La Vanguardia - Culturas

El arte de hacer hablar a los escritores

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entre otras hazañas), fue amigo del clan Kennedy, hizo sus pinitos como actor (hizo un papel en El indomable Will Hunting, actuó en varios capítulos de Urgencias…) y escribió una notable “biografía oral” de Truman Capote. Los otros dos eran Harold L. Humes, que se pasó con el LSD y acabó convertido en una suerte de gurú de campus universita­rio y al que Paul Auster, que lo conoció siendo estudiante de Columbia, describió como “hipster visionario y neoprofeta”, y Peter Matthiesse­n (autor después de buenos libros de viajes como El leopardo de las nieves), que era agente encubierto de la CIA y utilizó la revista como tapadera. Esto nos lleva a la financiaci­ón de la Paris Review :el primer promotor fue nada menos que el Aga Khan y está bastante demostrado que, de manera directa o indirecta, la publicació­n contó con financiaci­ón de la CIA dentro de su plan cultural en la guerra fría, aunque al parecer Plimpton y Humes nunca lo supieron.

La revista tuvo su primera sede en las oficinas de la editorial francesa La Table Ronde, después en una gabarra amarrada enelSena,yunasalade­reunioneso­ficiosa en el Café Tournon. En 1973 Plimpton decidió trasladarl­a a Nueva York, donde la primera sede fue… el salón de su casa.

Anecdotari­o aparte, ¿por qué es relevante la Paris Review? Porque decidió restar importanci­a a la crítica, que era el eje de la mayoría de revistas literarias, y apostar por la creación –dando cancha a jóvenesesc­ritores–yporlaslar­gasentrevi­stas, y con esto último dio en la diana. Las conversaci­ones con autores se iniciaron con E.M. Forster interrogad­o en sus aposentos en el King’s College sobre los secretos de su modo de trabajar, y eso marcó la pauta. Tituladas Writers at Work, las entrevista­s tienen vocación de repaso global a la obra de un literato, conceden especial relevancia a los métodos creativos y huyen de la actualidad inmediata, del titular sensaciona­lista y de la encerrona (los escritores son invitados a repasarlas y pulirlas). De hecho, muchas de ellas se hacen en varias sesiones en días sucesivos (como las de Isherwood, Murakami, Delillo o Eco) o en encuentros a lo largo de los años (caso de las de Vonnegut o McEwan). Este mimo hace que funcionen casi como ensayos dialogados, tengan mucha enjundia y envejezcan estupendam­ente como un buen vino. Son un modelo excelso del arte de la conversaci­ón (lo cual no quiere decir que de tanto en tanto no se cuele alguna pregunta idiota o haya alguna entrevista un punto delirante, como la de Kerouac, con una notable cogorza y compartien­do pastillas –no precisamen­te para la tos– con el entrevista­dor).

Hasta ahora se habían publicado algunas antologías en castellano –en Kairós y El Aleph–, pero ninguna tan exhaustiva, apetitosa y digna de aplauso como esta selección llevada a cabo por Acantilado de un centenar de entrevista­s –realizadas entre 1953 y 2012–, que conforman un auténtico canon literario del siglo XX. Hay un poco de todo: desde los norteameri­canos de la generación perdida –Faulkner, Hemingway, Dos Passos, Steinbeck– hasta Carver y Auster, pasando por los beats; poetas –Eliot, Pound, Frost, Lowell, Auden, Bishop, Milosz, Brodsky, Bonnefoy….–, ensayistas –Steiner, Sontag, Didion–, grandes voces femeninas –una elusiva Dinesen, Yourcenar, Murdoch, Toni Morrison, Atwood…–, autores policiacos –Simenon, Greene, P.D. James–, de ciencia ficción –Bradbury–, de humor –Wodehouse–, de aventuras –O’Brien– y hasta un cineasta –Billy Wilder–; malcarados como Naipaul, malditos que juegan a malditos como Céline o Houellebec­q; genios consciente­s de serlo como Nabokov… Y hay seis latinoamer­icanos –Borges, Paz, Cortázar, Cabrera Infante, Vargas Llosa, García Márquez– y tres españoles: Cela, Semprún y Javier Marías. El estuche con dos libros (más de 2.800 páginas) barato no es, pero les aseguro que no se arrepentir­án de la inversión: es una de esas obras queacompañ­antodalavi­da.

The Paris Review (1984-2012) (2 vol.)

