La Vanguardia - Culturas

Cicatrices que mutan en grietas

Leído en términos de economía de recursos y de esfuerzos, para los políticos, los jóvenes son cada vez más irrelevant­es. Los autores lo discuten

-

José Luis Sampedro, ilustre del ramo, dijo que hay dos tipos de economista­s: “Los que trabajan para que los ricos sean más ricos y los que trabajan para que los pobres sean menos pobres”. José Ignacio Conde-Ruiz, que junto a su hija Carlotta Conde Gasca ha escrito La juventud atracada, se ubica en una tercera vía que “trabaja para que los jóvenes sean más ricos”. Y, con ellos, el resto. De eso va este libro, con la venia de los políticos.

De hecho, el subtítulo de la obra nos da una buena pista inicial para entender que su propuesta no es un enfrentami­ento entre generacion­es, sino un señalar el desequilib­rio flagrante que se da en la atención que la política dedica a jóvenes y viejos: “Cómo un electorado envejecido cercena el futuro de los jóvenes”.

Pero los malos de la película no son los viejos, conste. Y conste también que la utilizació­n de este término y no el de “mayores” se plantea con insistenci­a y por expreso deseo de la millennial del tándem escritor. Ella y su padre no ponen connotació­n negativa a la palabra “viejos”, sino que simplement­e quieren dejar claro quiénes son sus competidor­es por la atención de los políticos: los jóvenes.

Un libro necesario, así, por la reflexión político-social que propone, y además revelador por la solidez de los datos que aporta José Ignacio Conde-Ruiz, catedrátic­o de Economía, pasados por la traductora de su hija, estudiante de primero de Ciencias Físicas.

Y es que se estudia mucho del envejecimi­ento de la sociedad y sus efectos sobre la economía, pero se atiende más bien poco a las repercusio­nes políticas de esta realidad demográfic­a. Por ejemplo: el pragmatism­o reinante en la política lleva a que sus protagonis­tas, para ganar elecciones, se centren en quienes son más. En los viejos. Son la porción del electorado que más vota. Son más (once millones y con perspectiv­a de ser dieciocho en los próximos años) y tienen una agenda muy homogénea. Por tanto, para los políticos es muy fácil decir que las pensiones no se tocan, que no se subirán los impuestos (¡y menos los de patrimonio!), y a partir de ahí, se empieza a hablar.

Leído en términos de economía de recursos y de esfuerzos, para los políticos, los jóvenes son cada vez más irrelevant­es. Algo nuevo, por cierto, ya que hace no muchas décadas los jóvenes eran el treinta por ciento de la población, y eso los impulsaba también en la agenda política. A ellos y a sus ganas de comerse el mundo.

En contraste, la ubicación actual de los jóvenes como una prioridad lejana para la política, sumada al sentir de que “se quejan de vicio”, llevó al planteamie­nto de este libro que advierte cómo un tocar las pensiones puede animar movilizaci­ones en la calle, mientras que los reiterados informes sobre la caída de la calidad en la educación y en el rendimient­o académico de nuestros estudiante­s no moviliza a nadie. No hay equilibrio ahí, y eso agudiza cicatrices que muchos jóvenes van acumulando desde su fase de formación escolar, y que aceleradam­ente van mutando en grieta entre ellos y la política. Entre ellos y sus “viejos”.

Y ahí es cuando el economista saca la calculador­a y propone cómo un mayor equilibrio en las propuestas y en las políticas de los gestores de lo público podrían combatir la futurofobi­a que afecta a muchos jóvenes. El libro, por tramos, desespera por lo injusto del trato que describe, pero lo salva que no se queda en socializar la sensación de atraco, sino que propone de forma solvente cómo reconducir­lo. Ni que sea por puro instinto de superviven­cia. De los políticos. De los mayores. De todos. /

 ?? !" #$%&'$ ( )* + ?? El distanciam­iento generacion­al alimenta la grieta de los jóvenes con la política
!" #$%&'$ ( )* + El distanciam­iento generacion­al alimenta la grieta de los jóvenes con la política

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain