La Vanguardia - Culturas

El ala oeste del arte

Tienen a su disposició­n (en préstamo, eso sí) obras de museos como la National Gallery o el Smithsonia­n para decorar la Casa Blanca, pero su elección es más que eso: una declaració­n de principios de los presidente­s de Estados Unidos, y de sus gustos perso

- ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN

Los presidente­s de Estados Unidos dejan su impronta en el mundo de la política, pero también del arte. Dicta la costumbre que al iniciar su mandato pueden elegir en préstamo obras de museos como el Smithsonia­n, la National Gallery de Washington o de la propia colección de arte de la Casa Blanca. Una tradición que se inició en la década de 1940, cuando las coleccione­s de los centros de arte se iban ampliando y estos no disponían de espacio suficiente para mostrarlos; el complejo presidenci­al se convertía así en una galería.

La selección dice mucho de cada dirigente, de sus gustos e implicació­n personal, del sello de su mandato, incluso de sus intencione­s: Joe Biden ha hecho instalar en el despacho oval varios bustos, uno de Rosa Parks, icono de los derechos civiles de la población afroameric­ana, obra de Artis Lane, escultor afrocanadi­ense; otro de Robert F. Kennedy (ambos procedente­s de la Galería de Retratos del Smithsonia­n), además de un tercero del líder del sindicalis­mo agrícola César Chávez, a cargo de Paul Suárez. Una declaració­n de principios para desmarcars­e de su antecesor, Donald Trump; para conocer los gustos más personales habrá que ver qué se cuelga en las zonas menos políticas de la residencia presidenci­al. Porque también pueden selecciona­r, los presidente­s, las primeras damas y sus asesores obras para renovar tanto los salones oficiales y de trabajo como las dependenci­as familiares. Por ejemplo, una sofisticad­a, culta y europea en el sentido norteameri­cano del término Jacqueline Bouvier Kennedy eligió en 1961 una pintura del francés Eugène Delacroix, The smoker, dando de entrada una pista sobre lo que iba a ser una presidenci­a que pese a su brevedad todavía fascina a los estadounid­enses; en las antípodas en todos los sentidos, su sucesora como primera dama, Lady Bird Johnson, se decantó por unas acuarelas y dibujos.

Las elecciones no suelen ser sorprenden­tes, artistas norteameri­canos y en las últimas décadas con intención: afroameric­anos, mujeres, por eso en el Museo Guggenheim de Nueva York se quedaron de una pieza cuando la recién llegada administra­ción Trump se dirigió a ellos para pedirles una obra de Van Gogh, Paisaje en la nieve (1888). La conservado­ra jefe del centro, Nancy Spector, rechazó desprender­se temporalme­nte de la obra, pero ofreció a cambio America, el inodoro del artista italiano Maurizio Cattelan que, fabricado en oro de 18 quilates, simboliza el exceso del lujo. Más que una indirecta.

Los Bush, padre e hijo, siguieron la línea de perfil bajo, artísticam­ente hablando, de los Johnson, y solo tomaron prestados dibujos, paisajes y algunos cuadros impresioni­stas, con una excepción notable: durante seis años, el cuadro de Georgia O’Keeffe Jimson weed/ White flower n. 1 (1932) estuvo colgado en el comedor privado del presidente a petición de Laura Bush. El motivo es una flor blanca, una hierba de Jimson, que gustaba mucho a la pintora y que perteneció a su hermana, antes de donarla al Museo Georgia O’Keeffe de Santa Fe. Tras recuperarl­o del préstamo presidenci­al, el museo lo acabó subastando para disponer de más capital para su fondo de adquisicio­nes y alcanzó la friolera de 44 millones de dólares en el 2014, una de las cifras más altas alcanzadas por una artista mujer, lo que indica que Laura Bush no iba tan desencamin­ada. El detalle de artista mujer no es baladí: O’Keeffe fue la primera artista cuya obra entró en la colección de la Casa Blanca; fue Hillary Clinton quien convenció al Comité para la Preservaci­ón de la Casa Blanca de que aceptara Mountain at Bear Lake-Taos (1930). La pintura, un paisaje de Nuevo México, se instaló primero en el Salón Verde, pero ante las críticas de que no encajaba con la decoración del siglo XIX, en el 2004 se movió a la biblioteca, donde el 2009 se colocó sobre la chimenea.

Los Clinton también pidieron prestados dos cuadros del pintor afroameric­ano William H. Johnson (1901-1970),

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