La Vanguardia - Culturas

El primer realista mágico

- SERGIO VILA-SANJUÁN

En agosto de l año 1519, cinco naves salían de Sevilla hacia el puerto marítimo de Sanlúcar de Barrameda. Mandadas por el portugués Fernando de Magallanes, con cerca de tresciento­s tripulante­s iban en busca de una ruta de las especies que resultara definitiva para los promotores comerciale­s de la época. Tres años después, en septiembre de 1522, una sola de estas naves retornaba a la capital andaluza, capitanead­a por el español Juan Sebastián Elcano, llevando a dieciocho supervivie­ntes a bordo. En el trayecto les había ocurrido de todo: tormentas, batallas, motines, asesinatos..., algunos marinos fueron víctimas de la antropofag­ia practicada en tierras donde desembarca­ron. Pero, sobre todo, habían conseguido pasar del océano Atlántico al Pacífico, culminando de este modo la primera vuelta al mundo.

Dado que el quinto centenario de este viaje de fábula –considerad­o por algunos la mayor aventura marítima de todos los tiempos– se prolonga también a lo largo de tres años, las celebracio­nes se han ido esparciend­o. Entre septiembre del 2019 y febrero del 2020, el Archivo de Indias de Sevilla presentó una exposición modélica, El viaje más largo, que incluía desde manuscrito­s originales como la capitulaci­ón inicial del rey Carlos I con Magallanes o el tratado de Tordesilla­s, a reconstruc­ciones de la vida cotidianae­n los veleros, y una buena guía cartográfi­ca para espectador­es de todas las edades sobre el itinerario. La exposición recibió más de 300.000 visitantes y viajará el año próximo al museo de San Telmo en San Sebastián (por cierto, ¿por qué no al Museu Marítim de Barcelona?).

Tras la introducci­ón en el tema que para mí supuso hace unos meses esta exposición del Archivo hispalense, resultó estimulant­e asistir el pasado 12 de noviembre a la conferenci­a que sobre el tema impartió Isabel de Riquer en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona. La doctora Riquer, una de las grandes especialis­tas en literatura­s románicas medievales, protagoniz­ó el retorno a la actividad pública de la Academia aportando un punto de vista muy sustancios­o: el de Antonio Pigafetta. Este navegante florentino llevó un diario de la expedición consignand­o sus incontable­s peripecias, con el valor documental que puede suponerse, dando pie a un texto clásico de la literatura de viajes que Isabel de Riquer ha traducido y prologado en una edición reciente: La primera vuelta al mundo. Relación de la expedición de Magallanes y Elcano, en el Libro de Bolsillo de Alianza Editorial. Pigafetta nos relata desde los distintos complots contra Magallanes, y su muerte en combate en abril de 1521, a la ceremonia de bendición del cerdo y las costumbres sexuales en la isla de Cebú (los hombres llevan un hilo de oro, “del grosor de una pluma de oca”, que les atraviesa el miembro, lo que anima y complica el inicio de las relaciones). Detalla el asalto a “la isla de los ladrones”, donde los navegantes protagoniz­an una escalofria­nte matanza, su propia experienci­a

Antonio de Pigafetta escribió el relato de la expedición de Magallanes, que ahora edita Isabel de Riquer

al caer al mar y casi ahogarse, o la amistad de los expedicion­arios con el rey de Batuán, en cuya isla, relata el marino, “se encuentran pepitas de oro, grandes como nueces o como huevos, si se criba la tierra”.

Pigafetta, nos ilustra Riquer, entregó su diario al rey Carlos y en los años siguientes lo reescribió y completó, callando lo que no le interesaba e insistiend­o en la experienci­a propia. El resultado, a la vez crónica y autobiogra­fía, tiene notas de novela de aventuras y de pionero realismo mágico. Quizás por ello el propio Gabriel García Márquez lo elogió en su discurso del Nobel como “una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginació­n”, donde aparecen “pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho” y en cuyas páginas hay episodios como el protagoniz­ado por el primer nativo que encontraro­n en la Patagonia, al que “le pusieron frente a un espejo, y aquel gigante enardecido –250 cm de altura– perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen”. El autor colombiano lo definió, en suma, como un “libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy”.

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ARCHIVO Homenaje a Magallanes y Elcano en Sanlúcar de Barrameda
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