la incapacidad de no resistirnos a ello. Por eso, presenta su análisis como el parte médico de la “metástasis del fake”.
Lo falso lo invade todo, se contagia, se expande por la sociedad como un virus que tiene la capacidad de alterar la noción de lo que es original. Lo falso es una copia que implica la impostura. Nos explica cómo opera la manipulación de la verdad. Propone un recorrido a través de la definición de lo falso y, al mismo tiempo, es una crónica impactante de casos verídicos que dan testimonio del fraude al que estamos expuestos.
La razón por la que una persona se hace pasar por otra u otras personas no reside solo en conseguir un beneficio económico sino también un beneficio emocional. El impostor Frédéric Bourdin se hizo pasar, con éxito, por un niño de aproximadamente diecisiete años cuando tenía ya veintisiete. Cuando fue detenido, Albero destaca: “En Bourdain hay algo enternecedor. No persigue dinero, anda más bien desesperado buscando que alguien le quiera”.
El libro indaga sobre los impostores inverosímiles, los siniestros, los que actúan en serie o los integrales, los falsificadores de marcas, de la historia y del arte. Albero acierta al observar que, si queremos ver qué es considerado valioso por la sociedad en una época concreta, basta con ver lo que se falsifica en ese periodo histórico. A lo largo de la historia, el hombre ha utilizado la falsificación como una forma eficaz de apoderarse de los logros de otros; pero es en este preciso momento cuando lo “falso falso” ha adquirido ése status que en el pasado se le otorgaba a la obra original.
El autor propone la poderosa imagen de que ha existido, y existe, un “falso verdadero” que es honesto en su pretensión de falsificar, de embaucar, de impostar, de falsear, de fingir o de suplantar. Son esos hombres, como Bourdin o el falsificador de arte Elmyr de Hory, los que nos ponen sobre aviso de que una falsificación puede ser un original en la medida de que el talento y la motivación sean el desencadenante de la misma y no solo buscar o pretender un beneficio económico. El artista italiano Maurizio Cattelan, que es citado por Albero, nos lleva a entender la esencia del arte contemporáneo, al expresar: “Si decidí ser artista es porque no era lo suficientebuenocomofalsificador”.
La razón por la que una persona se hace pasar por otra no reside solo en conseguir un beneficio económico sino emocional