Peones de la Guerra Fría
Paco Cerdà arma un relato coral en torno a la partida de ajedrez entre Arturo Pomar y Bobby Fischer
Claro que los protagonistas de esta historia son los ajedrecistas Arturo Pomar y Bobby Fischer. Por supuesto que el centro argumental de esta conmovedora filigrana sobre la derrota frente al poder es la partida que el 10 de febrero de 1962 Fisher y Pomar jugaron en el Interzonal de Estocolmo. Naturalmente que la estructura de esta joya de no ficción permite describir lo que es un relato coral sobre una época y también como unas vidas paralelas sobre dos prodigios que fueron utilizados como lo son los mitos nacionales, pero que acabaron sus días devorados por la intimidad encharcada que en un caso fue la paranoia megalómana del norteamericano –en 2008 murió en Islandia– y en otro la gris resignación vital del mallorquín –que en 2016 acabó sus días en el Hospital General de Sant Cugat–. Esto es el libro de Paco Cerdà (Genovés, 1985) y es un experimento formal: la descripción de una partida de ajedrez cruzada por voces y discursos, múltiples tiempos y lugares sucesivos. El peón –que obtuvo el Premio Cálamo 2020– es un librazo.
Los protagonistas son Fischer y Pomar y el centro de su relato es esa partida. Entonces uno está ascendiendo y llegará a lo más alto mientras que el otro, que había sido una ilusión entre la miseria de postguerra, empezará ya a declinar. El cruce de sus respectivas parábolas coincide con un año clave de la Guerra Fría. 1962 puede ser contado como un punto de inflexión en la historia de ese período tenso, sin guerra pero en guardia, que estaba histerizando al mundo en silencio como si fuese una partida de ajedrez disputada entre las grandes potencias.
Ese 1962 hay piezas que se mueven de manera imprevista. No los grandes nombres. Nombres sin relieve. Cerdà sigue sus movimientos como si fueran flashes estelares de la humanidad, pero no imposta épica sino que busca el estilo justo para cada uno. Son el piloto americano que fotografía misiles rusos en Cuba y que muere durante la misión o el chaval encarcelado que redacta el embrión de lo que será la Nueva Izquierda o un héroe negro que contra todo decide acudir a una universidad solo para blancos y con su digna conducta impugna la injusticia legal. También hay piezas españolas que vemos cómo se mueven: comunistas a los que torturan, el falangista Ridruejo que se exilia porque ya es demócrata y ha estado en Múnich o el eterno Martín Villa que en el enésimo informe le dice a su dictadura que ha perdido a la juventud.
Cuando servían para la partida de la Guerra Fría, los focos iluminaban a Pomar y a Fischer moviendo las fichas del tablero. Pero ellos también eran peones al servicio de los reyes de esa época. El primero lo había sido del franquismo y por unas semanas, en Londres, le había dado algo de prestigio internacional. “El niño mallorquín de familia humilde que conquista el ajedrez mundial desde una España mísera de solemnidad”. El segundo lo iba a ser de los Estados Unidos, reforzado por la llamada de Kissinger, cuando en 1972 ganó a los rusos. Pero al apagarse las luces de la partida, esos peones –como esos otros que se habían movido ese 1962– volvían a la caja donde los individuos desaparecen, olvidados entre otras piezas mientras la partida del poder parecía que no se paraba. Y a medida que el lector va siguiendo los movimientos en Estocolmo o descubriendo esas vidas sacrificadas, se da cuenta que este libro es una historia, unas vidas paralelas y otra cosa: una elegía inolvidable sobre cómo la dignidad cambia la historia, aunque el precio sea que los hombres anónimos acaben devorados por ella.
Paco Cerdà El peón
PEPITAS. 253 PÁGINAS. 18 EUROS