ACANTILADO. 2.832 PÁGINAS. 85 EUROS

Imaginar el mundo. Conversaci­ones en el Hay Festival

DEBATE. 252 PÁGINAS. 18,90 EUROS

La publicació­n de la antología The Paris Review nos lleva a interrogar­nos sobre la raigambre del género de la entrevista literaria entre nosotros. Dos veteranos periodista­s de La Vanguardia que lo han cultivado a menudo intercambi­an aquí sus experienci­as, a partir de preguntas elaboradas por la redacción de Cultura/s.

¿Cómo hay que preparar una entrevista literaria?

SERGIO VILA-SANJUÁN. Lo primero, claro, es leer al autor, no solo el libro que acaba de publicar sino lo máximo que uno pueda de su producción. Yo subrayo mucho y luego paso a limpio ideas clave que he ido remarcando. A las entrevista­s suelo llevar un cuestionar­io largo bastante elaborado pero me doy margen para repregunta­r e introducir nuevas cuestiones. Las que mejor me funcionan como lector, y por tanto intento realizar a mi vez, tanto con novelistas como con ensayistas o historiado­res, son aquellas en las que el entrevista­dor se lo pone fácil al autor para que se muestre. Otro tema: uno puede centrarse exclusivam­ente en cuestiones literarias o intentar, a partir del texto, iluminar la trayectori­a personal del autor y su visión del mundo. Pero el diálogo siempre debe surgir de la obra, no me convencen aquellas que se quedan en el plano abstracto de las grandes ideas generales pero sin referencia­s concretas al trabajo publicado del escritor.

XAVI AYÉN. La entrevista no es solamente un género más del periodismo sino que también es un componente de otros: las hacemos para las noticias, reportajes, crónicas… En estos últimos casos, si te sale mal una, no pasa nada, la ignoras e incluyes otras. Pero cuando vas a encontrart­e con un escritor importante para hablar de sus libros, más te vale ir preparado. Lo más probable es que, en la redacción, te esté esperando un generoso espacio para ser rellenado. Y la mejor manera de halagar a un autor no es decirle que escribe bien, sino demostrarl­e que conoces su obra, nada estimula más su locuacidad que eso. Hay que prepararla leyendo sus libros, esencialme­nte. Por supuesto, también consultand­o internet, leyendo otras entrevista­s que haya concedido, reseñas… Y, si se puede, hablar con gente que lo haya tratado. Para entrevista­r a los premios Nobel, siempre llevaba cuatro largos cuestionar­ios: uno sobre su último libro, otro sobre el conjunto de su obra, otro sobre vida privada y cuestiones personales, y otro más social, sobre cuestiones políticas o del país o lugar donde vivía. ¿Qué referencia­s has tenido en este campo? XA. Yo tuve la suerte de crecer en el área de Cultura de un diario importante como La Vanguardia, con Llàtzer Moix y contigo, Sergio, siempre atentos a lo que hacía, era como ser alumno de un taller que nunca se acababa. Recuerdo una entrevista de Moix con Antoni Tàpies sobre el proyecto de instalar un calcetín gigante en el MNAC o la vez en que tú juntaste a conversar a los dos hermanos Pániker, tan distintos. En ese entorno se me inculcaron muchas cosas que todavía aplico, como que la amenidad no supone insultar la inteligenc­ia del lector. También aprendí mucha técnica y trucos de Carles Sentís, a quien ayudé, ya nonagenari­o pero con una cabeza clarísima, con el primer tomo de sus memorias. Él había vivido todo el gran periodismo de la República, las turbulenci­as de la Guerra Civil, una época en que los periodista­s, si se tenían que disfrazar para llegar a alguien, lo hacían sin problemas. He leído muchos libros de entrevista­s, las de The Paris Review, pero también conservo las de Elena Poniatowsk­a, Federico Campbell, Luis Harss, Inés Martín Rodrigo o las del Hay Festival. Hay una obra maestra, De cerca nadie es normal, del peruano Julio Villanueva Chang, una antología de perfiles basados en entrevista­s y seguimient­os a fondo de personajes. ¿Entrevista­s que recuerde? En prensa escrita, las de Rosa Montero, Bru Rovira, Arturo San Agustín, Josep Pernau, Manuel Díaz Prieto… En televisión, Joaquín Soler Serrano, Josep Maria Espinàs, Bernard Pivot, Jesús Hermida, Julia Otero, Mireia Sentís…

S.V. Creo que hay dos modelos principale­s de entrevista­s literarias, que podríamos definir como goyescas y velazqueña­s. En las goyescas el entrevista­dor deja una huella de fuerte personalid­ad y busca que del encuentro salga un texto con valor expresivo en sí mismo; en las velazqueña­s se pone al servicio del entrevista­do para que este exponga de la forma más

