Artista de su propia vida
‘Simón dice’, y apunta Miqui Otero
El juego de “Simón dice” consiste en ejecutar las indicaciones que va dando un conductor (Simón), siempre y cuando comiencen con las palabras que bautizan al juego. Un participante falla si realiza la tarea sin mediar estas (por ejemplo, saltando a la pata coja al oír “salta a la pata coja” en vez de “Simón dice: salta a la pata coja”). Las probabilidades de errar aumentan en paralelo a la velocidad a la que se imprimen las órdenes. Reseñar a estas alturas Simón ,la cuarta novela del también periodista y profesor Miqui Otero (Barcelona, 1980), invita a aplicar las reglas del pasatiempo homónimo. Las generosas ventas, la positiva recepción crítica, el entusiasmo viral y la campaña editorial (“una de las novelas más conmovedoras y auténticas de los últimos tiempos”) vendrían a ser el Simón que dicta un mandamiento (“Simón dice que digas que Simón es (adjetivo despampanante)”). Cada día más, por la rapidez en los consensos, la labor del crítico se antoja “antisimoniana”. Aquí va una argumentación que pretende respaldar y matizar.
Simón es la historia de Simón, al que conocemos cuando tiene ocho años, en 1992, y del que nos despedimos a los 34, en el 2018. Hijo de un matrimonio gallego que es copropietario de un bar familiar y modesto, su vida quedará marcada por un primo hermano tarambana y carismático, Rico, que lo introducirá en la lectura como brújula para moverse por el mundo antes de que asuntos turbios lo fuercen a desaparecer, dejando atrás una estela de dolor y misterio (tesoro escondido incluido) pero también un peligroso legado romántico sobre cómo conducirse por la existencia. Simón es pues una Bildungsroman o novela de formación y podríamos argumentar que asimismo una Künstlerroman o novela de artista (no tanto por cómo retrata el camino de perfeccionamiento del protagonista en el ámbito culinario sino por su empeño en devenir el artista de su propia vida). Quizá más interesante es verla como una emotiva y festiva aproximación a la tensión entre vida y literatura, a los abismos que se abren cuando el mantra “todo está en los libros” se resquebraja, a la distancia entre quién pretendes ser (por creerte las astucias y los trucos en los que se sustenta la ficción literaria) y quién eres cuando el tiempo y la realidad liman los sueños y fantasías. Y, ojo, que todo este baño de realidad no te derrote sino que te ilumine.
Otero entrelaza muy bien el trayecto personal de Simón –con un énfasis especial en las mujeres que alicatan su camino– con la evolución física y moral de Barcelona (de los Juegos Olímpicos a los atentados del 17-A), equilibra su tono de fábula apuntando contra numerosas lacras (de las tonterías de la gastronomía creativa a la especulación inmobiliaria, de los abusadores sexuales a los explotadores laborales), y rezuma encanto en la composición de ambientes y personajes secundarios. Por
Un retrato personal y literario de Barcelona, desde los Juegos Olímpicos hasta los atentados del 17 de agosto
descontado que hay préstamos de Marsé y Casavella, pero engastados en una mitología y unos recursos propios.
Y esta mirada intransferible pasa por revestirlo todo, incluso lo más crudo, de una pátina tierna y un distanciamiento socarrón, partiendo de un narrador entregado a resultar cómplice y ocurrente (amparado en parte, hay que reconocerlo, por los códigos de las novelas de espadachines). Si nos resistimos por un momento a seguir las normas del “Simón dice”, puede que convengamos en que Simón habría ganado moderando un poco las ansias de emulsión poética, la insistencia en la frase memorable y los brotes de adjetivación recargada, dosificando los momentos especiales y los baños de ensoñación. Otros dirán que eso es precisamente lo que la hace especial. En cualquier caso, un logro en muchos sentidos que, a su vez, anuncia que lo mejor de la literatura de Miqui Otero –alguien que, como Scaramouche, nació con un don– está por llegar.
Miqui Otero Simón
BACKIE BOOKS. 448 PÁGINAS. 23 EUROS