El jardín japonés
En Japón les fascina España: se entusiasman con Gaudí, han fichado a Iniesta con toda su bodega de vinos tintos y hasta hemos visto con perplejidad a japoneses que se han venido para ser flamencos o incluso toreros. Luis Landero explica cómo antes de ser profesor de literatura y escritor fue guitarrista y llegó a ir de gira acompañando a un cuadro flamenco hasta Japón. David López Canales cuenta en Un tablao en otro mundo (Alianza) cómo empezaron a visitar Japón con un enorme éxito, incluso fervor, desde Paco de Lucía y Cristina Hoyos a Chiquito de la Calzada. Y también explica ese viaje de vuelta de japoneses hipnotizados por las bulerías y las seguidillas que hicieron el petate y se vinieron a Andalucía a darle al cante jondo.
Pero esa fascinación es recíproca: aquí nos hemos vuelto locos con el sushi, las artes marciales, el manga o los bonsáis. La prueba es que es el único país extranjero que cuenta aquí con una editorial dedicada exclusivamente a publicaciones de un solo país: Satori Ediciones únicamente publica libros de autores y cultura japonesa y ha sido premiada por el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés por su labor cultural.
Una de las cosas que podría explicar esa conexión, pese a todas las distancias, es la pasión de siglos por contar historias y por la literatura oral. En Satori acaban de publicar Cuentos japoneses de amor y guerra de Yei Theodora Ozaki, una de las más importantes conectoras entre la cultura nipona y europea a principio del siglo XX. Aquí reúne deliciosos cuentos fantásticos de hadas y demonios recogidos de las leyendas populares relatadas al calor del fuego. También podemos leer cuentos populares japoneses en otra novedad editorial: Espíritus y criaturas de Japón ,de Lafcadio Hearn (Edelvives) con excelentes ilustraciones de Benjamin Lacombe. Desde los aparecidos que vienen a tomar el té hasta el hombre que se convierte en faisán.
También acaba de aparecer Japón en 100 palabras ,de Ornella Civardi
yGavin Blair (Larousse), a modo de enciclopedia portátil con un centenar de palabras clave, de kamikaze a samurái. Otra forma más sofisticada de asomarse a sus entresijos culturales es Un tratado de estética japonesa (Alpha Decay), donde Donald Richie observa las tradiciones artísticas de Oriente y Occidente en sus lejanías y acercamientos. Hay, al menos, tres interesantes propuestas novelescas de reciente aparición.
La policía de la memoria ,de Yoko Ogawa (Tusquets), tiene esa capacidad de la literatura japonesa de introducir lo asombroso en lo cotidiano con toda naturalidad. El gobierno –en modo Gran Hermano– va borrando progresivamente la memoria de unos resignados ciudadanos… pero algunos resisten. La distopía más sutil que he leído nunca.
De pronto oigo la voz del agua ,de
Hiromi Kawakami (Alfaguara), es otra
delicatessen sobre el retorno de dos hermanos a la casa de la infancia llena de recuerdos, pero también de puertas cerradas escrita con delicadeza poética.
Seis cuatro, de Hideo Yokoyama
(Salamandra), vendió en Japón un millón de ejemplares. Yokoyama ejerció durante doce años de reportero de investigación y esta novela habla mucho de esa peliaguda frontera entre la información y el amarillismo. La jefa de prensa de la Jefatura de Policía de la prefectura D de Tokio trata de aclarar un espeluznante caso sin resolver catorce años antes y lleno de agujeros negros.
Marián Bango y Alfonso García
empezaron practicando artes marciales y acabaron fundando la editorial Satori, que significa “iluminación”. Cuando se les pregunta qué es esa editorial que publica autores de un país aparentemente remoto responden que “Es el proyectodedossoñadores”.Sayonara.
De Yogo Okawa a Hideo Yokoyama, el boom de una literatura que cuenta con una editorial especializada, Satori