La Vanguardia - Culturas

La atracción del vacío

- J.A. MASOLIVER RÓDENAS

La escritora colombiana Pilar Quintana logra el premio Alfaguara con una obra absorbente sobre el desmoronam­iento y la recomposic­ión de una familia

Nacida en Cali en 1972, Pilar Quintana es guionista y publicista, algo que se refleja en la fluidez y en la habilidad para los diálogos de su obra narrativa, tanto en los relatos de Caperucita se come al lobo (2012) como en sus novelas: Cosquillas en la lengua (2003), Coleccioni­sta de polvos raros (2007) –que, lo siento, se refiere a los narcos–, o La perra

(2017), donde aparece ya el tema de la maternidad, central en Los abismos,

premiada con el Alfaguara de novela 2021. Para Quintana, “la maternidad está idealizada”, y aquí asistimos a la historia de una familia, “cómo se desmorona y se recompone”. Por un lado está la madre que tiene una vida más allá de la maternidad, y por el otro, el mundo de los adultos visto a través de una niña. El apartament­o donde viven se va llenando de plantas, hasta convertirs­e en la selva. La naturaleza –como en otros escritores colombiano­s que he comentado recienteme­nte– aquí es la de la ciudad, pues para Quintana, “el zoológico queda cerca, se oye el rugido de los leones”, el que oía Cabrera Infante en Londres, aunque él, como le gustaba contar, creía que eran parte de sus sueños delirantes. Y dentro de la naturaleza, los abismos que dan título al libro, un lugar perfecto para desaparece­r.

Lo que la madre, lectora impenitent­e de revistas como ¡Hola!, Vanidades o Cosmopolit­an, ha leído de los trágicos accidentes de Natalie Wood, Karen Carpenter o Grace de Mónaco, o la autodestru­cción de Jimi Hendrix, Janis Joplin o Elvis Presley¸y que afecta a no pocos personajes de esta novela. Es así como somos testigos de una violencia que, a diferencia de otros narradores colombiano­s, no se da en la política (aunque hay una breve e inevitable referencia a la guerrilla) sino en las relaciones familiares o de amistad.

El personaje central es la niña Claudia, central como víctima de unos padres que ellos sí son los que marcan el desarrollo de la novela. El padre, Jorge, se queda prendado de la madre, que se llama también Claudia, cuando la conoce en el hospital donde ella trabaja como voluntaria. Se llevan veintiún años. Ella se pasa el día en la cama, leyendo revistas o bebiendo whisky a cualquier hora. Está aquejada de rinitis y apenas hace caso a su hija, que, convertida en huérfana de padres vivos, se refugia en Paulina, una linda muñeca.

Todo en la novela se altera cuando la madre conoce a Gonzalo, lo que provoca un distanciam­iento en el matrimonio, algo que sufre la niña, como sufre las historias que escucha: la de Gloria Inés, a la que la depresión lleva al suicidio, o la de Rebeca, hija de los irlandeses O’Brien, que se tira al precipicio, donde la niña Claudia acabará arrojando a la muñeca Paulina. Todo son muertes violentas, suicidios. Inevitable pensar en Grace Kelly. Y lo único que desea Claudia es que las cosas sean como antes de Gonzalo, para volver a una normalidad que en realidad nunca ha existido.

Naturalmen­te, todo gira en torno a los conflictos personales y los familiares, y a la atracción por el vacío. La niña vive en un miedo constante. Y una dolorosa soledad. Estamos en Cali, víctima del clima tropical y de la pandemia. La ambientaci­ón juega un papel importante y abundan las descripcio­nes detalladas o llamativas, como el olor del cigarrillo de la tía Amelia, que “estaba pegado a mi piel y también le salía de adentro, por la boca, como si tuviera la barriga llena de ceniza”, y nos encontramo­s con Porfirio, “un tipo flaco, con un cigarrillo blando en la boca y la nuez grande como otra nariz”. En Los abismos nos encontramo­s ante una lectura ágil, intensa y absorbente.

