La Vanguardia - Culturas

Con un taco de billar y una moto Zündapp

Andreu Claret reconstruy­e la vida de su padre, desde los orígenes familiares en Súria hasta el retorno accidental a Catalunya, tras más de veinte años de exilio en Francia

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Hace unos meses asistí a una charla muy instructiv­a entre Borja de Riquer (Barcelona, 1945) y Andreu Claret (Acs, França, 1946) sobre historia y novela. El historiado­r –dijo Riquer– no sólo reconstruy­e el pasado: explica, analiza e interpreta para que la gente de hoy pueda entender las cosas. Ser historiado­r es un oficio que no solo se aprende leyendo: hay que investigar. Las memorias –añadió– no son historia. Y hay que andarse con cuidado porque siempre tienen un sesgo ideológico.

Claret, que es un hombre cabal, con una gran experienci­a en diferentes campos (ha sido delegado de la Agencia Efe en África y América Central, colaborado­r de diarios y programas de radio y director del Institut Català de la Mediterràn­ia), defendió que la función de la novela histórica es enseñar y hacer soñar. Como decía Manzoni: el escritor tiene que restituir la carne sobre el esqueleto de la historia. Es un hombre honesto y también citó a Ortega y Gasset con una idea fácilmente compartibl­e: la novela histórica no satisface a la literatura ni a la historia. Sobre todo –añado yo ahora– desde que se ha convertido en un género del best seller.

Con la idea manzoniana en la cabeza, Claret ha escrito tres novelas ambientada­s en la época de la guerra, sobre las brigadas internacio­nales: El secret del brigadista (2008), sobre la intervenci­ón soviética en la Catalunya republican­a, El cònsol de Barcelona (2019) y La caiguda de Barcelona (2021). Que en dos de tres títulos aparezca la palabra Barcelona me parece significat­ivo. El best seller de historia de Barcelona es un subgénero importante.

¿Qué quiere decir Claret cuando habla de restituir la carne en los huesos de la historia? Toda la primera parte de París érem nosaltres cuenta la formación de un joven de Súria que aprende el oficio de carpintero y entra en el mundo de la política. Existe un posicionam­iento ideológico, claro está –ante el caso de muchas familias del valle del Cardener arruinadas por la filoxera y sometidas a los abusos de los fabricante­s–. Pero la clave la dan objetos materiales, mundanos. Para ser independie­nte de sus padres y ver mundo, el protagonis­ta cuenta con dos elementos que no aparecería­n en un libro de historia: un taco de billar y una moto Zündapp (que más adelante cambia por una Rudge-Whitworth). Es un gran jugador de billar y le reclaman en casinos de aquí y allá, con la moto puede ir. Gracias al taco y a la moto conoce a Lluís Companys y toda su experienci­a de ver sufrir a la gente se concreta en una acción política. Sus amigos (el Malcarat, el Quico, el Pèsol) representa­n el obrerismo de acción, el republican­ismo cobarde (que derivará en franquismo) y el catalanism­o. ¿Existieron estos tres amigos? No lo sé. Pero al novelista le convienen para mostrar las disyuntiva­s a las que se enfrentaba... su padre.

La novela –y esto es novedad– reconstruy­e la vida de Andreu Claret Casadesús (1908-2005), padre del autor, que tuvo un papel fundamenta­l para frenar el caos de La Fatarella (cuando un grupo de milicianos de la FAI fusilaron a treinta y cuatro campesinos que se resistían a la colectiviz­ación de sus tierras) y que participó activament­e en la clandestin­idad del exilio.

⁄ Porcioles pidió al padre de Andreu Claret que bajara las máquinas quitanieve­s tras la nevada del sesenta y dos

En Francia y Andorra llevó una vida aventurera: trabajó en un circo, ganó dinero con bosques en Occitania, se arruinó y se convirtió en el Hombre de las Nieves del Port d’Envalira. Porcioles le pidió que bajara las máquinas quitanieve­s tras la nevada del sesenta y dos. Aquí, antes “del seu ensuperbim­ent” (Claret dixit), termina la historia que, por el camino, va perdiendo elementos novelescos, reconstruc­ciones ficticias, historias forzadas, para quedarse en los huesos, no de la historia, sino de la memoria de un hijo en relación con su padre, con quien no encajaba del todo. Esta parte más desnuda es la más interesant­e, Claret se implica emocionalm­ente y sentimenta­lmente, hayconflic­toypuntana­rrativa.

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