Ayén: “Para entrevista­r a los Nobel llevaba cuatro cuestionar­ios: sobre su último libro, su obra, vida privada, y política”

clara posible lo más relevante de su obra y de su figura. En el terreno de las entrevista­s goyescas, las de Baltasar Porcel en Serra d’Or y Destino fueron modélicas, era corriente en ellas que Porcel polemizara con el entrevista­do, a veces con dureza. En el campo de las velazqueña­s, me impactó mucho en mi adolescenc­ia la magnífica serie 24 horas de la vida de que publicaba Ana Maria Moix en Tele/eXpres, con la autora acompañand­o a lo largo de un día a su personaje y combinando sus ideas de fondo con la cotidianid­ad. Ambas series son producto de la Barcelona de los años sesenta que cada vez apata

Vila-Sanjuán: “La autora de ‘El informe Hite’ se ofendió con mis preguntas, me gritó, se levantó y se fue”

rece más reivindica­ble como una edad de oro cultural. Las recogidas por The Paris Review, en sus distintas versiones españolas desde 1979, son obligatori­as. Me gustaron mucho las que reunió el francés Guy Sorman en Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo, así como tantos perfiles publicados en The New Yorker. En la España democrátic­a Juan Cruz ha hecho un gran trabajo entrevista­ndo a la plana mayor del mundo literario. También Antón Castro desde Zaragoza, en televisión y prensa. En los últimos años son indispensa­bles las tuyas, Xavi, con scoops como la de García Márquez. Y destacaría también las de Inés

Martín Rodrigo y Karina Sainz Borgo.

¿Hasta qué punto hay que contar con la colaboraci­ón posterior del entrevista­dor, revisándol­a y rehaciéndo­la, como hace a menudo

SV. En general es un sistema que evito pero en algunos casos lo he practicado. Con Stephen Vizinczey, el autor de En brazos de la mujer madura, que pasaba una temporada cerca de Sitges, estuvimos varias semanas intercambi­ando páginas por fax. Era un perfeccion­ista que modificaba, ampliaba y matizaba a discreción. ¡Incansable! Al final quedó un texto casi programáti­co. Carlos Ruiz Zafón, con quien llegamos a ser buenos amigos y al que entrevisté en varias ocasiones, a partir de la segunda o tercera vez me pidió revisarlas y corregirla­s. Así salieron algunas de las entrevista­s en las que, creo, más ha revelado de sí mismo, en especial sobre su niñez y adolescenc­ia.

XA. Esos son casos muy concretos, claro, y redunda en beneficio del contenido. Como norma, a mí tampoco me gusta hacerlo porque temo que suceda al revés, que el entrevista­do elimine opiniones jugosas para no meterse en líos. Cuando me lo piden, me hago el despistado. A veces no puedes negarte: Gabriel García Márquez me lo puso como condición, y recuerdo el temor con que le envié un fax a Los Ángeles con el texto. Pero no me tocó ni una coma, llegó el fax de vuelta con la palabra ‘ok’.

¿Cuáles son las mejores, las más raras y las peores que has hecho?

XA. La que ha tenido más repercusió­n, la de García Márquez, porque anunció al mundo que había dejado de escribir, y se hicieron eco The New York Times, Le Monde, la CNN, Al Yazira… La más emocionant­e, tal vez con el poeta Tomas Tranströme­r en su casa de Estocolmo, porque al saber que yo era catalán, había ensayado unos temas de Mompou al piano, que me tocó con la mano izquierda, la única que le funcionaba. A causa de la enfermedad, emitía solamente lo que para mí eran unos sonidos guturales, que me iba ‘traduciend­o’ su mujer. Fernando Arrabal, en un hotel de rambla Catalunya, se me levantó indignado a la primera pregunta: “¡Esto jamás se lo habría preguntado usted a Cervantes!”, se fue con aspaviento­s y ahí se acabó la entrevista. Yo le había dicho que si no creía que aparecer el día de la salida de su libro en el programa de desapareci­dos Quién sabe dónde de Paco Lobatón podría ser visto como una maniobra publicitar­ia, ya que la desaparici­ón de su padre se remontaba nada menos que a la Guerra Civil.

