Anselm Grün, la bondad de la duda
La propuesta de un monje en la línea de Merton
Vivir en la duda no es fácil, pero puede ser algo altamente beneficioso para todos nosotros. Desde esta premisa el monje benedictino Anselm Grün (Baja Franconia, Alemania, 1945) construye su libro Aceptar la duda, una lectura muy recomendable para los tiempos que corren. Ciertamente, hoy vivimos en la incertidumbre y no nos queda otra que convivir con la duda. Podemos renacer si entendemos la crisis como una señal de progreso.
Tal y como plantea el autor, existen distintos tipos o espacios para la duda. Esta puede actuar como motor para la investigación desde el resorte de la eterna curiosidad. En un sentido metafísico, nos cuestiona el sentido de la vida y en la fe puede llegar a ser mal vista, incluso como pecado, si cuestiona unas creencias. Sean dudas existenciales, absolutas, morales o metódicas la cuestión pasa por comprender la duda como parte fundamental de nuestras vidas. Estamos en un mundo polarizado que desde la duda debe avanzar hacia un sentido más integral y unitario. Poco a poco, aprendemos que todo está emparejado. La luz y las tinieblas, el hombre y la mujer, el cielo y la tierra, la fe y la incredulidad…
En sus observaciones finales Grün afirma que “la duda forma parte de la esencia de la persona. Sin la duda, la humanidad no se seguiría desarrollando, las ciencias quedarían estancadas y no seguirían buscando nuevos conocimientos… No se trata de suprimir las dudas o de aplastarlas, sino de asumirlas y dialogar con ellas. De esta manera, nos pueden llevar a un punto de vista nuevo sobre nosotros mismos y sobre nuestra pareja”.
Es grato constatar un tono tan moderno, y hasta cierto punto rupturista, en la figura de un monje. Afortunadamente, la espiritualidad va entrando en nuestra cotidianidad gracias a aportaciones como esta que se sitúan más allá del credo establecido. Lo importante es contribuir en nuestro crecimiento como seres humanos en estos tiempos convulsos.
A lo largo de las páginas del libro, Grün pasa por la duda en las relaciones personales, en el trabajo o en la enfermedad, dedicando, como es de esperar, el capítulo más extenso a la fe. Ante la falta de salud o la muerte de seres queridos, muchos cuestionan la figura de
Dios, pero lo verdaderamente trascendente es poder atravesar el sufrimiento sin sucumbir ante él. Al final, la duda nos va a obligar a entrar en contacto con nosotros mismos y a preguntarnos por nuestro verdadero ser. Ya no importa tanto el dogma de la fe, sino alcanzar ese espacio más profundo donde anida nuestra parte espiritual.
“La duda no debe alejarnos de la vida, sino invitarnos a asumir y a sacar lo mejor de la realidad de la vida, tal como se nos ofrece… En cada orientación filosófica hay un poco de verdad. Por eso de