La mirada luminosa
Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) se desplazó con suavidad desde el campo de escritura donde se había dado a conocer hasta otro mucho más atípico viniendo donde venía. Procedía del ensayo, donde consiguió especial repercusión al proponer una nueva mirada a conceptos clásicos; a él se debe la reaparición en el debate público de la noción de “ejemplaridad”, tan olvidada hasta entonces y en el último decenio tan utilizada en muy distintos contextos. También obtuvo notoriedad en la que él mismo denomina como “filosofía mundana”, que refresca cuestiones generalmente dejadas de lado de la vida cotidiana. Y desde ahí decidió dar el salto al teatro. Por supuesto que hay filósofos que lo han hecho con éxito –Sartre y Camus como primer ejemplo–, y que trabajan hoy en España dramaturgos con intención filosófica, como Juan Mayorga. Pero no resulta habitual que alguien reputado como pensador se lance al mundo de la escena. ¿Por qué lo hizo? Me remito a sus palabras: “El ensayo proyecta luz siempre sobre el tema (la eterna claridad del concepto), incluso cuando se aplica a experiencias oscuras y misteriosas, de modo que, sin querer, desvirtúa su objeto, lo cosifica, mientras que el teatro permite explorar territorios de oscuridad sin alterarlos y mostrar su misterio irreductible sin modificarlo con la luz del concepto”.
Como se recuerda en el texto aquí adjunto, su primer desembarco tuvo lugar con el monólogo dramático Inconsolable, primero estrenado en domicilios particulares, luego en teatros de Madrid y Barcelona. Las dos obras que siguieron han apuntado en direcciones diferentes: Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas compañías hacia la alta comedia con trasfon
No resulta demasiado habitual que alguien reputado como pensador se lance al mundo de la escena
El monólogo dramático, la alta comedia con carga social y la tragedia con dimensión política configuran esta trilogía
do moral; Las lágrimas de Jerjes directamente hacia la tragedia. Esta trilogía es la que compone ahora el volumen Un hombre de cincuenta años.
Y aunque las tres compartan un nexo, ese “sucio secreto” del que nos habla el prólogo, esa reflexión sobre la cincuentena, edad en que Don Quijote inició sus correrías y en la que según se nos recuerda no son pocos los que “se obnubilan y se echan al monte”, hay diferencias que conviene marcar. Inconsolable partía de elementos confesadamente autobiográficos: el dolor por la pérdida del padre, arropado por un tema caro al autor, el de la “imagen de la vida” que uno quiere, o intenta, dejar a sus contemporáneos y sobre todo a sus próximos. Y con ello la capacidad de ser “dignos de memoria”, ya que parece imposible “escapar a la pregunta que algún día se formularán quienes me sobrevivan. ¿Qué tipo de persona fui?”. Lo que le lleva a invitarnos a cuidar la propia imagen, y a llevar una vida “digna y bella”.
Quiero cansarme contigo nos remite al mundo de la pareja, a las pequeñas trampas que se cruzan las mejor avenidas e, irónicamente, a la preferencia de malas compañías frente a las buenas, ya que el mal ejemplo “contribuye a serenar el ambiente familiar, a cohesionarlo, a embellecerlo”. Esa obra incluye una inesperada autoironía: “Algunos disertan sobre la teoría de la ejemplaridad desde una cómoda poltrona. Escriben libros y, bueno, no hacen daño a nadie porque nadie los lee. Pero cometer la majadería de llevar la teoría a la vida práctica, como haces tú, hombre, eso no se le ocurre a nadie con dos dedos de frente”, señala el protagonista Tristán a un amigo.
Por último, frente a la buscada levedad de Quiero cansarme contigo, Las lágrimas de Jerjes constituye una dura reflexión sobre la pasión política, la responsabilidad y la renuncia. Y su trabajo teatral no se ha detenido aquí: en octubre pasado, junto a su amigo y cómplice el director de escena Ernesto Caballero, Gomá impulsó en Madrid el montaje El lugar del otro, al que aportó dos piezas breves: La sucursal y Don Sandio. La primera enlaza crítica social y sosegada constatación del paso del tiempo; la segunda disecciona ciertas modalidades de la gestión cultural (entorno que el autor conoce bien).
A la espera de volver a verlo sobre el escenario, la lectura del teatro de Gomá aporta el placer de un estilo elegante; la satisfacción de detectar cuestiones planteadas a la inteligencia desde la inteligencia , y el reconfortante sentimiento de adentrarse en una obra que busca iluminar lo mejor y más noble de cada ser humano.