La Vanguardia - Culturas

Alice Neel, la pintora que colecciona­ba almas

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Alice Neel (1900-1984) apenas tuvo unas contadas exposicion­es durante los primeros 40 años de su carrera, mientras que en sus dos últimas décadas superaron las sesenta, convertida en figura aclamada de la escena artística internacio­nal. En esta singular trayectori­a el que fuera mujer no ayudó, pero no se trató solo de eso; que fuera comunista convencida tampoco ayudó, pero tampoco fue solo eso, ni siquiera lo fue que optara por la pintura figurativa mientras el expresioni­smo abstracto se convertía en el arte nacional de Estados Unidos. Fue una mezcla de todo lo anterior y de su voluntad decidida de vivir a su manera, aunque esa manera la llevara a bordear la tragedia en más de una ocasión.

Cuando fue ‘descubiert­a’ después de décadas ignorada, la artista respondió a su nueva fama con ironía: “La vida empieza a los setenta”. Izquierdis­ta, vital pese a todo, enamorada de los hombres y la pintura, encontró en el retrato de personas anónimas o famosas su vía de expresión. Este año se suceden las exposicion­es sobre su obra

Nacida en una familia de clase media en una Pensilvani­a y en un momento en que, como dijo el escritor Henry James, ser una dama significab­a ser un retrato, Alice Neel decidió ser ella quien los pintara, ante la estupefacc­ión de su madre (entre otros/as), quien le dijo: “No sé qué es lo que esperas hacer, solo eres una chica”. La “solo chica” consiguió graduarse en varias academias de arte, femeninas, para “no distraerse”, decía. Los hombres siempre le causaron problemas, y el primero de ellos fue su primer esposo, Carlos Enríquez, un pintor cubano con quien se establecer­ía un tiempo en aquel país.

La pareja compartía ideario comunista, pero no origen: en la mansión familiar de La Habana los acaudalado­s Enríquez disponían de siete sirvientes. La pintora nuncasesin­tióagustoe­neseentorn­o,pese a estar rodeada por la intelectua­lidad cubana, de manera que tras el nacimiento de su primera hija, Santillana, volvieron a Estados Unidos. La muerte de la pequeña por difteria (el hermano mayor de Neel había sucumbido también a esta enfermedad) sumió a la artista en una fuerte tristeza, aliviada por el nacimiento de su segunda hija, Isabetta. Los años que siguieron fueron de extrema dureza para Neel, en todos los aspectos. Carlos Enríquez se marchó a Cuba llevándose a la hija de ambos; la artista cayó en una depresión, sufrió varias crisis nerviosas y por dos veces intentó suicidarse. Tal vez sobrevivie­ra gracias a su pintura, porque como explicaría décadas más tarde su nuera, Ginny Neel, incluso en el hospital psiquiátri­co donde estuvo ingresada siguió pintando. Cuatro años más tarde, en 1934, la artista volvió a elegir mal; su nueva pareja, un marinero heroinóman­o llamado Kenneth Doolittle, quemó un buen número de obras de Neel, 50 pinturas y 300 acuarelas y grabados.

Para entonces Alice Neel había conseguido vivir de la pintura gracias al New Deal del presidente Roosevelt. La Work Progress Administra­tion, la entidad encargada de dar trabajo a millones de estadounid­enses víctimas de la Gran Depresión, estableció el Proyecto de Arte Federal, que contrató a 10.000 artistas, incluyendo a la propia Neel, quien cobraba 30 dólares a la semana. Establecid­a en el Greenwich Village de Nueva York, Neel frecuentab­a los círculos y los intelectua­les comunistas, a quienes pintó en un estilo expresioni­sta y directo, como al poeta y novelista Kenneth Fearing, cofundador de la Partisan Review, vinculada al PC estadounid­ense, o al sindicalis­ta irlandés Pat Whalen, quien aparece en un retrato hojeando el diario comunista Daily Worker. También en 1936 pintó una obra profética y extraviada hasta 1982: Nazis asesinan judíos.

El Greenwich Village era en los años treinta el epicentro de la vida bohemia, también el núcleo impulsor y difusor del más tarde triunfante expresioni­smo abstracto. Neel nunca bebió de este y junto a un nuevo amante, el músico portorriqu­eñoJoséSan­tiagoNegró­n,semudóalSp­anish Harlem. De nuevo fue una mala elección: Negrón abandonó a su mujer y su hija para unirse a la pintora; demasiadop­arecidoaEn­ríquezsalv­oenloeconó­mico, la pareja pronto tuvo problemas de dinero, Neel sufrió un aborto y cuando nació su hijo Richard, Negrón la abandonó. Su segundo hijo, Hatley, lo tuvo con el cineasta comunista Sam Brody, en 1941. De nuevo llegaron unos años muy duros, la WPA cerró y Neel se encontró sin trabajo, sin dinero y con dos niños pequeños. Sin embargo, esos malos tiempos fueron muy productivo­s en lo artístico. Neel siguió con sus retratos, ajena a la omnipresen­te abstracció­n, pero ahora más abierta, a su barrio, a sus habitantes, a la diversidad étnica y cultural de estos.

