Ferias: ¿presenciales o no?
Paso por delante de la puerta de la Universitat Pompeu Fabra de la calle Balmes de Barcelona y veo que merodea un grupo de enmascarados. Detecto al responsable del área del libro del Intitut Català de les Empreses Culturals, Joaquim Bejarano; al director del ICEC,
Miquel Curanta; Monika Ganzenmüller, del Catalan Arts; el president de Editors.cat, Joan Sala, o la directora del Institut Ramon Llull, Iolanda Batallé. Aprovechando el baile de máscaras, me cuelo dentro. En el salón de actos aparecen en las pantallas tres de las responsables de las ferias más relevantes del planeta libro: Marisol Schulz (directora de la FIL –Feria del Libro de Guadalajara–),
Elena Pasoli (directora de la Feria del Libro de Bolonia) y Marifé Boix (vicepresidenta de la poderosa Feria del Libro de Frankfurt). Se nota entre ellas muy buena sintonía y es que tienen un chat de directoras de ferias del libro y conversan a menudo.
Las ferias del libro son herederas de los mercados medievales donde agricultores y artesanos no solo iban a exponer y vender sus productos, sino también a intercambiar ideas e impulsar la innovación. Un modelo de éxito basado en el contacto humano durante 1.000 años, que la pandemia ha obligado a mutar. Las acompaña en este encuentro para hablar del presente y del futuro organizado por el ICEC y Catalan Arts Book Patrici Tixis (presidente del Gremi d’Editors de Catalunya y presidente en funciones de la Federación de Gremios de Editores de España), en representación de la feria profesional Liber.
La FIL de Guadalajara ha sido la que ha tenido que afrontar más recientemente el salto digital, el pasado diciembre. Marisol Schulz se muestra gratamente sorprendida por la repercusión de la versión online de la feria mexicana, con cinco millones de personas conectadas: “La feria digital funcionó bien, pero no es suficiente”. Marifé Boix señala que también observaron en la feria de Frankfurt cómo de las 700 empresas inicialmente inscritas para la feria física en septiembre, en el formato digital abierto de manera libre a la inscripción, recibieron 3.700 solicitudes. Con esa eficacia alemana, tras el cierre de la feria digital realizaron hasta 400 tomas de contacto para pulsar la opinión del sector editorial: “El grado de satisfacción fue elevado, pero la conclusión general fue que preferían volver al formato presencial”.
Desde Bolonia, la primera gran feria en abrir en internet, Elena Pasoli explica que “fue duro, pero valió la pena. Hay algunas herramientas que se han implementado como book trailers animados, una plataforma de la feria en internet con contenidos y una sala de intercambio de derechos que siguen abiertas. Internet te da la posibilidad de algo que siempre hemos acariciado: que las ferias no sean un momento puntual en el año que desaparezca”.
Coinciden en que las ferias a partir de ahora van a ser híbridas, que han visto que en las ventanas digitales llegaban a públicos a los que antes no llegaban. “Muchas de las cosas que hemos experimentado en el formato online han venido para quedarse”, señala Tixis.
Marisol Schulz cuenta que “para esta feria virtual mi equipo ha trabajado el triple. Esto no se puede mantener”. Coinciden en que el esfuerzo de este año, casi heroico, no es sostenible porque una feria es una entidad privada y necesita un modelo de negocio. Marifé Boix señaló que “no somos una oenegé” y que es fundamental para su subsistencia el pago de inscripción que lleva aparejado el expositor presencial. Ferias como la de Bolonia, señaló Pasoli, no tienen ninguna ayuda de la administración.
Patrici Tixis pone el dedo en la llaga al comentar que en Liber se hizo en octubre un esfuerzo enorme para estar online, que se tuvo más asistencia que nunca a las sesiones profesionales y que todo quedó muy bien, pero “nunca trabajamos tanto para vender tan poco”. Señaló que la exportación ha caído un 50%. El factor humano importa. Marifé Boix señala que hay contratos que se hacen en las salas, pero otros muchos que se realizan en los pasillos, en encuentros inesperados en alguno de los bares de la feria, en lo no programado. Su deseo para el 2022 es tener ferias con un fuerte brazo virtual, pero asentadas en el formato presencial, quelesdasurazóndeser.
Los encuentros del libro van a ser híbridos, porque se ha visto que en las ventanas digitales llegan a nuevos públicos
entre la multitud. Que no se nos escape Anatomía de un escándalo, de Sarah Vaughan, por ejemplo, a causa de la excesiva promoción de La chica del tren.
En horas de desánimo escucho en la radio a un músico anónimo llamado “mi amigo”, que, acompañado de su guitarra, nos habla a los oyentes de los artistas y canciones que lo formaron (y que él conoció), detalles y peripecias de esas vidas creadoras, tocando los primeros acordes, imitando sus voces.
Pues bien, igual de feliz me ha hecho Antonio Lozano con este trabajo erudito, analítico, efervescente, que tiende puentes entre crímenes reales y ese empeño de la ficción en “corregir la vulgaridad”. Se dice, con poco acierto, que un tipo que lee y conoce tanto del género no puede ser más que eso, un especialista que por la noche sueña con
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