Pandemia: miedo y sensatez
¿Cómo serán las cosas tras la crisis sanitaria? José Ramón Ubieto nos da las claves psicosociales del reinicio de nuestro modo de vida tras la Covid-19
El psicoanalista José Ramón Ubieto es colaborador habitual de La Vanguardia, da clases en la UOC y trabaja como psicólogo en el Instituto Municipal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Barcelona. En este libro ofrece, desde su especialidad lacaniana (de Jacques Lacan), un primer análisis de algunos efectos laterales de la pandemia del coronavirus. Se pregunta cómo están cambiando los lazos sociales, la educación y la salud; cómo otra normalidad se va abriendo paso entre nosotros, en medio de unas condiciones nuevas que limitan los vínculos educativos y las formas asistenciales de salud.
Para dar paso a un debate abierto y crítico, Ubieto ordena sus ideas en dos capítulos: Un mundo en cuarentena y La presencia y lo virtual. Así, en el primero de ellos, refiere el trauma del aislamiento social compartido. Unas rutinas totalmente alteradas por el miedo a la catástrofe le llevan a plantear el miedo como “un virus más peligroso y contagioso que cualquiera de los biológicos”; e inserta un algoritmo del miedo: virus + desconfianza = miedo al cubo (viralizado). Un miedo que se puede aminorar, pero también disparar hasta el descontrol con noticias falsas.
Por otro lado, además, distingue varias fases: de perplejidad, de incredulidad y negación del virus, de pánico y angustia al contemplar de cerca la posibilidad de sufrir y morir y experimentar lo vulnerable que es la sociedad. Se han muerto familiares y amigos muy próximos y queridos, dejándonos la tristeza añadida de la soledad con que vivieron sus últimas horas, pero también la ausencia del rito funerario; lo que desprotege a los vivos y trastorna su duelo.
Los temores latentes han cobrado vida, mientras que ha habido recomendaciones confusas y contradictorias que han causado desconcierto; también estupor por algunas arbitrariedades al consentir que se haga caso omiso a las indicaciones sanitarias, como la de guardar distancia. Se ha multiplicado la desconfianza hacia las autoridades, las pérdidas de todo tipo se acumulan y crece el malestar social y la pesadumbre. A veces, y en medio de práctica impunidad y manipulación, estallan “burbujas
donde resuena el odio de cada uno en una voz aparentemente común”.
La nostalgia del necesario contacto físico ha llevado la ilusión del amor y el imperativo del goce a un híbrido de la presencia y lo virtual. Se ha disparado el uso de plataformas para conocer gente y ligar. La adolescencia, remarca Ubieto, es más larga que nunca y se ha detectado un aumento de los miedos infantiles nocturnos y diurnos: “Para algunos niños, el confinamiento no ha sido tampoco un oasis de tranquilidad, sino a veces el infierno de un ambiente de violencia e intimidación. Han asistido a escenas de violencia machista que han aumentado significativamente”; tampoco se puede olvidar la violencia psicológica, o el alojamiento precario o el paro galopante y deprimente. Hay un aumento de trastornos de conducta que hay que saber tratar, personal y socialmente; en este último caso, se echan en falta líderes cohesionadores y respetuosos, que transmitan confianza, coraje y voluntad de igualdad social; libres del interés por el enfrentamiento.
Escuchar reclama vaciarse de prejuicios y distinguir una mezcla de ficción, deseos y recuerdos. Llevados a las experiencias de la realidad virtual, más allá del teletrabajo, el mundo actual ha visto desgarrados sus velos y modificado su contorno.
Por mi parte, entiendo que superar este reto exige una clara conciencia de ser persona, de nuestra igualdad y responsabilidad.
La adolescencia es más larga que nunca y se ha detectado un aumento de los miedos infantiles nocturnos y diurnos
José Ramón Ubieto El mundo pos-covid
NED. 192 PÁGINAS. 16,90 EUROS
y guapa, maragalliana –“recordo que després de Pasqual Maragall, Barcelona no va ser mai més més que mai”–, una Barcelona que se inicia con un recuerdo del “Café Español i el Bar Arnau (que) eren els punts de trobada abans d’entrar a Estudio 54” y termina así: “Recordo que, després de més de trenta-cinc anys, Step, Mutis, Rien de Rien i Blue em van recordar la meva exBarcelona, però tampoc no existeixen ja”.
Josep Roca, mi amigo Josep Roca, es un publicitario, un creativo de 58 años con el que suelo tomar el aperitivo un día sí y el otro también. Ambos somos vecinos del Passeig de Sant Joan de Dalt, y a él le debo una cantidad de historias y anécdotas de nuestro barrio que él conoce desde niño y que, cómo no, aparecen en su librito: “Recordo que agafava el metro a l’estació de General Mola” (hoy Verdaguer), “recordo els croissants de Baylina” (ya no existe), “recordo Otranto, Elementos de arquitectura antigua”…
Josep Roca es, desde crío, un devorador de libros y un escritor impenitente que ha publicado más de un centenar de cuentos eróticos en revistas como Playboy, Penthouse y Kiss Comics. Es autor de novelas, libros de relatos, y todo parece indicar
TNT” ni de “la Iolanda amb una mini-crini blanca de Vivienne Westwood a Beat”, ni de “les samarretes de seda de Frederic Homs”. Una Barcelona en la que Josep Roca recuerda “que la gent no es vestia per sortir de nit: es disfressava” (en mi Barcelona nocturna, la del Bocaccio, nos obligaban todavía a llevar chaqueta y corbata). En este sentido, tal vez cabría avisar a los posibles lectores del librito de que se abstuviesen de comprarlo en el caso de haber nacido en los años de nuestra guerra incivil o después de la Barcelona del 92, como aconsejaba aquel crítico francés a los lectores del Je me souviens de Georges Perec que no perteneciesen a la generación del escritor.
Pero no. En la autobiografía de mi amigo –porque, en definitiva, se trata de apuntes autobiográficos–, pese al inevitable atractivo que podía ejercer en un creativo publicitario la moda, las boîtes y ciertas costumbres de aquella Barcelona de los años ochenta –“recordo que el gram
La ciudad nocturna y guapa, maragalliana, del café Español, el bar Arnau, el Step, el Mutis, el Rien de Rien o el Blue
marquesines-terrassa de la Puñalada i del Bauma”, la de aquella noche en que “Francisco Casavella em va donar un cigarret al Zig Zag”, la de Pavlosky, de Ocaña, de Nazario, de Lindsay Kemp “i els seus mims a la plaça Reial”; de La Cubana, “de les matinals del cinema Publi”, de “la primera planta de la llibreria Francesa del passeig de Gràcia”, de “Joan Raventós, Narcís Serra i Antonio de Senillosa”, de “que pagui Pujol”, de “els estriptis de Christa Leem a la Cúpula Venus”, de “els miralls al sostre de les habitacions de La Casita Blanca”, de “Floquet de Neu masturbant-se”… Una Barcelona en la que el creativo publicitario recuerda que “parlar en català o en castellà no tenia cap importància i que no es parlava de nacionalisme”, con “la proximitat de Pasqual Maragall” y donde “el millor de sortir de Barcelona era tornar-hi”.
Josep Roca habla de su exBarcelona, de aquella Barcelona que le dejó, que se fue y no volvió, que no volverá jamás. Mentira podrida: esa Barcelona sigue viva, somos nosotros y está, permanece viva en su librito. Per molts anys.