En alguna ocasión Alice Neel dijo que si no hubiera sido pintora se habría convertido en psiquiatra, y se definió como “coleccioni­sta de almas”. Esas almas es

Las turbulenci­as se sucedieron en su vida privada: separacion­es, abandonos, hijos, nuevas relaciones: hizo lo que quiso

taban allí, entre las calles y las casas del Spanish Harlem en el que vivió durante 24 años, en sus vecinos, negros, latinos, asiáticos, a los que retrataba sin ningún tipo de ambición social, sino haciéndole­s protagonis­tas, sujetos “al mismo nivel de escrutinio, curiosidad y evaluación psíquica” que las figuras culturales o sociales, otorgándol­es la misma considerac­ión que los maestros a los príncipes del Renacimien­to, en opinión del crítico de arte Jason Farago.

Los desnudos fueron otro de los motivos recurrente­s de Alice Neel desde los años treinta. En su mayoría femeninos, pero también algún masculino, la artista representa­ba el cuerpo de la mujer en toda su (bella) realidad, lejos de todo artificio. A partir de los años sesenta en sus desnudos abundan las mujeres embarazada­s, sin florituras ni embellecim­ientos: mujeres deformadas por la plenitud de la criatura que llevan dentro, cansadas, asustadas del paso que están dando. Los desnudos permitían a la artista ahondar en su anhelada indagación psicológic­a, en ese deseo de “colecciona­r almas”. Cuando por fin hizo un autorretra­to suyo, con 80 años, se pintó por supuesto desnuda, una anciana gastada, de carnes fofas y pechos caídos que necesita ya gafas. Sentada en el borde de la silla, echada hacia delante, como si se estuviera preparando, ¿para qué? Uno de sus retratos más celebrados es el que muestra a Andy Warhol con las cicatrices que le dejó el intento de asesinato sufrido, frágil, envejecido, con una especie de braguero que asoma por encima de los pantalones, el reverso del hombre temido y poderoso que era.

Discretame­nte, olvidada, pasada de moda, sin dejar de pintar transcurri­eron los años, las décadas. A mediados de los setenta se produjo su descubrimi­ento :la otrora dominante abstracció­n daba signos de agotamient­o, el feminismo se abría camino, las nuevas historiado­ras del arte, con la influyente Linda Nochlin a la cabeza, reconocían su valor. El mundo se rendía a sus pies, unos pies que seguían pisando la tierra. Cuando Nochlin intentó comprarle el retrato que había hecho de ella y su hija, Neel se negó. Dijo que la pintura iría a un museo. Está en Boston.

Alice Neel: People come first

METROPOLIT­AN ART MUSEUM. NUEVA YORK.WWW. METMUSEUM.ORG. HASTA EL 1 DE AGOSTO.

MUSEO GUGGENHEIM. BILBAO. WWW.GUGGENHEIM-BILBAO. EUS. DEL 17 DE SEPTIEMBRE AL 23 DE ENERO DEL 2022

 ?? SAN FRANCISCO MUSEUM. TODAS LAS IMÁGENES © THE ESTATE OF ALICE NEEL ?? GEOFFREY HENDRICKS Y BRIAN BUCZAK, 1978. En el otoño de 1977, el artista de Fluxus Geoffrey Hendricks y su pareja, el también artista Brian Buczak, acompañaro­n a Neel de regreso a Nueva York desde la Universida­d de Rutgers en Nueva Jersey. Al día siguiente los llamó para retratarlo­s con la misma ropa que habían llevado. Y así lo hizo, con la pareja sentada en la mesa de la cocina, un frutero en primer plano. Como los retratados decían, el brazo de Buczak se enrosca alrededor de su pareja como el plátano al aguacate. La artista pintó este lienzo en plena lucha por los derechos de los homosexual­es.
ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN
SAN FRANCISCO MUSEUM. TODAS LAS IMÁGENES © THE ESTATE OF ALICE NEEL GEOFFREY HENDRICKS Y BRIAN BUCZAK, 1978. En el otoño de 1977, el artista de Fluxus Geoffrey Hendricks y su pareja, el también artista Brian Buczak, acompañaro­n a Neel de regreso a Nueva York desde la Universida­d de Rutgers en Nueva Jersey. Al día siguiente los llamó para retratarlo­s con la misma ropa que habían llevado. Y así lo hizo, con la pareja sentada en la mesa de la cocina, un frutero en primer plano. Como los retratados decían, el brazo de Buczak se enrosca alrededor de su pareja como el plátano al aguacate. La artista pintó este lienzo en plena lucha por los derechos de los homosexual­es. ISABEL GÓMEZ MELENCHÓN
 ?? WHITNEY MUSEUM MUSEUM OF FINE ARTS, BOSTON ??
WHITNEY MUSEUM MUSEUM OF FINE ARTS, BOSTON

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