Sospechosos
Javier Montes y Roberto Peregalli muestran su fascinación por el tiempo como factor de creación
En el Palais de Tokyo de París, uno de los centros más prestigiosos de arte contemporáneo de Europa, pude visitar en el año 2016 la exposición Double Je. En su programa de mano se podía leer: “Visitar Double Je es explorar una escena del crimen, imaginada especialmente por el escritor Franck Thilliez para esta exposición”. La experiencia vivida en aquella exposición, donde uno tenía la impresión de avanzar en un laberinto sin salida, ha regresado gracias a un extraordinario y certero ensayo de Javier Montes. El título no puede ser más elocuente sobre el propósito del autor: El misterioso caso del asesinato del arte moderno. La propuesta consiste en descubrir quién y cómo se perpetró el asesinato del arte retiniano en el arte conceptual. La escena del crimen revela cómo el arte moderno sucumbe ante un arte especulativo, “increado”, donde la intención y los conceptos triunfan donde antes triunfaron las formas y colores.
Javier Montes apunta a la fotografía de Man Ray Criadero de polvo, realizada en 1920, que documenta la elaboración de la emblemática obra de Marcel Duchamp El gran vidrio como la obra/lugar que certifica el asesinato del arte moderno. El problema de analizar el ensayo de Javier Montes es que uno tiene la impresión de incurrir en un delito/spoiler si desvela las claves de esta obra policiaca propuesta porMontes.Paranodesvelarloqueellector debe descubrir me centraré en uno de los aspectos más estimulantes del libro. Me refiero al carácter ambiguo, especulador, poético, mágico, rupturista y anticipador contenido en unas elocuentes motas de polvo retratadas por Man Ray con su cámara/aspirador. La clave de esta enigmática obra estriba en la capacidad de haber retenido, mostrado y fijado el tiempo; para ser más preciso, de ser una fotografía/máquina del tiempo. Man Ray describe que “había polvo sobre el vidrio, y los restos del algodón y las servilletas de papel que había usado para limpiar las partes acabadas le daban un aire aún más misterioso...”. Montes nos hace mirar/interrogar. ¿No será ese mismo tiempo aprisionado, esclavizado, forzado a arar y sembrar polvo, el que acaba siendo el autor de la obra Criadero de polvo? Las pesquisas de Montes son circulares, divagatorias, envolventes y sugestivas. Nos sumerge en un asesinato donde los lectores acabarán más fascinados por las motivaciones de los sospechosos que por la víctima.
Siguiendo con la fascinación del tiempo como factor de creación más allá de la voluntad de los hombres, encontramos otro fascinante ensayo de Roberto Peregalli, Los lugares y el polvo.Esunelogiosobre la belleza de la imperfección; un elogio del instante como verdad. Los capítulos dedicados a las ruinas, la luz, la pátina o los cristales permite ahondar en la importancia del tiempo al trascender en las obras de arte, objetos, edificios o paredes. Esunalegatocontraelfervorporlonuevo y la inclinación del hombre moderno por borrar todo vestigio del paso del tiempo. “El polvo que empañaba las ventanas de nuestras casas ha sido barrido”. Es un libro/testimonio a favor de recuperar la pátina. “El polvo se deposita sobre las cosas. Les da vida. Las inserta en el tiempo”. La lectura de los dos ensayos nos convierte a todos en sospechosos de haber participado en un asesinato que, siendo trágico,eselespíritudenuestraépoca.
Montes apunta a Marcel Duchamp y su ‘Gran vidrio’ como la obra/lugar que certifica el asesinato del arte moderno
ELBA. 148 PÁGINAS. 21 EUROS