Salvar y después morir
Los médicos también mueren. Es una paradoja, sí, pero a la Parca le gustan las bromas macabras. El neurocirujano Henry Marsh acaba de publicar Al
final, asuntos de vida o muerte
(Salamandra), libro en el que confiesa que, tras años evitando que sus pacientes fallecieran, él mismo padece un cáncer terminal. En su libro Ante todo no hagas daño / Sobre tot no facis mal (Salamandra, 2016),
Marsh ya demostró ser antes un humanista solidario que un científico individualista, y ahora lleva esa idea al extremo al manifestar abiertamente que lo que más le preocupa es ser una carga para los demás. Tanto es así que, cuando recibió el diagnóstico y consciente de que las terapias podían alargar su agonía, se planteó seriamente el suicidio.
Pero ha habido otros médicos que,
El neurocirujano Henry Marsh se enfrenta a un cáncer terminal ante la inminencia de la muerte, han reflexionado sobre la importancia de aceptar el final con serenidad. Por ejemplo, del neurólogo Oliver Sacks se compilaron cuatro ensayos breves, bajo el título Gratitud (Anagrama, 2016), en los que se muestra su actitud ante la noticia de que el melanoma de su ojo había hecho metástasis y alcanzado su hígado. Por su parte, Pablo d’Ors escribió Sendino se muere (Fragmenta, 2012; Galaxia Gutenberg, 2020) porque la doctora África Sendino, sabiendo que no tendría tiempo de escribir sus propias memorias, se lo pidió. Y la anatomista y antropóloga forense Sue Black acaba de publicar Todo lo que queda (Paidós), ensayo en el que explora de manera compasiva y humorística la aceptación de su propia muerte.