Mala sombra: errores, pifias e inventos
Un libro de reciente aparición documenta la mezcla de habilidad, imaginación e ignorancia de los artistas del pasado con la tridimensionalidad.
Representar una sombra no ha sido tan fácil como pensamos ahora: los artistas que se arriesgaron a pintarlas o dibujarlas antes de saber cómo funcionan hicieron lo que pudieron, es decir, lo que no sabían se lo inventaron, especialmente en la perspectiva y en la forma. En su libro The visual world of shadows, que acaba de publicar The MIT Press, Roberto Casati y Patrick Cavanagh presentan un estudio-catálogo lleno de erudición pero al mismo tiempo de sentido del humor sobre cómo la imaginación venció a la adversidad cuando se trataba de sortear los obstáculos que las sombras encontraban en su camino, como pasarlas mágicamente debajo de una figura, como si fuera un puente, hacerlas comenzar en la pared ignorando que se proyectan a partir de la figura en el suelo, detalle para el que no es necesario saber de física ni química, basta ponerse al sol o delante de una luz y mirar.
Decir que los artistas actuaron en muchos casos de forma libérrima se queda corto. Como señalan los autores del libro, los pintores especialmente encontraron atajos en su búsqueda de la tridimensionalidad, a veces optando por las soluciones más simples: las ponían y quitaban según les interesara para la composición, contando con que los espectadores no se pararían en esos detalles, como efectivamente sucedía, en el pasado porque probablemente no se daban cuenta por desconocimiento, pero tampoco ahora lo vemos salvo que nos pongamos a mirar con mucho detenimiento. Si quieren hacer la prueba, los ejemplos de esta página, extraídos del libro, muestran que los artistas inventaban... muy bien.