“Las mujeres pobres están limitadas para decidir su maternidad”
Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982), socióloga y economista, máster en Estudios de Género, Mujeres y Ciudadanía por la Universidad de Barcelona, ha irrumpido con fuerza en la narrativa actual con su primera novela, Casas vacías (Sexto Piso), que colgó primero en internet. El libro de Navarro –una obra corta de 161 páginas– te azota y atrapa a partes iguales por la intensidad de la historia y la contundencia de la escritura. En Casas vacías se alternan las vidas de dos mujeres mexicanas: una de clase media, madre de un niño autista de tres años, Daniel; y otra, una mujer humilde con un entorno violento que un día decide coger al pequeño mientras juega en el parque y criarlo como su hijo –lo llamará Leonel–.
El niño de su novela nació en México un 26 de febrero, como usted. Barcelona –donde usted vivió un tiempo– aparece de fondo para ubicar una de las historias del libro y escribe algunas frases en catalán. ¿Hay más elementos de su biografía en el libro?
No hay nada más. Si acaso creería que son unas salpicaduras casi que por error. ¿Recuerdan cuando el personaje de Sabina en La insoportable levedad del ser deja una
mancha roja en uno de sus cuadros y cada vez le hace más sentido ese error? Así miraría yo estos dos datos que menciona. Todo es ficción, soy una férrea defensora de la ficción.
Las dos protagonistas viven desasosegadas el hecho de ser madres y verbalizan su malestar. “La maternidad es para siempre”, clama angustiada la madre del niño. ¿Ha querido con este personaje dar voz a las mujeres que viven de forma ambivalente su maternidad? Nuncapenséendarlevozanadie,másque a las personajas. Fui muy cuidadosa en no relacionar mis necesidades como ciudadana con las dos voces de la novela. La literatura es el único espacio donde puedo discernir entre las cosas de la condición humana sin tener que hacer ningún juicio sobre la misma, es solo una exposición de los hechos ficticios y tratar de comprender algo, si algo hay que comprender.
La otra protagonista del libro es una mujer humilde que ansía con fruición ser madre y que proyecta la idea de una familia y un hogar como salvación. ¿Vincula esa visión de la maternidad a un estrato social? Definitivamente no. En la actualidad, esas ansias pueden verse con mayor ahínco en los estratos más altos; son las mujeres con capacidad económica las que pueden pagar la congelación de sus óvulos, las que hacen tratamientos de reproducción asistida y quienes están normalizando que las mujeres pobres gesten a bebés que luego ellas criarán. En América Latina y las mujeres con menos recursos en España son las que siguen siendo condenadas por querer ejercer su derecho a interrumpir sus embarazos. En América Latina la falta de acceso a derechos sexuales y reproductivos en las adolescentes está condenándolas a que sean madres a edades casi infantiles, las llevan a un círculo sin salida en el que serán eventualmente madres solteras, empobrecidas y estigmatizadas socialmente. Por otro lado, quienes buscan maneras de ejercer un aborto pueden perder la vida porque en muchos de estos países está prohibido y penalizado y se practican en condiciones insalubres o son encarceladas. Hay muchas mujeres encarceladas por practicarse un aborto. Son siempre las mujeres de estratos sociales más bajos las que suelen verse limitadas para ejercer su maternidad.
“¿Qué es un desaparecido? Es un fantasma que te persigue como si fuera parte de una esquizofrenia”, escribe. La angustia de alguien borrado del mapa de un día para otro nos lleva a tantas personas desaparecidas en su país. ¿La desaparición del pequeño es una forma de reivindicar su recuerdo?
No hay reivindicación sino dolor. Hay dolor no procesado, no se nos está dando la oportunidad de salir del shock y tener un duelo como sociedad. Eso es lo que yo propongo en la novela, hablar del dolor,
“En América Latina la falta de acceso a derechos sexuales condena a ser madres en edades casi infantiles “
de mi concepción personalísima del dolor. Es cansado que se vea a América Latina como un espacio en el que todo lo que nos suceda tiene que ser una reivindicación, porque se revictimiza a las personas, se les exige que sobrevivan y reivindiquen, pero ellas tienen derecho a no querer resistir ni sobrevivir. Yo inicié esta historia en el 2013, cuando las desapariciones estaban en su peor momento. No para, muchas mujeres desaparecen cada día.
La violencia atraviesa las páginas, una violencia arraigada en los comportamientos del día a día. ¿La escritura puede ayudar a concienciar y a modificar esas conductas?
Si la escritura, el ejercicio de escribir, puede hacerlo, me parece maravilloso, ojalá que sí. Lo veo desde un punto de vista donde la imaginación, el proceso de crear, pueda ser una herramienta de expresión que puede modificar conductas en la persona que crea y usa su imaginación. Pero me desmarco de la literatura que busca ese fin. Yo no quiero concienciar a nadie. En todo caso quiero conversar, y la única forma en que lo he logrado es escribiendo y mostrándolo al mundo.
¿Cómo valora la tendencia actual de libros que abordan el tema de la maternidad?
Es genial que existan muchos libros que aborden los temas de las maternidades. Me preocupa que el mercado lo aproveche al máximo y después quiera volver a desplazar a las escritoras porque ya nos cedió espacios y hay que hablar de otras cosas. Las escritoras no solo hacemos temas relacionados con las maternidades, nos interesa la creación literaria como tal y nos toca seguir peleando esos espacios para que más escritoras sean leídas.