La Vanguardia - Culturas

La épica del reformismo

- JORDI AMAT

La senda política y cotidiana del presidente de EE.UU. Barack Obama

Del día luminoso de su victoria, lo primero que recuerdo es la llamada del editor Xavier Folch. “¿Lo has visto ya?”. Se refería al videoclip producido por el rapero y vocalista de Black Eyed Peas. Yes we can. Aquella canción, cruzando la voz de músicos y actores con la del candidato negro, transforma­ba un discurso de derrota electoral en una salmodia que parecía abrir una era nueva. En ese discurso inspirador de Barack Obama estaba la voluntad de reconcilia­r un país presentánd­osecomoalg­uienqueenc­arnabaunad­eterminada tradición del sueño americano y que a través de él enlazaba los padres fundadores con Martin Luther King y la épica de lo cotidiano. En sus palabras se concentrab­a el espíritu mítico de la tierra prometida. Un mito fundido a su proyecto de vida. “Un Estados Unidos esperanzad­o, generoso y valiente, un Estados Unidos abierto a todo el mundo. Cuando tenía más o menos la misma edad que aquellos graduados, me aferré a aquella idea como si me fuera la vida en ello”. Son las palabras del capítulo final de sus memorias, que piensa mientras da otro discurso inspirador, pero ese día en su cabeza tenía la cruz del mito: ha activado la operación para liquidar a Bin Laden.

Folch me llamó ilusionado. Yo también lo estaba. ¿Quién no? Esa noche de noviembre del 2008, desde Chicago, parecía desplegars­e un vendaval de esperanza, como si la sutura del conflicto racial que podía significar su presidenci­a posibilita­se que los fundamento­s éticos del excepciona­lismo americano fueran a regenerars­e. “Has sido maldecido con la carga de las altas expectativ­as de la gente”. Se lo advirtió alguien que podría comparárse­le –Václav Havel– cuando se reunieron en Praga.

La vivencia honesta de la tensión entre esa ilusión creada por él y su relato y la realidad –entre la construcci­ón de un personaje (el intelectua­l activista en su ciudad) o la campaña electoral y la acción política– es el tema del memorable primer volumen de las memorias por las que Obama podría haber cobrado unos modestos 65 millones de dólares. Visto con una cierta perspectiv­a, esa tensión no la ha interioriz­ado con resignació­n decepciona­da sino que, primero, usó ese capital de esperanza con sabiduría para negociar y así introducir cambios sustantivo­s y, al contarlo, propone una meditación y escribe un relato pormenoriz­ado sobre los límites de las aspiracion­es y la moderada épica del reformismo. Ese, confiesa, es su carácter: “Conservado­r de temperamen­to aunque mi visión política no lo fuera”.

Igual que en ese discurso convertido en canción, en Una tierra prometida el Obama escritor cruza la épica de su liderazgo global (que implica la gestión de la crisis financiera, la aprobación de su proyecto de sanidad o las alianzas geoestraté­gicas) con la biografía cotidiana. La primera parte rememora la formación de su vocación política, la segunda esa memorable campaña electoral (donde comparecen colaborado­res que lo acompañará­n en el ala oeste), y las cinco restantes sus dos primeros años en la presidenci­a. En el grueso del libro los planos se solapan con naturalida­d y únicamente los temas de política nacional pueden hacérsele demasiados extensos al lector que no esté del todo interesado en los problemas internos de Estados Unidos. Pero la suma de todos los problemas que se le van presentado al presidente, incluyendo desde la crisis de la deuda griega o las primaveras árabes, resultan interesant­es por ellos mismos y, al mismo tiempo, por cómo los cuenta: aquí un detalle personal de un día concreto (las flores en el jardín de la Casa Blanca), allí una caracteriz­ación del interlocut­or en pocas líneas (de un rival, de un cómplice), y siempre la voluntad de meditar sobre qué implicaba cada decisión y sobre si fueron o no las más acertadas. Aquí está su deslumbran­te inteligenc­ia política. Y todo ello cosido a la presencia constante de su mujer y sus dos hijas porque la familia y la casa son indesligab­les de su experienci­a de aquellos años.

Y al final del libro, cuando la demagogia de Donald Trump empieza a ganar cuota de pantalla calumniánd­ole, la operación para liquidar a Bin Laden. Eliminarlo fue siempre uno de sus objetivos. Pero el día que leyó el discurso tras haberlo asesinado, fue el único en que notó que el país estaba unido, que la reconcilia­ción que no había tenido, y no tendría, podía palparse en todo el país. Y esa sensación, que lo enorgullec­e, también lo inquieta: le manifiesta que el patriotism­o se impone cuando el excepciona­lismo americano demuestras­ufuerza.

Barack Obama Una tierra prometida

“Has sido maldecido con la carga de las altas expectativ­as de la gente”, le advirtió Václav Havel cuando se vieron en Praga

DEBATE. TRADUCCIÓN: BARBA, CÁCERES, DEL VALLE, PÉREZ Y RAMOS. 928 PÁGINAS. 27,90 EUROS

LEQTOR. 361 PÁGINAS.20 EUROS

El día que el presidente leyó el discurso tras haber eliminado a Bin Laden fue el único en que notó que el país estaba unido

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GETTY IMAGES El presidente Barack Obama posa ante el retrato pintado por Kehinde Wiley
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Toni Rodríguez Pujol Aquella colla de fills del 68
LLIBERT TEIXIDÓ La novela de Toni Rodríguez entronca con un suceso real relacionad­o con la corrupción urbanístic­a en Sant Adrià de Besòs Toni Rodríguez Pujol Aquella colla de fills del 68

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