Infancia sin madre
Premio de Literatura Unión Europea 2019
¿Se puede odiar una lengua? Pienso en Bolaño cuando dijo que el odio sostenido era el verdadero odio, e imagino que no. Luego, se cruza por la mente el catalán en la dictadura franquista, el mapudungún en la colonización de América y toda la resina que aún queda por haber borrado una cultura por su cimiento.
Con el moldavo en Moldavia ocurrió una historia parecida, pero sobre todo algo completamente distinto. Tan distinto que la moldava-rumana Tatiana Tîbuleac (Chisinau, 1978) asegura que es “una lengua inventada”, que la odia, que su padre llegó a quemar libros. “Cómo puedes odiar una lengua en la que te sabes todos los cuentos” se pregunta en la nota a la edición en español del recientemente premiado El jardín de vidrio.
Un comienzo violento para una novela violenta que es, como ella dice, un mapa para entender ese sentimiento, o para comprender las posibles relaciones entre identidad, maternidad y lengua.
El lenguaje es el protagonista. También una niña huérfana, Lastochka, adoptada por una mujer ambiciosa y desapacible con la que entrama una relación complejícisa sima. No sabemos si ha sido salvada del orfanato o comprada para ser una esclava. Y Tîbuleac logra narrarlo en una novela bildungsroman en clave epistolar enteramente fragmentada, con gestos dickensianos y destellos humor en medio de escenas desgarradoras.
Su prosa es sutil. Se acerca a lo que quiere decir cautelosamente y apenas lo toca. Los silencios también dicen algo y en ello Tîbuleac sabe a su lector inteligente y agudo. “Una letra equivocada te arroja de un mundo a otro” escribe, y entonces se adentra en una narrativa en absoluto conpero sí precisa que se las ingenia para ser corta –cada capítulo dura una página– y decir demasiado.
“La ausencia es la forma más alta de presencia” escribió Joyce. Así se retrata la violencia que sufre Lastochka como niña en tanto que infancia, huérfana y mujer. Sin madre y sin lengua. Sin lengua madre. Es que El jardín de vidrio hila fino en lo que separa la maternidad de la identidad (hay alta presencia de Freud) y cómo se cruza la cultura en todo aquel entramado. También los grandes tabúes los relata con maestría: el aborto, la menstruación, la violación y la maternidad, la deseada y la no deseada, la deseada que no fue y la que fue pero no como se deseó en un principio.
Una historia sobre la distorsión de la infancia y sobre estar en medio de esas maternidades y lenguas. El moldavo es el lenguaje del orfanato (una metáfora de la nolengua),elruso,eldesuvidadeesclava(de la ocupación soviética) y el rumano, un entremedio que pareciera querer partir de cero. “Podría haber sido todavía peor”, se repite en el libro una y otra vez , como dando visos de optimismo a un mundo gris. Al final, la novela no odia una lengua como anuncia su nota. En cambio, desvela lo que significó crecer bajo esa confusión identitaria para poder entender los caminosqueelloteje.Comounmapa.
Tatiana Tîbuleac El jardín de vidrio / El jardín de vidre
IMPEDIMENTA/ LES HORES. TRADUCCIÓN AL CASTELLANO: MARIAN OCHOA/ AL CATALÁN: ANTÒNIA ESCANDELL. 359/328 PÁGINAS. 22,80 EUROS / 19,90 EUROS
ESPASA. 288 PÁGINAS. 19,90 EUROS