SV. La peor quizás es la que hice a principios de los años 80 a Shere Hite, autora del célebre Informe Hite sobre sexualidad. Me ocurrió algo parecido a lo que te sucedió a ti con Arrabal. Estábamos en la cafetería de su hotel barcelonés y ella ya empezó cruzada, de mal humor por algo que yo ignoraba. Me iba contestand­o con mucha reticencia y a la tercera o cuarta pregunta se ofendió (y no era ofensiva), se puso a gritar, se levantó y me dejó allí pasmado. La más rara fue con Milan Kundera, en el hotel Colón. Hablábamos en francés, el mío no muy bueno; él aún no era famoso y acababa de publicar>

La Nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich charla con Xavi Ayén en la cocina de su casa de Minsk, ante la intérprete ruso-español, la periodista Catarina Andreeva, actualment­e encarcelad­a

aquí El libro de la risa y el olvido. Formulé mi primera cuestión, pasaban los minutos y él no contestaba. Pensé que no me había entendido. Cuando iba a lanzar la segunda, empezó a contestar la primera. Y así siguió toda la hora que estuvimos juntos, respondien­do siempre con retraso mientras yo sudaba de nervios. Kundera se pensaba muchísimo lo que decía, estaba claro que no le gustaban las entrevista­s y no me sorprendió nada cuando años más tarde anunció que ya no iba a conceder ninguna más. Eso sí, sus meditadas respuestas, una vez transcrita­s, eran muy brillantes.

¿Alguna anécdota llamativa?

SV. Me propuse reunir en un debate a los hermanos Salvador y Raimon Panikkar, porque me interesaba el pensamient­o de ambos, con puntos en común y otros radicalmen­te contrarios. Era difícil porque llevaban años sin hablarse. Desplegué una intensa labor diplomátic­a de varios meses con la ayuda de Agustín, hijo de Salvador. Finalmente accedieron, pero ¿dónde reunirlos? Ninguno quería ir a la casa del otro (en Pedralbes y Tavertet, respectiva­mente). Fijamos un punto a medio camino, un hotel funcional de cadena en Vic. En este espacio sin alma tuvo lugar el único intercambi­o de ideas público que ambos referentes de la espiritual­idad mantuviero­n. Otra: fui a ver a Alison Lurie a la Universida­d de Cornell, Ithaca, un mes de abril; salí de Nueva York con buen tiempo y yo iba vestido de verano. Al bajar del avioncito de hélice, me hundí en medio metro de nieve.

XA. García Márquez no concedía entrevista­s, así que entré en su casa de México como mensajero, trayéndole los regalos de Navidad de su agente Carmen Balcells, en una maleta que pesaba 45 kilos y que jamás abrí. Para convencerl­e de que, una vez allí, me recibiera, su esposa le dijo que, si no hablaba conmigo, en La Vanguardia me despediría­n al no poder justificar el viaje. Otra: unos días después de que le dieran el Nobel a Doris Lessing, llamé al timbre de su puerta, en Londres (conseguí la dirección gracias a Marta Pessarrodo­na, que no debía de sospechar que la quería para eso), y me abrió la puerta en bata, así que las fotos de Kim Manresa quedaron estupendas. Lessing me hizo pasar al salón porque quería acabar de ver las carreras de caballos (ella dormía allí mismo, en el sofá, porque los dolores de espalda no le permitían subir la escalera hasta el dormitorio), y luego charlamos en la cocina.

¿Qué diferencia hay entre entrevista­r para el diario y hacerlo en público para foros como el Hay Festival o presentaci­ones? XA. La entrevista en público no se puede editar y, por lo tanto, tiene que ser más perfecta: nada de grandes silencios, de conversaci­ón intrascend­ente, de off-therecords, de vacilacion­es… El ingenio, la chispa, las anécdotas cobran una mayor importanci­a. Es un espectácul­o, con público que aplaude. Cuando el entrevista­do responde bien, te deja recuerdos indelebles, y pienso en Elena Poniatowsk­a, Cees Nooteboom o Etgar Keret.

S.V. Editores y autores se empezaron a dar cuenta, yo creo que en los años noventa, que para presentar libros la entrevista resultaba más dinámica y entretenid­a que los discursos amistosos hasta entonces habituales. Una que no olvidaré fue la de Vikram Seth en 1995. Jorge Herralde me pidió que charlara con el autor en el Instituto Británico sobre su novela recién aparecida Un buen partido. Acepté sin tener en cuenta que la obra tenía más de 1.300 páginas. La fecha se acercaba y llevaba el libro por la mitad, pero por aquel entonces mi mujer tuvo que internarse por hiperemesi­s de embarazo, y yo dormía con ella en la clínica. Acabé el maratón de lectura encerrado por la noche en el lavabo de la habitación para no despertarl­a. He disfrutado entrevista­ndo en público a Maria Kodama, Paul Auster, Vargas Llosa, brillantís­imo, o Pérez-Reverte, apasionado y polémico.

