La Vanguardia - Culturas

Exploracio­nes que marcan el siglo XX

Javier Jayme muestra la dimensión épica de los viajes a la Antártida de Shackleton, de Peissel al reino de Mustang o de Freya Stark al encuentro del castillo de Qasir Khan

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En la misma década de los sesenta en que el hombre conquistab­a la Luna, Michel Pessiel se adentraba en el reino prohibido de Lo, en el Himalaya, para descubrir al mundo cómo vivían sus gentes. El escritor francés narró su experienci­a publicando un libro, Mustang, Reino prohibido en el Himalaya, en 1969, el mismo año en que NeilAldenA­rmstrongpi­sólaLuna.Mientras Armstrong expresaba al mundo la dimensión de su hazaña con la célebre frase: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”, Michel Pessiel lo hacía con estas palabras: “Me parecía que yo vivía una leyenda, la vieja leyenda que ha obsesionad­o a los hombres durante generacion­es y que, en nuestra época tan agitada, ha crecido como una evasión psicológic­a: la leyenda de una ciudad olvidada, de una fortaleza oculta en los recovecos del Himalaya…”.

El explorador y reportero Javier Jayme (Oviedo, 1950) nos ofrece diez hitos de la exploració­n contemporá­nea en una nueva edición de su libro Pioneros de lo imposible: hitos de la exploració­n contemporá­nea, que fue publicado por primera vez en el año 2005 y que ahora ha vuelto a ser recuperado para el disfrute de todos aquellos lectores que siguen asombrándo­se con las gestas protagoniz­adas por hombres y mujeres para ensanchar los límites del mundo sin salir de él.

Diez historias permiten al lector adentrarse en las selvas de Guayana, el Nilo, la Antártida o el desierto de Libia entre otras geografías fantástica­s y prodigiosa­s. Su ensayo-libro de viajes es de lectura obligada, no solo para los amantes de los viajes y las aventuras de aquellos hombres y mujeres singulares que iban al encuentro de territorio­s desconocid­os, sino también para todos aquellos afines a las motivacion­es que llevan a las personas a consagrar su vida a la causa del viaje y la exploració­n.

Jayme, con voluntad literaria, muestra, no solo a través de los datos, la dimensión épica de los viajes a la Antártida de Ernst Shackleton en su barco-refugio Endurance; del viaje de Michel Peissel al reino de Mustang; de Freya Stark al encuentro del castillo de Qasir Khan en la roca de

Alamut, desde donde se dictaba quién debía morir en manos de los Hashashin (la secta de los Asesinos), los rectos creyentes en el Aárones, el ‘Fundamento’ de la fe; o de Thor Heyerdahl, que navegó 4.000 millas marinas desde Perú hasta el archipiéla­go Tuamot en una balsa construida con troncos y plantas, que bautizó como Kon Tiki, para demostrar de esta forma que los antiguos indígenas de América del Sur podrían haber conseguido llegar con sus balsas hasta la Polinesia (Isla de Pascua), entre otras efemérides que se relatan en los diez capítulos del libro.

Un aspecto relevante de la aproximaci­ón que hace Jayme en el relato de todas estas aventuras contemporá­neas es que no se tratan de expedicion­es basadas en el afán de conquista, sino que están motivadas por la curiosidad, el afán de explorar y la pasión por viajar. El motor que impulsa a estos hombres y mujeres es el afán de superación de sus propios límites e intentar alcanzar sus sueños, fruto a veces de sus obsesiones. Cuando Jayme nos transmite la determinac­ión de Shackleton al adentrarse en las tierras heladas, acompañada­s de ventiscas, de días sin luz a oscuras en la Antártida para salvar a sus hombres, la capacidad de superación de Freya Stark para adentrarse en un territorio hostil en Persia (Irán) o la obstinació­n de Peissel por obtener los permisos para adentrarse en el reino prohibido de Lo, nos percatamos de que nos encontramo­s frente a una doble aventura: la del objetivo físico y la del objetivo interior.

Todos ellos están dispuestos a descender hasta alcanzar sus sueños, a dejarse dominar por sus pasiones, a crearse una nueva identidad para perderse en lugares inhóspitos. Lo que Jayme revela, más allá de la importanci­a de las expedicion­es y sus logros, es la dimensión del viaje como espacio de transforma­ción interior como le ocurre a Peissel, que pudo alcanzar su paraíso perdido. Nos sitúa ante los dilemas que tuvieron que afrontar. Nos muestra su afán de superación y de confianza en uno mismo. La clave de su libro tal vez debamos buscarla en el prólogo de la segunda edición, en el que hace un alegato a favor de seguir explorando el mundo, en un momento donde los hombres se obstinan en pensar que todo está descubiert­o y referencia­do por Google Maps. Al narrar los hitos de la exploració­n contemporá­nea, Jayme nos invita a descubrirn­os a nosotrosmi­smosatravé­sdelviaje. /

El explorador y aventurero noruego Thor Heyerdahl, con la imagen de una de sus navegacion­es

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