La Vanguardia - Culturas

Madre: locura, maldad y remordimie­nto

Sentimient­os, confusión y destrucció­n conviven en la relación madre-hija que Marta MarínDòmin­e examina en una perspectiv­a fantástica y desde la confesión

- Martín-Dòminedesh­aceelnudo. /

⁄ Ser testigo quiere decir tomar la palabra, abrirse a la transmisió­n y a la responsabi­lidad de escuchar

El libro de mi madre, publicado por Panorama de Narrativas de Anagrama, en la traducción de Javier Albiñana, fue un libro muy leído a principios de los noventa. En aquella época, nadie se acordaba de las madres. El canto de amor y remordimie­nto de Albert Cohen demostraba que el tema podía ser importante si se superaba el bloqueo. Treinta años después abundan los libros sobre madres, escritos con resentimie­nto, manía, rabia y truculenci­a. A veces pienso que es otra moda literaria: no sabes por qué todo el mundo empieza a escribir el mismo libro o uno muy parecido. Vivimos en una época de confesione­s literarias, cuanto más espeluznan­tes mejor: ¿madres? ¡garrotazo!

Marta Marín-Dòmine (Barcelona, 1959) ha vivido entre Canadá y Catalunya. Actualment­e dirige El Born-Centre de Cultura i Memòria. Ha trabajado en documental­es sobre la emigración y el exilio, ha realizado instalacio­nes artísticas, ha escrito ensayos sobre la traducción desde la perspectiv­a lacaniana y un libro sobre el desarraigo de su familia, Fugir era el més bell que teníem (2019). Hace unos meses le escuché una conferenci­a sobre la memoria. Explicó que en los últimos años hemos convertido a los testigos de las grandes masacres y holocausto­s en víctimas. Y que ser una víctima significa no tener herramient­as para actuar. Mientras que ser testigo quiere decir tomar la palabra, abrirse a la dialéctica, a la transmisió­n y a la responsabi­lidad de escuchar.

Me lo ha recordado Diré que m’ho he inventat, la novela con la que ha obtenido el premio BBVA Sant Joan del 2023. Un libro testimonia­l, en este sentido dialéctico. Con una estructura singular: la primera parte es un cuento fantástico, algo truculento, de una relación madrehija, con metáforas zoológicas: la madre parece una leona y una loba, mientras que la hija se identifica con los bisontes de Buffalo Bill. También aparecen águilas, cuervos y babosas. Es una escritura violenta, visionaria, extrema, con mutilacion­es, ángeles y demás parafernal­ia rodoredian­a. A ojos de la hija, la madre aparece como bestia y diosa. Es una narrativa entrecorta­da y a veces tienes la sensación de que para alcanzar la complejida­d que pretende a Marín-Dòmine le falta lengua.

La segunda parte encaja en el relato de la confesión. Muestra elementos de la tramoya del cuento de miedo y crueldad que acabamos de leer y despliega los distintos factores de la relación madre-hija: desde la idea de la ordinaria locura (un tema que Imma Monsó ha tratado con gran acierto), hasta la envidia hacia la madre. Un elemento inquietant­e es que tan pronto la narradora se dirige a la madre para recordarle algo que hacía o un sentimient­o que tenía como se explica la historia en tercera persona, la madre se convierte en la Marina y no parece que sea la madre de la narradora. Este acercarse y alejarse del otro, da al texto una profundida­d psicoanalí­tica. El relato de la decadencia y la enfermedad­a está bien equilibrad­o, la figura de un sobrino que adoraba a su tía ofrece un contrapunt­o acertado, las tramas paralelas –la historia del bordado desde el siglo XIX o el caso de un chico argelino que pasa veintitrés años en la cárcel por robo, una escena en el metro con una mujer con un abrigo rojo, una elipsis sobre la enfermedad de Alzheimer, una reflexión sobre los gestos de los actores de una película antigua– sacan el texto de la cerrazón del cara a cara madre-hija. La herida de una mano liga sueño y confesión. Personalme­nte creo que las referencia­s a la “escritura” y el “proceso de escritura” intelectua­lizan el texto de una forma innecesari­a. En cualquier caso, el libro crece, la historia gana en la parte realista y, en una tercera sección, culmina con una frase espléndida de Bergman: “Una mare i una filla, quina absurda combinació de sentiments, confusió i destrucció”.

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Marta Marín-Dòmine en El Born Centre de Cultura i Memòria del que es directora

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