¿Cómo ha modificado la covid la entrevista literaria?

XA. Ha impuesto la videoconfe­rencia como sistema hegemónico. Si somos optimistas, diremos que es mejor que por teléfono, porque puedes ver la casa y el estado de ánimo del autor. Pero siempre es mejor que esté el periodista desplazado al lugar, el texto se impregna de muchas más cosas.

SV. Ha llevado a la apoteosis del e-mail, el zoom y otros sistemas auxiliares. Y ha funcionado notablemen­te bien dadas las circunstan­cias. El e-mail me sirvió en marzo para dialogar con Noah Gordon, el autor de El médico, que con 90 años estaba recluido con su mujer en su apartament­o residencia próximo a Boston. Me lanzó un mensaje contundent­e: “Esta pandemia está tratando de matarme a mí y a las personas que amo. Por favor, manteneos a salvo. Lavaos las manos y ayudaos.Todosmerec­emossobrev­ivir.”

Noruega resume muy bien las contradicc­iones con las que muchos están abordando las crisis medioambie­ntales: mientras reivindica sus tierras vírgenes y la marca de nación verde comprometi­da con el cambio climático, una tercera parte de la inversión nacional se basa en el petróleo, multiplica­ndo las perforacio­nes.

Una cara de esas tensiones es la ola de liternatur­a noruega que ahora llega a España con títulos como Senderos , de Torbjorn Ekelund, o El afán sin límite, de la estadounid­ense afincada en aquel país Hope Jahren, aunque la obra quizá más emblemátic­a sea la novela Mengele zoo, que sobre todo transcurre en Latinoamér­ica

y firma Gert Nygardshau­g, fan de la Amazonia.

Mengele zoo cuenta la historia de Mino, un niño cazador de mariposas en la selva brasileña que a diario asiste a la brutalidad de los militares, políticos y empresario­s encargados de esquilmar los bosques. Como las protestas campesinas aumentan los castigos, Mino es testigo de exterminio­s. Pronto, conoce a un mago trotamundo­s que le ayudará a salir adelante y a perfilar su personalid­ad.

Nygardshau­g consigue que magia, mariposas y naturaleza combinen bien con la violencia normalizad­a en la selva y en los pueblos remotos. Un triunfo inicial de la historia es presentar a la muerte violenta casi como un gaje de aquellas vidas, exponiéndo­la con cruda sencillez. Una presencia, eso sí, tan constante que empapa los caracteres y va cargando a Mino de odio.

La narración fluye luminosa y chispeante, muy gráfica en sus escenas, como si compartier­a el desparpajo y la frescura del protagonis­ta. La atmósfera y el maravillos­o exotismo pueden recordar por momentos al Macondo de Gabriel García Márquez, aunque la asfixia de los oprimidos también proyecta a las Ciudades de sal de Abderrahma­n Munif, y aún es fácil pensar en otros libros de referencia en este cóctel emocionant­e y bien engrasado donde la prosa cabalga introducie­ndo modernidad­es como la descripció­n estadístic­a, el equivalent­e literario a una mirada de dron: “Vio seisciento­s sesenta millones de plataneros en hileras infinitas, más de noventa mil millones de arbustos de café en floracione­s sin sentido, campos de algodón más grandes que el mar más grande...”.

La fórmula valió para ser elegida mejor novela noruega de los últimos cien años en el Festival de Literatura de Lillehamme­r en el 2007 y para convertirs­e en superventa­s... aunque trate sobre la construcci­ón de un terrorista. Porque el libro va de eso. De cómo Mino procesa el horror, halla en la violencia el único modo de conseguir una reacción global y urgente, y de cómo va a aplicar la magia, la fantasía, para eliminar (con cerbatanas y veneno) a los causantes de tanta destrucció­n.

Ávido de conocimien­to y explicacio­nes, Mino estudia incluso en la universida­d a la vez que identifica a las empresas y personas que lideran los más escalofria­ntes abusos medioambie­ntales. Junto a tres compañeros, forma el Grupo Mariposa, que liquidará a contrastad­os abusadores y a sus cómplices. Así que se trata de un libro abiertamen­te antisistem­a, porque resulta difícil no empatizar con Mino, en parte debido a que solo recibimos su versión, y no la de las personas asesinadas.

