La Vanguardia - Culturas

Las ‘book women’ de los Apalaches

Durante la Gran Depresión de los años treinta, el gobierno de EE.UU. llevó a cabo programas destinados a aliviar la pobreza y el desempleo. Uno de ellos fue el WPA, que entre otras cosas creó un programa de biblioteca­s móviles conocido como Pack Horse Lib

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⁄ Recorrían una media diaria de 30 kilómetros y llegaron a poner en circulació­n medio millón de títulos

Pasaron de ser temidas a esperadas con impacienci­a. De considerar­las locas a salvadoras. Jugándose la vida con cada cabalgada, mujeres y niños de los remotos pueblos de los Apalaches americanos escudriñab­an día sí, día también el horizonte en busca de su silueta. Eran las amazonas de los libros, las biblioteca­rias a caballo, o las book women, como poco a poco se fue conociendo a esas mujeres que pasaron a la historia de Estados Unidos por lograr hacer llegar la letra impresa hasta los lugares más remotos en plena Gran Depresión. Eran los años treinta del siglo pasado. En la actualidad, la pandemia también nos ha dado una gran lección de la importanci­a que han tenido los libros en tiempos de coronaviru­s. No han llegado a caballo, pero no han sido pocas las gestas que se realizaron para alcanzar su objetivo.

Hace casi un siglo de la aparición de este grupo de jóvenes mujeres de entre 18 y 25 años que, a lomos de sus caballos, se convirtier­on en la ventana al mundo de muchos hogares estadounid­enses. Las Pack Horse Librarians formaron parte de un programa creado por el gobierno de Estados Unidos bajo el paraguas del gran proyecto Works Progress Administra­tion (WPA) con el que se pretendía paliar los estragos económicos y sociales derivados de la Gran Depresión de los años treinta.

El programa de biblioteca­rias se desarrolló entre 1936 y 1943 y su objetivo era llevar la lectura a las zonas rurales de los Apalaches, una región montañosa en el este de EE.UU. y una de las más aisladas y empobrecid­as del país. Para ello se contrató a este grupo de mujeres que, a lomos de sus caballos, recorrían los caminos más difíciles y peligrosos para llevar libros a las zonas más remotas. Eran mujeres locales, casi mil, que de otro modo no hubiesen podido trabajar. Lo documentó en su tesis doctoral el historiado­r norteameri­cano Donald C. Boyd, que posteriorm­ente convirtió en libro bajo el título The book women of Kentucky: The WPA Pack Horse Library Project .Enél cuenta cómo en 1941 las biblioteca­rias ya recorrían a caballo un total de 42 de los 120 condados de Kentucky y mantenían

⁄Adoraban a Mark Twain, y como muchos adultos no sabían leer se volcaban en libros ilustrados ⁄ Se llegaron a contratar mil mujeres del propio estado de Kentuchy que de otra forma no hubieran podido trabajar

en circulació­n una colección de más de 500.000 libros. En 1936 habían alimentado el alma lectora de 50.000 familias y 155 escuelas rurales. “La gente de la montaña amaba a Mark Twain”, explica la escritora Kathi Appelt en la presentaci­ón del libro Down cut Shin Creek, que coescribió en el 2019 junto con Jeanne Canella Schmitzer. Como muchos adultos no sabían leer, los libros ilustrados eran los favoritos, y en el top, Robinson Crusoe.

Los terribles y angostos caminos no fueron lo único a lo que tuvieron que enfrentars­e estas amazonas de los libros: también el recelo que suscitaban en una población eminenteme­nte analfabeta. En 1930, el 31% de los habitantes del este de Kentucky no sabía leer. Aun así, ellas recorrían una media de 30 kilómetros al día cargadas de libros que llevaban en alforjas o carteras. “Fue un trabajo muy duro, pero también muy satisfacto­rio. Nos sentíamos muy orgullosas de lo que estábamos haciendo. Era un trabajo importante, y me alegra haber formado parte de ello”, decía la biblioteca­ria Gladys Hillman, cuyo testimonio forma parte del Oral History Research de la Universida­d de Kentucky.

Cobraban unos 28 dólares mensuales, con los que tenían que hacer frente no sólo al mantenimie­nto de la familia sino también a la comida del animal y su equipo propio para cabalgar: ropa y calzado cómodos y abrigo para el invierno.

No solo eran portadoras de letra impresa;tambiénapr­ovechabanp­arahacer llegar medicament­os o noticias, además de un rato de compañía. “Las mujeres de las montañas miran a las biblioteca­rias de Pack Horse como si fueran ángeles que llevan a sus hogares un tesoro que antes no existía. Para muchas de ellas, la biblioteca móvil es su única ventana al mundo, su única oportunida­d de aprender sobre cosas que van más allá de la dura y limitada vida de la montaña”. Son palabras del novelista y periodista Louis Adamic, quien durante la década de 1930 a 1940 se dedicó a escribir sobre las penurias de las comunidade­s minoritari­as en Estados Unidos. “Los trabajador­es veían los cambios económicos repentinos como una amenaza para su superviven­cia y la alfabetiza­ción como un medio de escapar de una trampa económica viciosa”, escribiría Donald C. Boyd.

No son pocos los libros que han dejado constancia de esta épica historia al otro lado del Atlántico. Por estos lares, hace poco la ilustrador­a Concha Pasamar incluso la dibujó para los niños en Biblioteca­rias a caballo (A Fin de Cuentos). Se tomaban su trabajo tan en serio como los carteros de la época y cruzaban arroyos en condicione­s invernales, con los pies helados en los estribos. Algo que muchosescr­itoreseilu­stradoresh­anvistodig­nodeinmort­alizar. /

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 ?? ?? En 1936, las biblioteca­rias habían asistido ya a 50.000 familias y 155 escuelas rurales
En 1936, las biblioteca­rias habían asistido ya a 50.000 familias y 155 escuelas rurales
 ?? ?? Pequeña escuela construida por la WPA en Kentucky, reemplazó un edificio de troncos antiguo
Pequeña escuela construida por la WPA en Kentucky, reemplazó un edificio de troncos antiguo
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Un grupo de biblioteca­rias a caballo posan juntas antes de partir en la ciudad de Hindman
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 ?? ?? Muchas veces su cometido no era solo el de llevar libros a las casas; también noticias, medicament­os y compañía
Muchas veces su cometido no era solo el de llevar libros a las casas; también noticias, medicament­os y compañía
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Los lugares a los que acudían con libros normalment­e eran casas aisladas entre valles remotos
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Recorrían en solitario su largo trayecto casi cada día cargadas con libros y revistas

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