Sinsabores del verdadero narrador
El colombiano Juan Gabriel Vásquez repasa los movimientos revolucionarios de América y el mundo a través de la saga familiar de los Cabrera
Lo último que quisiera es que las objeciones que pueda poner a la última novela de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), Volver la vista atrás, se vean como una visión negativa de un escritor al que respeto desde que leí su Historia secreta de Costaguana (2007), en torno a Conrad y la construcción del canal de Panamá. Narrador, periodista, ensayista, autor de Joseph Conrad. El hombre de ninguna parte (2004), vivió en París y las Ardenas belgas, donde ambienta la colección de relatos Los amantes de Todos los Santos (2015), y, de 1999 a 2013, en Barcelona, donde fue redactor de la revista Lateral de Mihály Dés. Tanto en Los informantes (2004) como en El ruido de las cosas al caer, premio Alfaguara 2011, se narra el asesinato del político liberal Jorge Eliecer Gaitán, que cambió para siempre la historia de
Colombia para iniciar un largo periodo de lo que se conoció como La Violencia, presente en tantos escritores, entre ellos en García Márquez, muy especialmente en El coronel no tiene quien le escriba, recientemente llevada al teatro por Carlos Saura y protagonizada por Imanol Arias, o en Cóndores no entierran todos los días, de Gustavo Álvarez Gardeazabal.
En Volver la vista atrás, la agitada vida política sigue estando presente a través de la saga familiar de los Cabrera. En la Nota del autor, Vásquez nos dice que la novela es una obra de ficción, pero no hay en ella episodios imaginarios: “El acto de la ficción ha consistido en extraer la figura de esta novela del gigantesco pedazo de montaña que es la experiencia de Sergio Cabrera y su familia, tal como me fue revelada a lo largo de siete encuentros y más de treinta horas de conversaciones grabadas”. Se trata pues de la biografía de una familia en la que la realidad se confunde con la ficción. La novela –de alguna manera hay que llamarla– se abre con la llamada telefónica que desde Lisboa recibe Sergio Cabrera comunicándole la noticia de la muerte de su padre en Bogotá en 2016. Fausto era una figura de renombre en el teatro, en la televisión y en el cine, especialmente celebrado por su película La estrategia del caracol.
La vida de su hijo Sergio cambia en el momento en que le regalan una Kodak Brownie Fiesta. Seguimos su trayectoria como director teatral, formado en la escuela de Stanislavski, y como cineasta, celebrado director de Todos se van. Su hermana Marianella es una fanática maoísta y su diario, con una tonta e ingenua fe en Mao, es un irritante panfleto. En Volver la vista atrás hay una absoluta falta de humor, que habría permitido una actitud más crítica por parte del autor, excesivamente distanciado. La saga se cierra con el hijo de Sergio, Raúl, también él entregado a la revolución y muerto en combate.
Es una novela que gira en torno a las revoluciones, y así donde nos desplazamos de Bogotá a Medellín, a Cuba, a la República Dominicana de Trujillo, a Lisboa y, muy especialmente, al Pekín de Mao, acompañados del Libro rojo.
La política está, pues, siempre presente con, entre otros, Rojas Pinilla, Trujillo o Castro. Nos acompañan las películas y los escritores, donde no faltan comentarios críticos, como sobre Stephen Spender, “la definición del insoportable intelectual de Oxford”, y así me lo pareció a mí cuando le conocí en Londres.
Y ahora la de arena: con todas las cualidades del hábil narrador, la lectura resulta tediosamente reiterativa, carga demasiado las tintas y falta una visión psicológica. Estamos muy lejos del mejor Juan Gabriel Vásquez.
ALFAGUARA. 480 PÁGINAS. 19, 90 EUROS
y hasta hoy había publicado dos libros de poemas en pequeñas editoriales.
Napalm al cor, Terres mortes y El pèndol coinciden en el hecho de desarrollar historia y ambiente: el ambiente es tan importante como la historia. Toman elementos de una fantasía oscura que, simbólica y emocionalmente, representa el mundo como un lugar no muy agradable y como un objeto literario. La idea vendría a ser: qué mundo tan opresivo y tan bestia. Pero no todo es malo: puedes escribir un libro sobre él, a base de sublimar el dolor y la opresión. Es la manera como estos jóvenes que no acaban de encajar, encuentran su camino. Los libros son literariamente potentes y bien escritos sin concesiones.
Es también el caso de El pèndol , que va unos cuantos pasos por detrás. El primer cuento, Paral·lels, trata del tema clásico de dos hermanos que han seguido caminos diferentes. Siempre que sale este tema me gusta recordar un relato de Carles Soldevila delos años treinta, sobre dos amigas, una ha seguido una carrera de concertista internacional, la otra ha sido ama de casa. Sencillo y claro. El cuento de AnnaGasSerracomplicamucholatrama. De entrada porque es una declaración a un psicólogo. Si el personaje está medio loco, puede pasar cualquier cosa. Pero es raro que, en el papel que se atribuye de protector, dé tanta importancia a un episodio de cuando eran muy pequeños y el hermano se quiso casar, jugando, con una niña. “Encara sort que vaig arribar a temps d’aturar la cerimònia”. ¡Pero si no tiene la más mínima importancia! De acuerdo: el autor del monólogo está alterado una chica que hace cola en una tienda de helados. Mientras espera, pasa revista a sus relaciones sentimentales y sexuales. Empieza con un toque irreal, como un cuento de Kafka: una cola que da una vuelta entera a la manzana, gente que ha conseguido lo que quería y ella no. El cuento da un giro, deja de lado el componente simbólico, y deriva hacia la especulación sentimental. Hay algo muy interesante en esta manera atrevidamente divagatoria de construir una historia. Pero Anna Gas Serra tiene que acabar de encontrar la manera de atrapar al lector.
El pèndol describe el horror de las relaciones familiares y de las relaciones entre hombres y mujeres. El primer aspecto da pie a estas situaciones kafkianas que decía: una chica que un matrimonio mayor tiene encerrada en una jaula o un cuento de iniciación a la vida adulta descrita como un aquelarre. La relación con los chicos describe una sincronía pésima, sentimental y sexual, que se concentra en la incapacidad de ellos para entender el sexo clitoriano. Muchas ideas, atrevimiento, muchoporhacer.
Realidad y ficción se dan la mano para hablar del Pekín de Mao, de Trujillo, de la Cuba de Castro, de Medellín o de Bogotá
Que mundo tan opresivo y tan bestia. Pero no todo es malo: puedes escribir un libro sobre él, sublimar el dolor y la opresión
Anna Gas Serra El pèndol
PROA. PREMIO MERCÈ RODOREDA. 159 PÁGINAS. 18 EUROS