El tejido de las nuevas voces
‘Granta’ selecciona los veinticinco mejores escritores jóvenes en castellano
Ay, la generación del Ritalín y el Clonazepam, de los cerebros anestesiados por pantallas led. Los de los índices de depresión más altos de la historia, los adictos a la cultura del espectáculo. Los de la gratificación instantánea que leen en vertical porque no se arman de paciencia. No culpoa Granta por pensar que estaría ante una generación literaria adormilada, pero se toparon, en todo caso, con 25 propuestas que contradicen los estigmas.
“Bienvenidos a la obra de escritores decididamente interesantes”, escribe Rodrigo Fresán, uno de los jueces. “Aquí hay un gesto de cierta resistencia a una época/ moda y una opción por lo atemporal”. Y si bien es cierto que son grandes narradores, no creo que hayan optado resistirse a su época. Estamos ante literatura que se interesa, una vez más, por su contexto. Uno de identidades dialogadas con las redes sociales y de acontecimientos inéditos que nadie en su sano juicio pasaría por alto. Hay mucho de qué reflexionar y escribir. Pasa que además se nutren, como bien dice Fresán, de “la buena ficción de siempre”. Se refiere quizá a Bolaño y Plath, referentes eternos de esta y anteriores generaciones, fantasmas protagónicos que deambulan por estas páginas. Pero también logran encontrar una voz distinta, tropienisciente zan con otros intereses y entienden, con naturalidad y soltura, que hay otros registros posibles.
“Se renuncia al español neutro”, dirá Valerie Miles, cofundadora de la revista. Se hace para explorar la música de las tantas geografías que recorre el castellano. A eso se suma una marcada tendencia al humor y un interés vívido por rescatar la oralidad de las localidades, como si “lo local es universal” estuviese impregnando el inconsciente . No hay un intento, por cierto, de ostentar la jerga, sino plasmarla con franqueza, deteniéndose sobre todo en sus sonoridades.
Y hay menos miedo en todo sentido: en que se entienda o no el español local, en utilizar recursos hipermediales, incluir elementos propios de nuestra cultura generacional (códigos QR en el caso de Paulina Flores, tipografías, cambios de formato y registro como en Aura García Junco); en renovar a los narradores, dotar al omfocalizado de personalidades extrañas. Ya no, obviamente, en un afán vanguardista; solo hay menos reparo en ello, se hace lo que se quiere y la preocupación está en otros lados. Como en rescatar conversaciones a los márgenes, historias que se separan de la “literatura del yo” para irse a la infancia, a pueblos perdidos, a reos en condiciones inhumanas.
Hay un diálogo constante con la violencia explícita e implícita. Lo vemos desde el comienzo feroz de Mónica Ojeda, pasando por José Ardilla, Mateo García Elizondo, Andrea Abreu, hasta el cierre final de Cristina Morales. Hay giros inesperados en las voces, una conciencia que se quiere plasmar en el lector para que sepa que le estamos contando una historia y que eso essiempreunarelacióndepoderquepasa por el conocimiento que otro no tiene.
Existe, también, una alta presencia de las mujeres en la escena. Hace tiempo ya que lo vemos en el panorama literario. Las mujeres son las más atrevidas. Están experimentando. Hablan de género y sexo ya desde otro lugar, con otra propiedad y soltura. Hay algo en su lenguaje que es crudo y osado. ¿Estos escritores han sido seleccionados por gusto del jurado? “¿O es que se trata de una tendencia narrativa actual?”, se pregunta Miles. Y coincido con ella en que no tenemos cómo saberlo.
Pero una lista siempre da un buen panorama. Podemos decir ahora abiertamente que no estamos ante cerebros dormidos. O al menos debería decirnos algo sobre el supuesto déficit atencional. Hay que dejar derecetartantoRitalín.
Hay una marcada tendencia al humor, y la jerga se plasma con franqueza, resaltando sus sonoridades
Granta en español 23 Los mejores narradores jóvenes en español
CANDAYA. 352 PÁGINAS. 18 EUROS