Hacia la nueva aventura
El politólogo malagueño Antonio García Maldonado reflexiona sobre el progreso
Aunque se licenció en Economía y ha trabajado en consultoras de prestigio, Antonio García Maldonado (Málaga, 1983) es un profesional del pensamiento. No es profesor ni filósofo. Ejerce la crítica literaria, escribe sobre política internacional. Ha colaborado con diversas editoriales: informes de lectura, traducciones (Thoreau, Woodward, Fukuyama) o ha dado forma a los últimos (y buenos) ensayos de Garrigues Walker. Tampoco es un erudito. Digamos que, como poco, es un espectador culto, pero más justo sería caracterizarle como un humanista de nuestro tiempo: alguien que piensa con sustancia.
En los últimos años dicha sustancia la ha trasvasado al discurso público cuando ha estado en círculos de confianza de políticos de primer nivel, porque ha discurseado para presidentes como Pedro Sánchez o Manuel Cruz. ¿Cómo deben ser esos textos? No sé si existe una retórica del discurso presidencial, pero imagino que en lo esencial parten de una determinada interpretación del pasado, elaboran un diagnóstico sobre el presente y proponen un proyecto colectivo para el futuro. Y esta es la forma interna de El final de la aventura, su primer libro de autor.
El ensayo de García Maldonado, atractivo e inteligente, se instala en uno de los nudos de nuestra crisis: el colapso del “mito del progreso”, en palabras del Cruz prologuista, desguazado desde el 2008. O, en imagen del autor en su introducción, “el futuro ha pasado de tierra de promisión a sótano de las pesadillas laborales, medioambientales y, ahora, sanitarias”. De entre las causas de ese no futuro él se concentra en la imposibilidad de nuevas aventuras: ya no habría lugar para esos proyectos individuales de adquisición de nuevo conocimiento que imbricaban y redundaban en el colectivo y que, a través de ellos, una sociedad compartía el anhelo de progreso en comunidad.
El paradigma de esas aventuras podrían ser las empresas renacentistas de los descubridores o el trabajo de pioneros de la investigación científica (son casos que van compareciendo en el libro), pero ahora el nuevo mundo solo parece poder conquistarlo una elite que, gracias a una educación restringida, posee un conocimiento para expertos y que, por su complejidad técnica, el común de los mortales no tiene forma de comprender ni usar en su beneficio. Para nosotros, mientras diseminamos nuestra oquedad de datos en las redes y nos resignamos a las profecías espectrales donde naufraga nuestra civilización (aquí el libro conecta con Ciberleviatán de Lassalle), la aventura habría terminado. Pero ¿pueden existir nuevas “empresas que aúnen la pulsión y la vocación personal con algo mayor que atañe a la comunidad”? ¿Existen proyectos que permitan redignificar el valor del trabajo, reconstruir lazos comunitarios, generar esperanza colectiva gracias a nuevo conocimiento? “La historia nos da buenos ejemplos también de cómo se pueden aprovechar estas circunstancias para lograr algo más, algo mejor, algo en común que nos defina, nos impulse y nos ayude a progresar en conjunto”.
La respuesta ante la Covid podría ser el prólogo a una nueva aventura salvadora: la lucha contra el cambio climático. La pandemia puede haber creado la conciencia de estar en un momento de transición que sitúa como horizonte necesario el Green New Deal cuando el contrato del progreso, tal como lo concebíamos, parece haberse cancelado. Y junto a esa aventura, otra sobre la que el autor ha acumulado recortes y más recortes de prensa: la nueva frontera de la colonización del espacio.
Antonio García Maldonado El final de la aventura
LA CAJA BOOKS. 185 PÁGINAS. 17 EUROS