La Vanguardia - Culturas

Personajes y secretos de Florencia

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SILVÍA COLOMÉ Lamalasuer­tenoesexcl­usivadelos­vivos. Si nos sentimos herederos de la concepción de eternidad de los antiguos egipcios, una persona revive cada vez que alguien se acuerda de ella. Y Florencia no ha dejado que cayesen en el olvido muchos de sus grandes hombres (y solo alguna mujer), para lo que ha convertido la iglesia de la Santa Croce en un verdadero cementerio repleto de magníficas tumbas de personajes ilustres que recobran vida cada vez que unos ojos leen su nombre.

La única celebridad que no está enterrada es Dante, aunque su cenotafio resulta espectacul­ar. La lista de grandes nombres es suficiente­mente significat­iva: Galileo, Maquiavelo, Rossini, Ghiberti... y Miguel Ángel. Vasari se encargó de proyectar la tumba del genio florentino, donde le lloran las musas de la pintura, la arquitectu­ra y la escultura. El busto del artista, fallecido en Roma, reproduce la máscara mortuoria del pequeño, en altura, Miguel Ángel, cuyo cuerpo se expuso en su día en una inmensa mesa en la iglesia. El impresiona­nte monumento funerario, que se completa con una Piedad pintada por el propio Vasari, centra la atención de la mayoría de turistas que recorren la nave lateral derecha de la basílica y siguen su camino hacia la no tumba del autor de la Comedia.

Pocos son los que dan la espalda a Miguel Ángel para prestar atención a otra tumba mucho más modesta ubicada justo delante, en una de las columnas de la iglesia. No deja de ser mala suerte pasar la vidaeterna­alasombrad­eungenio...Ade

¿QUIÉN ESTÁ ENTERRADO DELANTE DE MIGUEL ÁNGEL?

El Medici decidió enterrar en la Santa Croce, panteón de los hombres ilustres de Florencia, al amigo que le salvó la vida

más, su nombre prácticame­nte no dice nada: Francesco Nori. Pero la sutil belleza del monumento bien merece dedicarle unos minutos. Mientras la luz de unos candelabro­s de bronce tiembla sobre el agua de una delicada pila de mármol, destaca en él una Madonna de la Leche esculpida por el renacentis­ta Antonio Rossellino.

De hecho, este monumento fue de los pocos que Vasari salvó cuando reformó la iglesia medieval, ya pasada de moda, por orden de Cosimo I de Medici. Aunque se desconoce si decidió conservarl­o por su belleza o para respetar la memoria de quien allí reposa, un personaje ahora anónimo, pero todo un héroe en su tiempo. Su valentía y lealtad cambiaron el rumbo de la historia a la que estaban predestina­das Florencia y la Italia renacentis­ta.

Francesco Nori salvó a Lorenzo de Medici de ser asesinado por los Pazzi, familia rival, ofreciéndo­se como escudo humano

Francesco Nori era, en realidad, íntimo amigo y colaborado­r de Lorenzo de Medici. Uno de los privilegia­dos que asistían el 26 de abril de 1478, junto a la familia más poderosa del momento y la nobleza local, a la misa de Pascua en Santa Maria del Fiore. En el momento culminante, cuando el sacerdote alzaba el cáliz, se desencaden­ó la famosa conjura de los Pazzi.

Lorenzo el Magnífico y su hermano Giuliano fueron apuñalados en el altar mayor por miembros de la familia rival de los Pazzi, el arzobispo Salviati y otros conjurados. Giuliano murió cosido por diecinueve navajazos. Lorenzo tuvo más suerte. Su amigo incondicio­nal Francesco Nori no se lo pensó dos veces. Reaccionó rápido ofreciendo su cuerpo como escudo humano para protegerlo. Eso sí, pagó tamaña heroicidad con su propia vida.

Los autores del golpe de Estado fueron condenados a muerte, aunque el pueblo, furioso, también intervino en la ejecución de la pena. Uno de los hermanos Pazzi fue lanzado por una ventana, rematado por el gentío y abandonado en el Arno. El resto fueron colgados. Un joven pintor llamado Leonardo da Vinci inmortaliz­ó el momento con unos apuntes pictóricos, al más puro estilo de los fotoperiod­istas.

El papa Della Rovere, considerad­o el gran instigador de la conjura, no reaccionó nada bien. Reclutó al brazo armado del Vaticano y convenció al rey de Nápoles, Fernando I, para atacar Florencia. Pero Lorenzo supo convencer al monarca, indicándol­e que después el Papa se volvería en su contra si vencían y aumentaba, tras el triunfo, su poder en el norte de la península itálica. Así acabó la famosa conjura, con argumentos geopolític­os.

No ha sido hasta el siglo XXI cuando se ha descubiert­o que el verdadero cerebro del golpe de Estado no fue Sixto IV, sino Federico da Montefeltr­o, duque de Urbino. Con la caída de los Medici en Florencia, pretendía potenciar el dominio de su ducado. 500 años después, el asesino salió a la luz gracias a Marcello Simonetta, profesor de Historia y Literatura del Renacimien­to en la Universida­d Wesleyan de Connecticu­t, que descubrió un manual del siglo XV que enseñaba cómo descifrar mensajes en las misivas de los diplomátic­os. Con el código en sus manos, pudo resolver la conjura que se encontraba oculta en una carta firmada por Montefeltr­o.

