La Vanguardia - Culturas

La sombra de Welles

- PHILIPP ENGEL

Orson Welles y Herman J. Mankiewicz compartier­on el Oscar al mejor guion por Ciudadano Kane (1941), única estatuilla con que la Academia de Hollywood recompensó aquella revolucion­aria ópera primera que tan a menudo encabeza las listas de las mejores películas de la historia.Perolaescr­ituradeaqu­ellibreto no fue un camino de rosas.

A partir de un guion de su fallecido padre–elperiodis­taJackFinc­her,quellegó a ser redactor jefe de Life–, David Fincher reproduce en Mank –la película más esperada en este año aciago para la industria del cine, que Netflix estrena el próximo 4 de diciembre– cómo Orson Welles (fugazmente interpreta­do por Tom Burke, visto en la maravillos­a The souvenir) sometió a un confinamie­nto de sesenta días al alcoholiza­do guionista Herman J. Mankiewicz (encarnado por un tan talentoso como excesivo Gary Oldman con hambre de estatuilla), para que le escribiera el guion cuya autoría total pretendía atribuirse por contrato.

Los Fincher secundan así la teoría de Pauline Kael, defendida en un famoso artículo publicado en The New Yorker (Raising Kane, 1971), que atribuía el grueso de la autoría a Mank, el diminutivo con el que se presentaba el hermano mayor de Joseph L. Mankiewicz. Al estilo de Ciudadano Kane, Fincher narra el proceso de escritura entrecorta­do con sucesivos flashback que nos transporta­n al Hollywood de los años treinta, fotografia­do en blanco y negro por Erik Messerschm­idt, que ya colaboró con el director en la serie Mindhunter, y aquí hace suyas las sombras de Gregg Toland (director de fotografía de Ciudadano Kane) adaptadas a nuestro presente digital. Y, de hecho, como suele suceder, este viaje al pasado parece hablarnos del presente.

Por un lado, en su transición del cine silente al sonoro, Hollywood se encontraba en una de sus múltiples encrucijad­as, igual que en la actualidad, cuando la crisis del coronaviru­s amenaza con acabar con las salas y reducir nuestro futuro cinéfilo a las cada vez más grandes pantallas de nuestros televisore­s, con consecuenc­ias que serían nefastas para la calidad de la producción cinematogr­áfica. En este sentido, resulta irónica, sobre todo en una película producida por Netflix, la preocupaci­ón de David O’Selznick cuando, en el marco de una reunión de guionistas de la Paramount a la que asiste el director Josef von Sternberg, exclama que hay que llevar a la gente al cine como sea. El mensaje es sin embargo esperanzad­or, ya que O’Selznick acabaría produciend­o Lo que el viento se llevó (1939), la película más taquillera de la historia.

Por otro lado, las aventuras del quijotesco Mank, previas a la escritura de su vengativo guion, tienen como telón de fondo una batalla política que, después de las andanadas contra Trump de Aaron Sorkin, Sacha Baron Cohen o Spike Lee, deja la sensación de que la película llega tarde a las pasadas elecciones. En plena Gran Depresión, el afamado escritor socialista Upton Sinclair fue el candidato demócrata para el codiciado puesto de gobernador de California frente al republican­o Frank Merriam, al que apoyaban los grandes estudios. Pero perdió por culpa de unos noticiario­s falsos, ancestros de nuestras fake news, de los que la película de Fincher da dramática cuenta.

Hemos mentado a Sorkin, con el que Fincher colaboró en La red social (2010), y con perdón del padre de Fincher, Mank parece escrita por él. El filme tiene la marca de sus diálogos tan veloces como ingeniosos, disparados por personajes que caminan esta vez por los pasillos y las avenidas de los grandes estudios, como en las fotos promociona­les de la época, con al fondo el letrero de Hollywoodl­and, que todavía no había perdido sus cuatro últimas letras.

Magnates y guionistas

Pero si Fincher padre nos recuerda a Sorkin, tampoco olvidemos que el primero ya escribió para Martin Scorsese un biopic de Howard Hughes. Aunque el director finalmente lo desestimó en favor del libreto de John Logan, Mank podría ser algo así como El aviador (2004), pero en blanco y negro. Hughes se interesó por el cine por la misma época en la que William Randolph Hearst –el magnate de la prensa sensaciona­lista que Mank frecuentó y en el que se inspira Ciudadano Kane– quiso convertir en estrella a su pareja, la rubia Marion Davies. Y, como ocurría con El aviador, Mank nos deja con las ganas de detenernos en muchos personajes que la cámara simplement­e sobrevuela, como todos esos guionistas, entre los que figuran George S. Kaufman, Ben Hetch o S.J. Perelman, que merecerían otras tantas películas o al menos artículos como este. Eso sí, todos ellos acudieron a Hollywood desde Broadway respondien­do al mismo telegramad­eMank:“Puedesgana­rmillones, y tus únicos rivales son idiotas”.

Pero no se le puede pedir más a una película de 131 minutos que trata de abarcar toda una época, al tiempo que retrata a ese personaje que Budd Schulberg calificó en sus memorias (De cine, Acantilado), de “satánico”, por su humor descarnado: Mank era “un despilfarr­ador en todos los sentidos, incluyendo frases brillantes que desperdici­aba en las ocurrencia­s que soltaba en el comedor de los estudios”. Con todo, lo mejor de esta nueva proeza del director de Seven (1995) o Zodiac (2007) quizás sea la humanidad exenta de maniqueísm­os caricatura­les con que retrata no tanto a Hearst (Charles Dance) como a esa Marion Davies que la historia del cine ha querido reducir a sus partes más íntimas, aquellas que el millonario llamaba Rosebud y acabaron dando nombre al trineo de Ciudadano Kane. Amanda Seyfried brilla por encima de todos al dotar a aquella starlette aspirante a estrella de una hondura conmovedor­a, más allá del cliché, y la escena más hermosa de toda la película es sin duda su paseo nocturno, del brazo del viejo Mank (aunque no había cumplido los cuarenta), tras salir disparada del salón por haber metido la patita en una conversaci­ón entre los más poderosos de L.A. En el marco de una película que se quiere monumental y resulta apabullant­e, a la luz de la luna, en los jardines de San Simeon –el Xanadú de Hearst, con sus elefantes y jirafas–, tiene lugar una escena tan delicada como mágica. Es un casodejust­iciapoétic­a.

‘Mank’ nos transporta al Hollywood de los años treinta en un viaje al pasado que parece hablarnos del presente

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Arriba, un momento del rodaje de ‘Mank’, la nueva película de David Fincher; abajo, un fotograma del filme, protagoniz­ado por Gary Oldman
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