Lo demás es silencio
Clara Pastor nos ofrece once relatos de curiosa unidad donde lo vivido y lo sentido con centrales
Clara Pastor (Cambridge, Massachusetts, 1970) estudió Relaciones Internacionales en Barcelona y Literatura Comparada en Boston. Es traductora y profesora de literatura en Esade. En el 2009 fundó Elba Editorial, en la que publica principalmente ensayos sobre arte. Los buenos vecinos es su primer libro. Se trata de una colección de once relatos con una peculiar unidad, en la que cada relato parece llamar al siguiente. En entrevista con Xavi Ayén publicada en este periódico nos dice: “Mis relatos son situacionales, vienen de momentos vividos o de sentimientos que he tenido a los que subo el volumen para que funcione la impotencia, la sensación de que te abandonan”. Y si he titulado mi reseña Lo demás es silencio, robándole el título a Augusto Monterroso que a su vez se lo roba a Shakespeare (“the rest is silence”), es porque, en efecto, domina el silencio como forma de comunicación para no ofender a la otra persona, normalmente su pareja, y crear una crisis en la relación.
Y si Pastor habla de subir el volumen no lo hace recurriendo a la intensidad de la prosa. Más bien podría decirse que es gracias a cierta aridez expresiva que consigue subrayar las tensiones que se dan en prácticamente todos los relatos. Solo en la descripción de paisajes apela poéticamente a los sentimientos. Así, escribe en Fuera de temporada, “por el paisaje y la luz plomiza que se extiende sobre los campos castaños y rubios salpicados de árboles de copas redondeadas recortadas sobre el cielo”; en Cambio de piel (título tomado de la novela de Carlos Fuentes o de la canción de Marc Anthony), “al fondo la línea del mar se había desprendido de los espejos ociosos del día y se disponía a retirarse en un azul intenso que poco a poco se iría haciendo invisible”.
La naturaleza está siempre presente, algo muy frecuente en nuestra narrativa actual, aquí en forma de las flores (el jarrón volcado o el perfume de las flores), en El triunfo de la botánica, donde “las cosas hay que vivirlas con intensidad”; o, en Fuera de temporada, la idealización del campo y de la vida sencilla, el beatus ille de Horacio, que retomará Fray Luis de León.
Los animales, domésticos o no, tienen una importante presencia en la expresión de los sentimientos. Los gatos de Los buenos vecinos o Final del verano; los perros, muy especialmente en Yucatán; y los pájaros: “Como los pájaros antes del silencio de la noche, algo en su interior se agitaba, a la espera, anhelante”.
En este mundo, esta agitación interior palpita el corazón de estos relatos –de esta novela, iba a escribir–. Está, sobre todo, la tensión en las relaciones, la necesidad de desaparecer, la incomunicación, la desesperada espera y la necesidad de medir lo que se dice, el cuidado de no decir nada, la tensión “simplemente por callar lo que pensaba”, el insoportable velo de apariencia. Las parejas viven esta tensión, la de la espera o del abandono, “el desgarro de la pérdida”. Y, como contrapartida, las confesiones, la necesidad de reencontrarse. En este mundo de afectos y tensiones entran también los niños, los extraños y su presencia necesaria o inquietante. Son siempre personajes muy sensibles, para los que el mundo cotidiano se encuentra lleno de secretos, de misterio; necesitan la felicidad pero no pueden creer en ella. Asistimos continuamente a “la metamorfosis del dolor”, de quienes viven en “el terreno doloroso del que ambos se esfuerzan por salir” de Fuera de temporada. Relatos que son verdaderos documentos del alma marcados por la autenticidad de unas vidas vividas con todas sus consecuencias.
Clara Pastor Los buenos vecinos
Tensión en las relaciones, necesidad de desaparecer, incomunicación, desesperada espera..., una gran agitación interior
ACANTILADO. 176 PÁGINAS. 14 EUROS