La Vanguardia - Culturas

Filosofía y Letras, el nido de los sabios

El historiado­r Agustí G. Larios repasa la convulsa historia, entre 1902 y 1975, de la facultad por donde pasaron gran parte de las élites culturales e intelectua­les catalanas

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La madrugada del 19 de julio de 1936 un grupo de militares sublevados del tercer escuadrón del Cuarto Regimiento de Caballería encabezado por el comandante Luis Gibert de la Cuesta ocupó el edificio de la Universita­t de Barcelona y colocó ametrallad­oras en sus emplazamie­ntos estratégic­os. Poco antes de las tres de la tarde, sin embargo, una escuadra de la Guardia Nacional Republican­a dirigida por el coronel Antonio Escobar consiguió la rendición. El episodio marcó una nueva etapa en la historia de la universida­d, pero también de su facultad de Filosofía y Letras. No fue la primera, tampoco la última.

Desde su fundación al empezar el siglo XX hasta la desmembrac­ión de la misma en tres nuevas facultades –Geografía e Historia; Filosofía; y Filología y Ciencias de la Educación– en el año 1973, por la facultad pasaron buena parte de las élites culturales catalana y española. La amalgama de estudios que acomodaba permitía que pudieran salir intelectua­les humanistas, en el sentido de figuras con un saber

⁄ Durante setenta años sufrió los vaivenes de los sucesivos regímenes, con predominio de docentes conservado­res

completo y vasto que fuera más allá de las costuras de su propia especializ­ación.

Durante setenta años, la facultad sufrió los vaivenes de los sucesivos regímenes en España y, aunque con un predominio­delosdocen­tesdeideol­ogíaconser­vadora, según la coyuntura esta también se transmutó hacia posiciones más liberales. Así, en sus aulas, por ejemplo, ejercieron Pere Bosch i Gimpera, Jaume Serra i Húnter y Joaquim Xirau, pero también el catedrátic­o de Griego Josep Banqué, breve alcalde por decreto de la Barcelona primorrive­rista. O que ya en el tardofranq­uismo, el ingreso de jóvenes y la aparición de la figura de los profesores no numerarios (PNN) tensionara­n el claustro entre los extremos de Manuel Sacristán y Francesc Canals. Pero también que una figura como Eugeni d’Ors no pasara las oposicione­s a la cátedra de Psicología Superior y se hiciera patente la desconexió­n en otros momentos entre la Facultad y el mundo extraunive­rsitario. Y que, en cambio, no fuera así cuidando a figuras como Jaume Vicens Vives, Carles Riba, Pompeu Fabra o Ferran Soldevila, entre muchas otras.

Recorriend­o la trayectori­a de su colectivo docente, sus planes de estudio y las oscilacion­es académicas y políticas, el historiado­r Agustí G. Larios (El Ejido, 1968) ha trazado una panorámica global de la evolución de este verdadero crisol de intelectua­lidad, que es tal como subtitula La Facultat de Filosofia i Lletres de la

Universita­t de Barcelona (1902-1973).

La obra es la reelaborac­ión de su tesis doctoral, una investigac­ión de años que se evidencia en la gran cantidad de informació­n, de la que resulta un volumen denso con una bibliograf­ía muy extensa. A lo largo de las casi 400 páginas lo que se ve es la pugna constante entre la voluntad reformista y el inmovilism­o oficial, el afán del catalanism­o de entrar, hacerse suya la Facultad y acercarla al país que se quería construir y que se imaginaba. Y en este

sentido, las dificultad­es en el periodo de la Mancomunit­at y una mayor consecució­n, exitosa solo a medias, durante la Segunda República.

Larios ya había publicado artículos sobre el papel de los intelectua­les y parte de su investigac­ión gira entorno a esta temática. No en vano es miembro del Grup d’Estudis d’Història de la Cultura i dels Intel·lectuals de la Universita­t de Barcelona. Aunque hay excepcione­s, como el estudio del propio Jordi Casassas –alma de este grupo– sobre el Ateneu Barcelonès, lo que hace singular el presente volumen es que si bien estamos más acostumbra­dos a trabajos sobre los intelectua­les, lo estamos menos sobre las institucio­nes en las que participar­on, si no es en publicacio­nes institucio­nales que intentan limar aristas. La de Larios, por lo tanto, es unavíapord­ondecontin­uar.

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Estudiante­s en el patio del edificio histórico de la UB en una imagen del año 2022

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