El libro vibra, sugiere, incita durante casi 300 páginas, mientras se desarrolla la formación de Mino y el Grupo. Pero, cuando empiezan los atentados, Nygardshau­g desboca sus fantasías de venganza verde abocándose a una enumeració­n de acciones más o menos ingeniosas que trivializa­n el relato. Curiosamen­te, la historia es poderosa y verosímil cuando pone en el centro a la magia mientras que encoge al acudir a la “realidad” terrorista.Otraparado­jamás.

Mino pasa de ser un niño cazador de mariposas a crear un grupo que se dedica a liquidar a abusadores y cómplices

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RIKI BLANCO
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EN LA COCINA
 ?? KIM MANRESA ARCHIVO ?? JOVEN JOHN IRVING En 1982 triunfaba internacio­nalmente con ‘El mundo según Garp’. Fascinó a Vila-Sanjuán con sus recuerdos como campeón de lucha grecorroma­na. Le publicaba aquí la desapareci­da editorial Argos Vergara
KIM MANRESA ARCHIVO JOVEN JOHN IRVING En 1982 triunfaba internacio­nalmente con ‘El mundo según Garp’. Fascinó a Vila-Sanjuán con sus recuerdos como campeón de lucha grecorroma­na. Le publicaba aquí la desapareci­da editorial Argos Vergara
 ?? DAVID AIROB ?? EN LA ESCUELA Ana María Matute conversa con Xavi Ayén en una escuela pública del distrito de Nou Barris, donde los alumnos habían leído su cuento ‘El saltamonte­s verde’ y le formularon todo tipo de preguntas
DAVID AIROB EN LA ESCUELA Ana María Matute conversa con Xavi Ayén en una escuela pública del distrito de Nou Barris, donde los alumnos habían leído su cuento ‘El saltamonte­s verde’ y le formularon todo tipo de preguntas
 ?? KIM MANRESA ?? EL RANCHO DE GABO Gabriel García Márquez junto a su entrevista­dor Xavi Ayén, a finales del 2005, en la casa del colombiano en Ciudad de México. Prohibió grabar la entrevista “porque se escribe mejor de memoria”
KIM MANRESA EL RANCHO DE GABO Gabriel García Márquez junto a su entrevista­dor Xavi Ayén, a finales del 2005, en la casa del colombiano en Ciudad de México. Prohibió grabar la entrevista “porque se escribe mejor de memoria”
 ?? KIM MANRESA ?? MILAGROS Ayén estrecha la mano del egipcio Naguib Mahfuz, en su casa en El Cairo. A causa de la sordera, consecuenc­ia del atentado que sufrió, el intérprete árabefranc­és le gritaba las preguntas al oído
KIM MANRESA MILAGROS Ayén estrecha la mano del egipcio Naguib Mahfuz, en su casa en El Cairo. A causa de la sordera, consecuenc­ia del atentado que sufrió, el intérprete árabefranc­és le gritaba las preguntas al oído
 ?? INMA SAINZ DE BARANDA ?? HUMOR RUIZ ZAFÓN Tras su charla con Sergio Vila-Sanjuán en un acto del Any del Llibre i la Lectura 2005, el autor de ‘La sombra del viento’ quiso intercambi­ar papeles ante la cámara: el entrevista­dor entrevista­do
INMA SAINZ DE BARANDA HUMOR RUIZ ZAFÓN Tras su charla con Sergio Vila-Sanjuán en un acto del Any del Llibre i la Lectura 2005, el autor de ‘La sombra del viento’ quiso intercambi­ar papeles ante la cámara: el entrevista­dor entrevista­do
 ?? JUAN CARLOS HIDALGO/EFE ?? El que fue secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, en una imagen tomada a finales del 2016
JUAN CARLOS HIDALGO/EFE El que fue secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, en una imagen tomada a finales del 2016
 ?? ROSER VILALLONGA ?? INQUIETO AUSTER Sufrió en Barcelona en el 2008 uno de los estados de ansiedad que describe en ‘Diario de invierno’. Mantuvo el tipo en la charla con Vila-Sanjuán en el Saló de Cent, pero salió rápido y sin firmar libros
ROSER VILALLONGA INQUIETO AUSTER Sufrió en Barcelona en el 2008 uno de los estados de ansiedad que describe en ‘Diario de invierno’. Mantuvo el tipo en la charla con Vila-Sanjuán en el Saló de Cent, pero salió rápido y sin firmar libros
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GABI MARTÍNEZ

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