La Vanguardia - Culturas

El sabor de las cerezas

- SÍLVIA POCH

En las imágenes, dos momentos de ‘La malaltia’, la obra de Juan Carlos Martel que se estrena en el Teatre Lliure

ANDREU GOMILA

Un hombre de unos cuarenta años conduce un 4x4 y va parando a diferentes personas en una especie de casting macabro. Busca a alguien que lo entierre cuando se suicide. Nadie acepta, hasta que se encuentra con el empleado de un museo, mayor que él, con un bigote prominente, de facciones más rudas, que acepta. Dentro del coche, sin embargo, intenta disuadirlo, explicándo­le que él estuvo a punto de colgarse. Escogió un árbol, intentó pasar una soga. No lo conseguía y decidió trepar. Arriba, mientras forcejeaba con la cuerda, aplastó un puñado de cerezas, que se llevó en la boca. El sabor de las cerezas le cambió la vida. “Salí para suicidarme –dice el hombre– y un simple cerezo sin importanci­a me cambió. El mundonoesc­omoloves.Cambialama­nerade ver las cosas y cambiarás el mundo”.

Esta frase proviene de El sabor de las cerezas, obra maestra del director iraní Abbas Kiarostami y forma parte del primer acto de La malaltia, pieza con la que Juan Carlos Martel cierra en el Teatre Lliure la trilogía sobre los invisibles que empezó con Sis personatge­s (sinhogaris­mo) y continuó con Càsting Giuletta (tercera edad). Ahora, con Enfermedad de juventud de Ferdinand Bruckner como piedra angular, se asoma a un binomio más afín de lo que pensamos: juventud y suicidio.

Para hacerlo ha reclutado a siete jóvenes intérprete­s y una dramaturgi­sta de primera, el ensayista Ingrid Guardiola. Y nos proponen un interesant­e estudio teatral donde, además de reproducir diferentes escenas de la pieza de Bruckner, insertan otros referentes explícitos, como el citado de Kiarostami, Ansia de Sarah Kane y la vida del dramaturgo Jordi Mesalles, primero en montar el texto del autor vienés en Barcelona, en 1982. Veinte años más tarde, Mesalles lo volvería a levantaren­elInstitut­delTeatre,comotaller. En noviembre del 2005 se quitó la vida. Dos años antes, todavía esperanzad­o, le envió una carta a la consellera de Cultura Caterina Mieras donde le aseguraba que se sentía “marginado”.

En la obra que veremos en el Lliure, Desirée dice: “Su muerte dejó la misma sensación de desesperac­ión e impotencia que otras muertes, que, sin embargo, no extrañan nada. Aunque cada una es única e inexplicab­le, no hay ninguna sorpresa: es una muerte lógica”. Ricard Salvat, en un artículo publicado en la revista Assaig de Teatre en el 2006, hablaba así de la desaparici­ón de Mesalles: “Una muerte lógica”. Martina, después de escuchar a Desirée y Mariantòni­a hablando de Gabriel Ferrater, suicidado a los cincuenta años, afirma: “Cuando una persona muere con cincuenta años, todavía decimos que ha muerto joven...”.

Para Martel, la juventud es un concepto “elástico”. Y nos recuerda que fue introducid­o durante la Primera Guerra Mundial, para diferencia­r a los que eran enviados al frente y de los que se quedaban en casa. “Eres joven si eres productivo”, afirma. “La enfermedad se encuentra en la perversión del concepto”, exclama, haciendo énfasis en el título que ha escogido. Pone como ejemplo dos canciones que sonarán en el espectácul­o, Creep , de Radiohead, y Don’t let me down, de los Beatles. Una, de 1993. La otra, de 1969. “Todos los jóvenes del reparto se emocionan igual que cuando se publicaron”, indica.

A Martel no le ha costado mucho trasladara­losestudia­ntesdeMedi­cinavienes­es de hace un siglo de la obra de Bruckner al Eixample barcelonés actual. Pero ha enfocado la pieza como el testamento de Desirée, una chica que graba cápsulas de vídeo para relatar qué es ser joven en el siglo XXI. Una instagrame­r o videomaker contemporá­nea que anuncia su fin.

“Del suicidio no se habla y hoy día es la primera causa de muerte en los hombres menores de 44 años”, afirma Martel. La malaltia empieza de manera contundent­e, en boca de Desirée: “Cada año hacia un millón de personas se suicidan en el mundo, es decir, más muertes que en conflictos armados. En España cada año se suicidan 3.600 personas. Es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de quince a treinta años”. El director, sin embargo, como el personaje de Kiarostami, dice querer “dejar una pizca de luz y de esperanza”. Como hizo Albert Camus en El mito de Sísifo, donde intenta responder al único “problema verdaderam­ente serio”.

Susan Sontag también ha sido un referente para Martel y Guardiola. El director cita una frase de la escritora norteameri­cana, cuando decía que los seres humanos solo tenemos dos nacionalid­ades: la de los santos y la de los enfermos. Las olas de Virginia Woolf, Hijos de hombres de PD James, Así habló Zaratustra de Nietzsche o Teenage de John Savage también asoman en La malaltia, una pieza que bebe de los presuntos felices años veinte del siglo pasado y que sirve para desmontar aquel mito. “Es el periodo de entreguerr­as, el de la Bauhaus, el de la explosión de los ismos y el ascenso del fascismo, y los jóvenes que no ven futuro”, dice el director. ¿Casi cien años después, en medio de una pandemia terrible, estamos en el mismopunto?

La malaltia

TEATRE LLIURE. MONTJUÏC. DEL 5 DE MARZO AL 11 DE ABRIL.

‘La malaltia’ cierra la trilogía de Martel sobre los invisibles: los sinhogar, la tercera edad y, ahora, los suicidas

Juan Carlos Martel deconstruy­e en el Lliure ‘Enfermedad de juventud’ de Ferdinand Bruckner, con Jordi Mesalles, Sarah Kane y Abbas Kiarostami

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