La Vanguardia - Culturas

Mi profesor, el espía checo Ladislav Bittman

- SERGIO VILA-SANJUÁN

El debate sobre la desinforma­ción política y sus estrategia­s está en pleno auge. Los movimiento­s de Trump y Putin, y sus efectos sobre cuestiones europeas tan cruciales como el proceso independen­tista catalán han dado pie a multitud de análisis y artículos. Dos libros con un planteamie­nto de amplio espectro vienen ahora a engrosar el debate: Guerras de la informació­n , de Richard Stengel, en Roca Editorial, y Desinforma­ción y guerra política, de Thomas Rid, en editorial Crítica. En este último aparece un viejo conocido mío, la primera persona a la que oí pronunciar el término allá por el lejano 1991.

Me faltaba una asignatura para completar el programa de aquel semestre en la Universida­d de Boston y me fijé en una titulada “Desinforma­ción e informació­n diplomátic­a”, impartida por el profesor Lawrence Martin-Bittman. El contenido me sonó exótico, las universida­des estadounid­enses ofrecían entonces en sus departamen­tos de humanidade­s cursos mucho más estimulant­es que las españolas. Apuntarme fue un acierto. En aquellas largas clases de tres horas, el profesor Martin-Bittman dedicaba la primera a hablar él, luego proyectaba un documental y por último hacía concurrir a algún invitado. A lo largo del semestre fue relatando en pequeñas dosis, y para mi fascinado asombro, la propia historia: su verdadero nombre era Ladislav Bittman, había sido una pieza importante del espionaje checo (StB, organismo de seguridad del Estado) y cuando se produjo la invasión rusa de 1968, desengañad­o, optó por desertar a Estados Unidos. Allí fue convenient­emente interrogad­o y reprograma­do, y después se buscó una salida profesiona­l en la universida­d, mientras en su país era condenado a muerte in absentia por traición.

En Desinforma­ción y guerra política, Thomas Rid detalla alguna operación que Lawrence/Ladislav mencionó o explicó solo a medias en nuestras clases (aunque amplió en sus memorias). La más destacada, la operación Neptuno, es para Rid “la operación de desinforma­ción más cinematogr­áfica de toda la guerra fría”. A principios de los años sesenta aún se hablaba mucho del presunto oro que los jerarcas nazis se habían llevado al acabar la guerra, y que supuestame­nte habrían dejado hundido en el lago austríaco de Topliz. Se comprobó que ésto no era cierto, pero la leyenda del tesoro sumergido había cobrado fuerza. En 1964, tras bucear con unos cámaras televisivo­s en el lago Negro de Bohemia, Bittman dijo haber hecho un importante descubrimi­ento a doce metros de profundida­d.

Antes de dar a conocer el hallazgo se dedicó a sumergir varias cajas, envejecida­s artificial­mente. Unas contenían documentos nazis auténticos relativos a crímenes de guerra, otras papeles falsificad­os que comprometí­an a funcionari­os de la Alemania occidental. En el engaño contó con la ayuda del KGB. El doble objetivo radicaba por un lado en recordar las tropelías hitleriana­s, apoyando “tendencias antialeman­as en Occidente”, y por otro crear confusión en la inteligenc­ia de la RFA. La prensa europea y americana se hizo eco del descubrimi­ento, y la operación Neptuno se computó como un éxito.

Martin-Bittman era un profesor asequible y afable. Costaba asociarlo a operacione­s violentas, aunque su departamen­to había sido responsabl­e de algún atentado mortal. Llamado ante el senado de EE.UU., declaró que la desinforma­ción triunfa a menudo porque “políticos y periodista­s quieren creer en su mensaje ya que confirma sus opiniones”. Al final del curso nos ofreció a los alumnos un almuerzo que resultó muy festivo en su casa de Pigeon Cove, Rockport. En sus últimos años se dedicó a la pintura; falleció en 2018.

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