La Vanguardia - Culturas

Siempre es fiesta mayor

- JULIÀ GUILLAMON

Natàlia Cerezo, galardonad­a con el premio El Ojo Crítico por su debut en el 2018, regresa con una vida de posguerra: de la masía a las inundacion­es del Vallès

I van passar tants anys de Natàlia Cerezo produce una intensa sensación de déjà lu. Explica la historia de una mujer nacida en una casa de campo, antes de la guerra, que emigró a un pueblo, que segurament­e es Castellar del Vallès, donde Cerezo nació en 1985. Explica un montón de cosas ya sabidas: el shock de pasar de una masía a un piso (Barbal), la muerte de los jóvenes de la casa en la guerra del 36, el ambiente de la fábrica textil, el entoldado (donde sortean una cafetera, como en La plaça del Diamant), el teatro amateur (que es una de las fuentes donde bebe Sílvia Alcàntara, que es una enamorada de Sagarra), las desavenenc­ias con el marido… hasta llegar a las riadas del Vallès de 1962.

Son historias que pasan de padres a hijos.Enestecaso,deabuelaan­ieta:aunque quitrà, o rodolen del cim més alt”.

El libro tiene otra baza, argumental: el viaje de la chica a Barcelona, a escondidas del marido, para ver a aquella amiga que abortó, se tuvo que marchar del pueblo y que, años después, se casa. Nos describe un recorrido de la novia por Barcelona, en alpargatas, con el vestido recogido, acompañand­o a Caterina para que no pierda el tren. Es una de aquellas grandes escenas cinematogr­áficas que lees de cuando en cuando.

Con todo, el libro está descompens­ado. Imágenes que no acaban de funcionar y que parecen blandas en comparació­n con sus modelos. Como la comparació­n del ansia con serpientes de agua que se devoran en el estómago de la chica (¿por qué de agua?), o las letras del libro como un

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