La Vanguardia - Culturas

El Museo del Prado, un refugio para aprender a mirar

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La relación de diez artistas españoles con la gran pinacoteca recogida en un libro

Entre un cuadro y la persona que lo observa se establece un espacio ceremonial: un lugar privilegia­do para aprender a mirar la vida. En algunos museos y espacios expositivo­s, si se vulnera esa zona, saltan las alarmas. Afirma el pintor Juan Uslé que allí es posible que el observador se deshaga, pierda anatomía, se desprenda. Ante la piel desnuda de una obra de arte, uno debe renunciar a lo que sabe, desnudarse también, y ser alguien diferente. Para otros artistas, ese espacio es el refugio más genuino, como aseguraba Eduardo Arroyo, allí donde no puede pasar nada; mientras que para Rafael Canogar nos vemos como parte del espacio del cuadro; o para Alberto García-Alix, esa emoción experiment­ada es la mejor vía de conocimien­to.

La escultora Cristina Iglesias quiso representa­r ese territorio intangible como un umbral entre lo real y lo imaginado cuando realizó el Portón-Pasaje de la ampliación del Museo del Prado. El espacio de intimidad entre una pintura o una escultura y los ojos que observan es el símbolo del Museo del Prado para los artistas citados, así como también lo es para Miquel Barceló, Carmen Laffón, Antonio López, Blanca Muñoz y Soledad Sevilla. La investigad­ora y periodista María de la Peña ha conversado largamente con todos ellos para mostrar su relación con la principal pinacoteca del país, pero también con esa suerte de recinto sagrado que la acoge. En Diez artistas y el Museo del Prado, asistimos a sus primeras revelacion­es durante las visitas dominicale­s de la infancia o a los privilegia­dos recorridos nocturnos en solitario. Nos muestran “la casa del pintor”, como expresaba Arroyo.

El volumen se completa con aportacion­es del actual director, Miguel Falomir, y de la antigua jefa de conservaci­ón

Manuela Mena, y con fotografía­s de Álvaro Felgueroso. Todos los trabajos están marcados por vivencias personales, aunque lo que se trace sea un listado de los visitantes ilustres, en el que, con orgullo, se rescatan las palabras de Manet, quien después de visitar el museo español escribe a Baudelaire: “Por fin, querido amigo, conozco a Velázquez, y le aseguro que es el pintor más grande que haya existido nunca”. Igualmente interesant­e resulta el repaso de los “copiantes” que llenaban las salas donde se exhibían las Coleccione­s Reales para cumplir con la voluntad de Fernando VII de formar a los artistas jóvenes.

La historia abordada en este libro no es la de los manuales o la que interpreta fechas, pactos y anexiones, sino la que se ha explicado a través de las obras de arte de la pinacoteca. Y esta, además, nos llega destilada a través de la mirada de diez representa­ntes destacados de la actualidad artística española. La principal coincidenc­ia es la veneración que la mayoría manifiesta hacia Velázquez. De él, Barceló afirma que es como Messi, “está en otro nivel”, porque “contiene la pintura anterior y la pintura por venir”. La fascinació­n de Arroyo se evidencia

La investigad­ora y periodista María de la Peña ha conversado largamente con los artistas sobre sus experienci­as

en el autorretra­to donde se pintó a sí mismo como un bebé en brazos del autor de Las meninas. Más matizada es la adoración de Antonio López, una de las voces más críticas con la gestión de la pinacoteca. El pintor más emblemátic­o del realismo español contemporá­neo cuenta que tuvo que aprender a mirar a Velázquez, al que considera “un milagro” en “la colección de tres o cuatro reyes”.

Hay otros maestros que, en palabras de Carmen Laffón, ofrecen continuame­nte respuestas, a veces inesperada­s, como Zurbarán, Rembrandt o Goya, de quien también se señalan como referencia­s ineludible­s sus Pinturas negras o, especialme­nte, el Perro semihundid­o. Las ausencias o la relación entre el arte antiguo y el contemporá­neo –“el arte siempre es contemporá­neo”, afirma Barceló– son otros debates abiertos en estas páginas, de los que el lector emerge con nuevas pistas para enfocar mejor la mirada, más receptivo a los mensajes lanzados desde las numerosas y cuidadosam­ente escogidas láminas que conforman el volumen.

EDICIÓN A CARGO DE MARÍA DE LA PEÑA FERNÁNDEZ-NESPRAL. LA FÁBRICA. 232 PÁGINAS. 31 EUROS

 ?? FOTOGRAFÍA: ÁLVARO FELGUEROSO ÁLVARO FELGUEROSO ?? Izquierda, Miquel Barceló ante ‘El 3 de mayo en Madrid’ o ‘Los fusilamien­tos’, de Goya
Sobre estas líneas, Antonio López observa una escultura clásica en el espacio del museo dedicado a la antigüedad
SÒNIA HERNÁNDEZ
FOTOGRAFÍA: ÁLVARO FELGUEROSO ÁLVARO FELGUEROSO Izquierda, Miquel Barceló ante ‘El 3 de mayo en Madrid’ o ‘Los fusilamien­tos’, de Goya Sobre estas líneas, Antonio López observa una escultura clásica en el espacio del museo dedicado a la antigüedad SÒNIA HERNÁNDEZ
 ?? ÁLVARO FELGUEROSO ?? Diez artistas y el Museo del Prado
ÁLVARO FELGUEROSO Diez artistas y el Museo del Prado
 ??  ?? A la derecha, Soledad Sevilla junto a ‘Hipómenes y Atalanta’, de Guido Reni
A la derecha, Soledad Sevilla junto a ‘Hipómenes y Atalanta’, de Guido Reni

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