El llano en llamas
Ariadna Castellarnau, nacida en Lleida en 1979, de pequeña se crió en una granja y allí se refugió en la lectura. Licenciada en Filología Hispánica y Teoría de la Literatura por la Universidad de Barcelona, entre los años 2009 y 2016 vivió en Buenos Aires, donde se trasladó para trabajar en una tesis sobre Macedonio Fernández que nunca terminó pero que ya marca una dirección en sus gustos literarios. Como periodista cultural y como cronista, ha colaborado en las más importantes publicaciones argentinas. En el 2015 publicó la novela Quema, que “proféticamente” narra el fin del mundo por culpa de una plaga de origen desconocido. Como en 1984 de George Orwell, el futuro está visto como un presente: el que estamos viviendo ahora.
Los ocho relatos de La oscuridad es un lugar la confirman como una escritora de enorme talento. El título procede de un verso de Dylan Thomas: “Lo oscuro es un camino y la luz es un lugar”, y se abre con una cita de Angela Carter: “Lo invisible es sólo otro país inexplorado, un extraordinario nuevo mundo”. Para la escritora, en su novela “los personajes habitan en la oscuridad porque están atrapados en la soledad, en la culpa o en dinámicas familiares asfixiantes”. En declaraciones a Lara
Gómez Ruiz en las páginas de este periódico, señala que sus cuentos “funcionan como espejos retorcidos donde los personajes descubren quiénes son verdaderamente”, como los espejos del Callejón del Gato de Valle-Inclán, pero que en lugar de conducir al esperpento lo hacen al horror, atraída por el género fantástico, “ya que me permite desarrollar la imaginación y conocer el mundo desde diferentes puntos de vista, que no son los habituales”.
Relatos ambientados en un paisaje que con frecuencia recuerda al Juan Rulfo de El llano en llamas, no todos tienen la misma intensidad, y es bueno que sea así. Nos encontramos con situaciones raras o curiosas, dominadas por la extrañeza y las tensiones, y donde “el sueño de la razón produce monstruos”. Vivimos en el horror, en una escritura absorbente que merece todos los elogios.
En el relato con el que se abre el libro, La oscuridad es un lugar, aparecen ya muchos de los rasgos del conjunto. La tierra es roja, “para que la sensación de calor y agobio sea mayor”. Lucía, su hermano y su padre se están escondiendo mientras tratan de cruzar la frontera para fugarse del país tras el intento, encabezados por el Sueco, de tomar la fábrica. Hace tanto calor que Lucía siente que su cuerpo levita. “Son impresiones falsas. Tal vez derivadas de este silencio construido a la medida del clima, del aire espeso que parece estar saturado de harina caliente”. Pero, así como el padre siente que se está dirigiendo a un lugar peor, ella es sorprendida desnuda por Largo y entiende la grandeza de este instante y está feliz de que él “la lleve hasta el lugar que está esperándola allí afuera, desde siempre y para siempre”.
Destaco aquí, por su extrañeza, De pronto el diluvio. El padre de Mauro rescata unos huesos con los que reconstruye una muñeca, como si fuese el cuerpo todavía vivo de la hermana pequeña, Miranda. Nada tiene sentido en un relato donde la intensidad lírica está presente en la mayoría de los relatos marcados por la fuerza del paisaje. No hay solo horror aquí sino al mismo tiempo una inmensa y reconfortante belleza, una “paz bondadosa”, que vivimos a merced de la imaginación.
Ariadna Castellarnau La oscuridad es un lugar
DESTINO. 160 PÁGINAS. 18,90 EUROS