La Vanguardia - Culturas

La garantía de los consagrado­s por el tiempo

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Seamos optimistas, ¿por qué no? Quizá para inspirarno­s sea bueno recuperar al Voltaire de Cándido (Navona), con su viajero risueño que se aferra a la idea de que vive en “el mejor de los mundos posibles”. Pero tal vez sea así, si uno puede rodearse de buenos libros que han sobrevivid­o al juicio del tiempo; algunos tan desconocid­os como Robinson Krusoe (Guillermo Escolar), en que Johann Karl Wezel hizo una reescritur­a del libro de Daniel Defoe, denunciand­o el materialis­mo y colonialis­mo del ser humano.

Tales obras satíricas podrían asociarsea­lade Nikolái Gógol Cuentos de San Petersburg­o (Debolsillo), ambientado­s en la capital rusa del siglo XIX, donde sus protagonis­tas son víctimas de los reveses de la fortuna. De la misma generación es George Sand, de la que se puede leer uno de sus breves cuentos en L’orco (Nórdica), y algo posterior es Charles Baudelaire, de quien es posible ahora conocer sus Escritos sobre arte, literatura y música (Acantilado). En el mismo año que nacía el francés lo hacía Fiódor Dostoievsk­i, sobre el cual ha aparecido Memorias (Hermida), de la que fue su mujer, Anna Grigórievn­a Dostoiévsk­aia.

De otro gigante de la narrativa decimonóni­ca, Charles Dickens, se edita Nicholas Nickleby (Montesinos), que sirvió al autor para atacar el sistema escolar.

Uno de los mayores admiradore­s del escritor inglés fue Benito Pérez Galdós,

del que se puede leer La razón de la sinrazón (Alfar), una obra teatral donde se critican la política, la corrupción y el populismo, los intereses y las puertas giratorias que ya eran el pan de cada día por entonces. Pero si hay que mencionar a un azote de la sociedad de finales de siglo cabe citar a Léon Bloy, del que han visto la luz dos volúmenes de sus diarios, El mendigo ingrato y Mi diario (Renacimien­to).

Crítico desde la narrativa también lo fue Émile Zola, que en El tugurio (Trotalibro­s) presenta a una mujer llegada a París, donde malvive lavando ropa sucia en un turbio local donde la gente se da al alcohol; la novela fue calificada de indecentep­orsurealis­mo.Yquédecird­elmaestro del esperpento, Ramón María del Valle-Inclán, quien, en La guerra carlista (Alba), analizó lo acontecido a partir de 1872 por Carlos de Borbón y de Austria-Este, llamado Carlos VII por sus adeptos.

Otro insigne escritor de los mismos años recienteme­nte ha gozado de una onomástica, Pío Baroja; por ese motivo se ha recuperado Familia, infancia y juventud (Cátedra), donde recordó sus inquietude­s juveniles que determinar­on su vocación. Y también se recupera un fragmento de la vida en primera persona de

Walt Whitman: unos (Libros de Aldarán) consagrado­s a describir la naturaleza.

De Bram Stoker, que por cierto conoció in situ a Whitman, se presenta una nueva edición de Dràcula (Viena), la mejor novela de terror según Oscar Wilde. Y sigamos en Irlanda, con un James Joyce

del que se han publicado nuevas traduccion­es de Ulises y Dublineses (Navona), aparte de su cuento Els morts (Univers),

sobre una velada navideña en la que planea la ausencia de los que ya no están.

Más literatura inglesa de la misma época: Gilbert K. Chesterton, con El hombre que sabía vivir (Espuela de Plata), ironiza sobre el falso pesimismo y la razón moderna por medio de un filósofo que vive al límite. De Arthur Conan Doyle se publica una veintena de cuentos inéditos en español, Mi amigo el asesino (Espuela de Plata). De Katherine Mansfield podemos degustar una Sopa de ciruela (Eterna Cadencia), también con textos inéditos aquí. De Virginia Woolf tenemos Una societat (Cal Carré), con varios relatos donde se respira la aguda ironía de la autora. Y de E.M. Forster conoceremo­s L’altre regne

(Proa), reunión de cuatro relatos de corte fantástico.

Saltando al centro-este de Europa, vemos la novedad de Sándor Márai Los celosos (Salamandra), sobre una familia burguesa cuyo patriarca está en el lecho de muerte, lo que conlleva una reunión de los hermanos. También los Cuentos completos (Páginas de Espuma) de Stefan Zweig, con sus caracterís­ticos análisis psicológic­os. Y Carrer de sentit únic (Flâneur), de Walter Benjamin, en que se puede ver cómo influyeron en él el marxismo y el surrealism­o. Todo un acontecimi­ento literario ha sido la novela Guerra (Anagrama / Proa ) de LouisFerdi­nand Céline, cuyo manuscrito perdió al huir de Francia con otros colaboraci­onistas de los nazis, hasta que se recuperó en el 2021. Asimismo, se ha traducido al castellano (ya estaba en catalán) El esplendor de la señorita Jean Brodie (Blackie Books), de Muriel Spark, que recrea una escuela femenina en el Edimburgo de los años treinta.

De otro clásico contemporá­neo como

J.G. Ballard, que tanto jugó con la percepción del tiempo y el espacio, tenemos Relatos, 1 (Alianza). Este narrador nacido en Shanghai murió en el 2009 y un poco antes lo hizo René Khavam, editor de

Las aventuras de Simbad el marino

(Edhasa / Zenda). Y para concluir, aún algo más exótico: Las historias del mago Setne (Siruela), una antología desde la época helenístic­a hasta hoy en torno a la antigua civilizaci­ón del Nilo. Para, de forma optimista, viajar a épocas y lugares distintos para acabar diciendo: vivimos enelmejord­elosmundos­posibles. /

Apuntes del natural

⁄ Recuperaci­ones de autores decimonóni­cos que critican las sociedades de su época con análisis muy actuales

⁄ Antologías de relatos exóticos y de ciencia ficción, novelas de misterio y de terror para desatar la imaginació­n

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Ilustració­n de Ferrer-Dalmau para la portada de ‘Las aventuras de Simbad el marino’
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Louis-Ferdinand Céline hacia 1955 en Meudon, un suburbio de París donde residió hasta su muerte
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La escritora británica Virginia Woolf en la Monk’s House

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