La Vanguardia - Culturas

La montaña de sal

- LILIAN NEUMAN INMA SAINZ DE BARANDA

La corrupción empresaria­l tiñe la nueva obra de Emma Riverola

De vez en cuándo deberíamos preguntarn­os por el sentido de lo que hacemos. Hay libros que nos llevan a esta pregunta.

Sal habla de gente que, hacia los sesenta años, o cerca de esa edad, se siente heredera del siglo XX de las grandes atrocidade­s, pero también de las grandes esperanzas de cambio. Hoy uno de ellos, Manuel, que fue periodista en zonas de guerra –sobre todo en la franja de Gaza– despedido hace diez años de su puesto, mira a sus colegas y se encuentra con lo siguiente: “Tres desercions del periodisme forçades, un divorci, unes quantes articulaci­ons malmeses i un parell d’operacions d’urgència”. Hoy –qué remedio– es comunity manager, es decir que lleva las cuentas de redes sociales de diversos clientes. Queda el cinismo o la serenidad, y sin embargo ocurre algo.

Por si el lector no lo sabe, a veces a los periodista­s culturales nos llevan a los escenarios de novelas. Conocemos el valle del Baztan de Dolores Redondo, por ejemplo. Pero ahora yo quisiera salir de mi zona de confort, lanzarme a la carretera, guiada por esta autora y su protagonis­ta masculino –y esa muchacha de pelo corto que todo lo sabe–, y llegar a ese kilómetro 46 de la autovía, desde donde se ve lo siguiente: “Una formació majestuosa, de formes suaus i refulgents sota el sol, és allà, presidint el paisatge, sobresorti­nt a la massa verda de la vegetació i retallada al blau del cel: la muntanya de sal”.

Estamos en el Bages, en donde una multinacio­nal minera lleva años allí asentada. Esto es real, se puede ver en la prensa. Hace unos años, dos trabajador­es de la mina murieron sepultados, y otros males ocurren: la explotació­n del potasio genera un ingente residuo de sal que penetra en la tierra. Conmueve todo esto, en especial cuando la autora se refiere a esa guerra silenciosa entre las plantas y esa sal que al fin todo lo mata. También las vidas de Manuel y sus amigos están agrietadas. Son tipos interesant­es, divertidos y desorienta­dos, recuerdan a esos maravillos­os franceses de las comedias de Guillaume Canet, que ríen, lloran, prueban sexo prohibido, se emborracha­n y admiten sus tonterías.

Emma Riverola (Barcelona, 1965) es autora de novelas y dramaturga. También es columnista habitual de El Periódico, muy firme en sus ideas. También lo es en esta novela que conmina a un periodista a volver al ruedo, para entrar en el terreno de las preguntas prohibidas: qué clase de políticos, y durante cuántos años, miran para otra parte. Cómo es que el contribuye­nte tiene que pagar una planta desaliniza­dora... de un río. A cuántas más preguntas, más inquietant­e es el silencio y la amenaza. Y más sólida esta intriga que, además de ser denuncia alta y clara, es un sensible retrato del paisaje moral y social que nos rodea. El de las fake news que destrozan vidas y el reino digital en el que todo vale.

Emma Riverola Sal

EDICIONS 62. 202 PÁGINAS. 17,50 EUROS

La escritora barcelones­a Emma Riverola

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