ALFAGUARA. 256 PÁGINAS. 18,90 EUROS novelada, es la historia de Carme Serra Celabert, la abuela de la autora, que aparece al final del libro en una fotografía. La diferencia principal con Olor de colònia es que, con una factura más clásica, Alcàntara explica hechos vividos. La lengua de época hace emocionant­es las descripcio­nes precisas. En cambio, la lengua de van passar tants anys no me parece nada del otro mundo. No sé cómo hablaba Carme Serra Celabert ni si Cerezo ha utilizado las conversaci­ones que tuvo con ella. Pero es raro que una chica de una masía diga caldo en lugar de brou y que explique que fue de lluna de mel en lugar de viatge de nuvis. Cuando pretende ser mimética respecto al mundo de los años treinta, cuarenta y cincuenta no le queda bien.

Pero, en cambio, la novela cobra relieve en la visita de Caterina, la protagonis­ta, a la casa de una bruja, que provoca un aborto a su amiga del alma. En este capítulo encontramo­s una descripció­n estupenda de las piedras blancas, con vetas brillantes, que encuentran de noche en el camino. Cerezo ha encontrado la vena finita, invisible a simple vista, de la auténtica poesía. “Tantes pedres al camí, tantes com estrelles, i només en trepitgem unes quantes –insiste un poco más adelante—. I encara unes quantes es queden soterrades per sempre, o cobertes de

Imontón de hormigas (¿no sería más bien una o varias hileras?). Mientras que otras cumplen con su propósito de sobra: la rabia como una perla dura y brillante, que la protagonis­ta guarda como una joya. Rita, el día de la boda, luce un broche que representa un loro con una perla en el pico: ha dominado la rabia. O cuando habla de la sensación que produce el pescado en la chica de campo: la merluza tan fina comparada con el pescado de agua dulce, lleno de intestinos y espinas, que comía en la masía. Cerezo decanta la balanza del lado bueno, con un final tenso, fragmentar­io, temperamen­tal. Traductora y correctora, debutó en el 2018 con un volumen de cuentos, A les ciutats amagades, que ganó el premio El Ojo Crítico que concede RNE al mejor libro de un autor joven. van passar tants anys es una confirmaci­ónamedias.

Estamos en Cali; el apartament­o donde viven se va llenando de plantas, hasta convertirs­e en la selva

Aunque novelada, es la historia de Carme Serra Celabert, la abuela de la autora, que aparece en una fotografía al final

Natàlia Cerezo I van passar tants anys/Y pasaron tantos años

:RATA. 152 PÁGINAS. 17,50 EUROS

I

cómo funcionaba su imaginació­n literaria; la preciosa historia de la muñeca viajera que Kafka, ya muy enfermo, le contó a una niña triste en un parque berlinés; los disparates topográfic­os de esa América que nunca pisó y en la que hay un puente que conecta Nueva York con Boston; su obsesión por la gimnasia; su talento por el dibujo que según él estropearo­n unas clases académicas; el descubrimi­ento de la única persona que lo odiaba, cuando todos los testimonio­s de quienes lo conocieron coinciden en que era encantador; el primer borrador descartado de la carta al padre, dirigida a ambos progenitor­es; la necrológic­a que escribió Milena; una carta a la esposa de Brod en la que asoma el humor de Kafka, ese gran desconocid­o para muchos y sin embargo vital para entender su obra…

Son viñetas, pinceladas, detalles iluminador­es que sumados nos ayudan a completar el rompecabez­as que fue Franz Kafka. El libro es una delicia repleta de anécdotas jugosas. Segurament­e no sea la mejor vía para iniciarse desde cero en el conocimien­to del autor, pero es muy recomendab­le para quien sepa ya lo básico sobre él y absolutame­nte imprescind­ible para quien ama su literatura.

Reiner Stach ¿Este es Kafka?: 99 hallazgos

ACANTILADO. TRADUCCIÓN: LUIS FERNANDO MORENO CLAROS. 336 PÁGINAS. 22 EUROS

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La colombiana Pilar Quintana ha sido galardonad­a con el premio Alfaguara de novela por ‘El abismo’, una obra que habla de la idealizaci­ón de la maternidad y la violencia familiar
EFE Pilar Quintana Los abismos La colombiana Pilar Quintana ha sido galardonad­a con el premio Alfaguara de novela por ‘El abismo’, una obra que habla de la idealizaci­ón de la maternidad y la violencia familiar
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MANÉ ESPINOSA La autora Natàlia Cerezo

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