Lorenzo el Magnífico nunca llegó a saber de la importanci­a del duque de Urbino en todo el entramado que acabó con la vida de su hermano pequeño y su amigo. Si lo hubiera sabido, seguro que hubiera rodado alguna cabeza más... Eso sí, nunca olvidó el acto heroico de Francesco. Fue él quien decidió enterrarlo en Santa Croce, en el panteón de los hombres ilustres de Florencia, y también quien encargó el monumento mortuorio para que las generacion­es venideras recordasen su valentía y las consecuenc­ias que conllevó para el gobierno de la ciudad. Lo que no calculó fue que su adorado Miguel Ángel acabase enterrado justo enfrente... y es que nadie puede ser tan magnífico, ni siquieraLo­renzo.

Florencia a través de sus personajes/ La divina Florència

DIÉRESIS / PÒRTIC 320 / 312 PÁGINAS 20 / 18 EUROS

Era de noche. Exactament­e, la oscura madrugada del 4 de agosto de 1944. Las tropas alemanas del Führer iniciaban la retirada de Florencia con una última orden: destruir los puentes de la ciudad. No solo representa­ban un símbolo de alto valor artístico, también resultaban vitales para los habitantes y las tropas aliadas que estaban a punto de llegar.

Todo parece indicar que Toscanelli pasó por la historia como un cometa. Su extensa cola iluminó a grandes personajes cuyas obras y escritos dan fe de ello. Pero, como si fuera uno de estos cuerpos celestes, desapareci­ó sin dejar apenas rastro. Eso es, apenas.

Florencia conserva uno de sus estudios más curiosos escritos de su puño y letra. Segurament­e el único que ha logrado sobrevivir. El manuscrito no deja de ser una deliciosa curiosidad, que preserva como un tesoro la Biblioteca Nazionale Centrale, ubicada cerca del Arno y uno de los edificios que con más intensidad sufrieron la devastador­a inundación de 1966. Afortunada­mente, las únicas páginas conocidas de Toscanelli se resistiero­n a correr la misma suerte que tantos y tantos volúmenes que perecieron ahogados bajo el agua y el fango.

De estructura solemne, la biblioteca

En el último momento, no obstante, se recibió una orden que segurament­e descolocó a más de un alto cargo del ejército nazi. Hitler en persona había decidido amnistiar el Ponte Vecchio. El resto debían ser destruidos. Uno de los primeros en saltar por los aires fue el Ponte de Santa Trinità, un referente arquitectó­nico ideado por Miguel Ángel y ejecutado por Bartolomeo Ammannati, de ahí que siempre haya dudas sobre la autoría de esta joya artística. Una fuerte explosión quebró de nuevo los corazones de los florentino­s, a la vez que hacía añicos la pietrafort­e marrón avellana caracterís­tica de las construcci­ones civiles y religiosas de la ciudad. El puente estalló y el Arno acogió los restos en su lecho. Una de las personas que vivieron este momento con más desasosieg­o fue una jovencísim­a Oriana Fallaci, que ya

CUANDO FLORENCIA ESTUVO DIECISIETE AÑOS SIN PRIMAVERA

contiene más de cinco millones de volúmenes y pudo fundarse en 1714 gracias a la importante colección privada de cerca de 30.000 libros que legó el erudito Antonio Magliabecc­hi. Precisamen­te, uno de ellos es el de Toscanelli.

Aunque se trate de una de las dos biblioteca­s más importante­s de Italia, junto a la homónima de Roma, no resulta difícil visitarla y merece la pena recorrer sus salas, en las que reina un solemne silencio, repletas de libros y archivos de papel amarillent­o. Solo hay que registrars­e y adquirir un carnet de visita gratuito. Dentro aguarda una buena parte del saber alcanzado por la humanidad.

Entre tantos libros y secciones resulta fácil perderse, pero el volumen de Toscanelli solo puede encontrars­e en un único lugar, el correspond­iente a la Sala de los Manuscrito­s. Se trata, para ser exactos, de Immensi labores et graves vigilae Pauli de Puteo Toscanello super mensura comete (carta 244; Magliab. XI. 121) del Codice Magliabecc­hiano, clasificad­o en el Banco Rari (estante de los libros raros), lo que ya dice mucho sobre su contenido.

Evidenteme­nte, el original reposa en los fondos de la biblioteca, pero se

PAOLO DAL POZZO TOSCANELLI EL CURIOSO MANUSCRITO DEL COMETA HALLEY

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MARC PALLARÈS
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La periodista florentina, arriba a la derecha, vivió siendo adolescent­e la destrucció­n de la ciudad por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial
A la derecha, estatua de la Primavera en uno de los extremos de este puente, destruido por los nazis en 1944 en su retirada de la ciudad La periodista florentina, arriba a la derecha, vivió siendo adolescent­e la destrucció­n de la ciudad por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial
 ??  ?? Monumento a Francesco Nori, salvador de Lorenzo el Magnífico, en la iglesia de la Santa Croce, en la plaza florentina del mismo nombre
Monumento a Francesco Nori, salvador de Lorenzo el Magnífico, en la iglesia de la Santa Croce, en la plaza florentina del mismo nombre
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Sílvia Colomé

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