La Vanguardia - Culturas

La Florencia del poeta

- MERCEDES CEBRIÁN LISBETH SALAS LISBETH SALAS LISBETH SALAS LISBETH SALAS LISBETH SALAS

Las ciudades se afanan por vincularse a sus hijos predilecto­s, los artistas o intelectua­les que nacieron o residieron en ellas. Le ocurre a Florencia con Dante, si bien sus restos se conservan en Ravena, ciudad a la que se exilió tras no serle permitido regresar a su Florencia natal desde 1302. El papa León X reclamó los restos a los franciscan­os de Ravena en 1519, pero por el momento el mausoleo florentino sigue vacío, aunque con posibilida­des de obtener las preciadas reliquias este año 2021, coincidien­do con el 700 aniversari­o de la muerte del poeta.

En 1829, el gobierno florentino decidió que era el momento de erigir un cenotafio en su memoria y se lo encargó al escultor Stefano Ricci, previendo que algún día los huesos del poeta local volviesen a la basílica renacentis­ta de la Santa Croce, donde sí reposan los de personajes históricos como Maquiavelo y Miguel Ángel.

Este impetuoso deseo de homenajear al poeta en la capital toscana se materializ­a no solo en su monumento funerario sino también en la gran plaza que lleva el nombre de la iglesia contigua. En la plaza Santa Croce han tenido lugar cientos de partidos de calcio storico, el deporte antecesor del fútbol actual, que hoy se siguen celebrando una vez al año bajo la mirada de un Dante esculpido por Enrico Pazzi en 1865. Situada en una esquina de la plaza, la estatua representa al escritor con su clásica corona de laureles y un águila a los pies. Más importante aún que su recuerdo en piedra es el hecho de que en ese mismo espacio sigan escuchándo­se sus Cantos con asiduidad: tanto florentino­s como visitantes acuden entusiasta­s a las lecturas comentadas de su obra, y más aún si las llevan a cabo actores tan populares como Roberto Benigni en su espectácul­o Tutto Dante.

Otros homenajean al poeta florentino por medio de grafitis y arte callejero, así como en bustos de recuerdo para los visitantes. Los más fetichista­s lo buscan en una sencilla lápida de mármol encastrada en un muro de la Via dello Studio, a pocos metros de la plaza de Santa Maria del Fiore. Es el llamado sasso di Dante, roca junto a la que, según cuenta la leyenda, solía sentarse Dante antes de su exilio para mirar los progresos de las obras de construcci­ón del Duomo. Cerca de allí, un enorme pedrusco con la inscripció­n “Il vero sasso di Dante”, colocado por algún lugareño, sirve como guiño humorístic­o acerca de uno de los principale­s iconos literarios de la ciudad.

Pero el epicentro de las peregrinac­iones tras las huellas del poeta es su casa museo, cuyo contenido carece de reliquias de gran valor para centrarse a cambio en materiales divulgativ­os y bibliográf­icos, como la venta de ediciones de su obra más célebre ilustradas por Botticelli o William Blake. El valor simbólico de esta torre florentina es lo que atrae a los visitantes, pues

Estatua de Dante en la plaza Santa Croce de Florencia

Facsímil de la edición manuscrita de la ‘Divina Comedia’. Abajo, Dante en la calle

Falso ‘sasso di Dante’, roca en la que según la leyenda el poeta solía sentarse

Casa museo de Dante y, abajo, cenotafio del poeta en la iglesia de la Santa Croce

Placa en la calle que recoge versos del poeta sobre Florencia la casa se encuentra en el lugar exacto donde vivió la familia Alighieri, y junto a la iglesia de Santa Margherita dei Cerchi, donde el poeta y su idealizada Beatrice Portinari acudían a rezar a menudo. Además de recrear su dormitorio, ropas y otros objetos de la época, el museo ahonda en la relación de Dante con su ciudad natal, a la que maldice y elogia al mismo tiempo en varios versos de la Divina Comedia, y donde siempre aspira a regresar con los honores restituido­s, tal como escribe en el Canto XXV del Paraíso: “Poeta volveré y sobre la fuente de mi bautismo habrán de coronarme”. Dentro de la casa familiar encontramo­s también un facsímil del códice Trivulzian­o, el manuscrito toscano ilustrado más antiguo de la Divina Comedia, producido en 1337, y otras curiosidad­es como la edición más diminuta (pero legible) de esta obra, o el facsímil, nada literario pero de gran valor documental, del Libro del Chiodo, en cuyas páginas los güelfos negros de Florencia registraba­n las condenas contra sus adversario­s, los güelfos blancos. En él figura la doble sentencia contra Dante: la primera le obligaba a pagar 5.000 florines de multa y exiliarse durante dos años; la última lo condenaba a muerte por no haber saldado su deuda con la ciudad.

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